Christian De Groote: legado y vocación

Cuando muere un arquitecto como Christian De Groote, la comunidad lo recuerda y despide con  cariño

, quedando el consuelo de que a través de su prolífica obra estará presente por siempre. Sus edificios hablan por sí mismos, y representan un  estilo que fue referente para muchos arquitectos nacionales. A sus 82 años murió el lunes pasado de un cánder de páncreas, dejando un legado en obras como también a través de una activa participación en el debate sobre el devenir de la arquitectura nacional, sus constantes cartas al diario El Mercurio criticando obras como el Costanera Center, daban cuenta de ello.  Estudió en la PUC y posteriormente en el  Instituto Tecnológico de Illinois, en Chicago, tras obtener la Beca Fullbright. A su regreso, a comienzos de los 60, trabajó en la oficina de Sergio Larraín García Moreno y posteriormente Emilio Duhart lo invitó a ser socio de su oficina junto a Roberto Goycolea, Alberto Montealegre y Óscar Santelices, con quienes proyectó uno de los edificios más emblemáticos de la arquitectura moderna en Chile, el edificio de Nacionales Unidas para Santiago (Cepal) inaugurado en 1966. “Este edificio pasó a ser un paradigma de la arquitectura nacional y  mundial citándose en los textos de estudio y transformándose en un ejemplo para  los arquitectos, hoy Obra Bicentenario.  En 1968, y frente a la partida a Francia de Duhart, se asoció con Hugo Molina y posteriormente con Patricio Silva, y en 1970 se hace cargo de la oficina de Jaime Sanfuentes diseñando el edificio de El Mercurio. A comienzos de los años 80 se transformó en el norte indiscutido para arquitectos y estudiantes con una propuesta de  arquitectura apropiada y un marcado lenguaje mediterráneo, influencia del maestro Luis Barragán (México), proponiendo una visión crítica al movimiento posmoderno que se instalaba en Chile y el mundo”, explica Pablo Altikes, director de Arquitectura  de la UDD Concepción, vicepresidente nacional del Colegio de Arquitectos de Chile y miembro DOCOMOMO, agregando que “fue un profesional que defendió su ciudad, su manera de crecer y ‘modernizarse’ de forma  incansable y que trabajó hasta que sus fuerzas se lo permitieron. La arquitectura fue su forma de vida y no un trabajo, su pensamiento y perfección lo situaron como un maestro que de manera directa influenció a todos los arquitectos chilenos”.

Se destacó sobre todo en arquitectura de vivienda unifamiliar, con emblemáticas obras como la casa Vergara, casa Fuenzalida, casa el Cóndor, casa Fajnzylber, la Casa Orrego (que realizó junto a sus socios Hugo Molina y Patricio Silva) y las dos casas del emblemático proyecto de Eduardo Godoy Ocho al Cubo, en donde trabajó junto al arquitecto japonés Toyo Ito en la Casa White O. Son también representativas el conjunto de casas Copalén,la sucursal del Banco Estado en calle Moneda, Acería Conox, la Galería AMS Marlborough, y el edificio de Inacap de calle Chesterton, entre otras tantas. “Tuvo una prolífica trayectoria de más de cincuenta años, entroncada desde sus inicios con el movimiento moderno, remitiéndose a la arquitectura de Mies van der Rohe, Le Corbusier y Louis Kahn, y más cercanamente con Emilio Duhart y prolongando la labor de Jaime Sanfuentes, para continuar su desarrollo logrando diversas síntesis propias que reunieron estas influencias (…) Se distinguió por su cuidado del oficio, materializado en obras de muy buena factura. Proyectó con igual dedicación edificios de muy diversas escalas y variados destinos, pero la constante más característica de su producción fueron las casas particulares, donde se validó la arquitectura contemporánea en la sociedad chilena”, puntualiza el arquitecto Luis Izquierdo, premio nacional de Arquitectura 2004, quien trabajó con De Groote y tuvo una cercana relación a lo largo de su vida.