Editorial

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Sábado 20 de julio de 2019, edición N°845




Siempre estoy viendo programas de remodelaciones de casas, desde espacios por los que nadie da un peso, a megatransformaciones donde los presupuestos son de varios miles de dólares. Y sin considerar el factor precio, la madera siempre es parte importante de la estructura y no pocas veces de las terminaciones finales, y me asalta la duda, ¿si una casa en América del Norte (las series que veo generalmente son en Canadá o EE.UU.) puede costar varios miles o millones de dólares y ser considerada de primera calidad, porque aquí no lo hacemos? La casa de madera es ninguneada, no es de 'material' y no se ve como algo permanente. Los ejemplos internacionales de países con amplia trayectoria y que deberían inspirarnos, como Japón, por ser hermanos en los terremotos, o los nórdicos, por la abundancia de madera, no resuenan acá.

Afortunadamente de a poco el panorama está cambiando, como lo demuestra la casa que mostramos en esta edición, en el sur y proyectada por Cazú Zegers, donde toma lo vernáculo y lo eleva con un nuevo lenguaje. Pero hay que meterle velocidad al proceso y apurar los cambios; la tecnología existe, la materia prima la tenemos (a pesar de que seguimos exportando miles de metros cúbicos de madera sin mayor valor agregado), solo falta generar un cambio sobre cómo es percibida, subir la valorización de la marca 'madera'. Ponerla en primera línea, no como una competencia al ladrillo y hormigón, sino como una alternativa innovadora, rápida e igual o más eficiente, puede ayudar a que muchos cumplan antes con el sueño de la casa propia, y para siempre.

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