Identidad brasileña
Más que la fabricación de muebles, lo que ocurre en el estudio de Sérgio J. Matos es un entramar de historias y lazos afectivos. Agradecido de la libertad que le heredaron los hermanos Campana, el diseñador brasileño sigue exitosamente el camino de la identidad brasileña y la preservación de las técnicas ancestrales; prueba de ello es el revuelo que causó en la versión 2020 de la Feria Ambiente.
Sérgio J. Matos dice que lo único que le pidieron para ser uno de los cinco estudios que representan a Brasil, el invitado de honor en Ambiente 2020, fue traer piezas que reflejaran la identidad de su país. Lo dice como si fuera algo fácil, pero en verdad ha significado para él muchos viajes por distintas regiones (especialmente del norte y nordeste), muchas horas (incluso días) de conversación para ganar la confianza de artesanos en comunidades indígenas y una cantidad importante (y notoria) de generosidad y amor por su tierra.
"Trabajo con el gobierno de Brasil desarrollando productos con comunidades indígenas en el Amazonas para que ellos puedan venderlos. De hecho algunos están acá, seleccionados en el stand de Tendencias de Ambiente 2020. De ese contacto y colaboración saco también las ideas para hacer los productos de mi estudio. Muchos de los conceptos con los que trabajo vienen del nordeste de Brasil, tienen algo de cultural, de fiestas populares, del vestuario de su gente; así como mis materiales, que no son usuales en mobiliario, como cucharas de palo o cintas de montura de caballo", explica Sérgio.
Su primera experiencia enfrentando su visión del diseño con el público global fue en el salón del mueble de Milán, en 2010. Cuando la gente se enteraba de que era brasileño decía: "Ah claro, por eso tanto color", pero para Sérgio lo más fuerte eran las historias detrás de cada mueble. "Siempre hay un concepto, pero trato de que no sea obvio. Tengo mucho cuidado también para no sacar la identidad de las comunidades. Desarrollo productos exclusivamente para que ellos los fabriquen y vendan, como los que vas a ver en la selección de Tendencias. Por otro lado está la producción de muebles de mi estudio, en Campina Grande. Lo artesanal en Brasil es muy fuerte y diverso, no tiene un solo lenguaje. El trabajo con los indígenas para mí es lo más bonito que hacemos. Tenemos que acercarnos con muchísimo respeto. Paso alrededor de una semana solo hablando, solo averiguando lo que hacen, qué tipo de tramas y de materiales utilizan. Saco las ideas, los conceptos; tiene que haber algo de la comunidad, de la etnia. Desarrollo los productos en el estudio y regreso a la comunidad para hacer los prototipos. Después ellos continúan con la producción. Pero este no es un mérito solo de mi estudio, es del gobierno, que tiene un programa llamado Brasil original que es muy bueno. Yo entro como diseñador, hay otros consultores en negocios, redes sociales, fotografía. Porque la gente no sabe manejar esas herramientas; les enseñamos de todo para que trabajen con total independencia".
Sérgio ha trabajado con artesanos que recibían entre 3 y 5 reales por sus piezas, cuando no las cambiaban por comida o ropa usada.
Después de recibir la orientación necesaria hoy algunos pueden cobrar desde 200 y hasta 1800 reales por su trabajo. "Los ayudamos a salir de su mercado local, que es donde menos ganan. Los ponemos en una gran feria de decoración en São Paulo, donde se vende más. Ahí la gente compra directamente con la artesana". Para que nos hagamos una idea de cuán lejos pueden estar a veces de concebir un producto comercializable, Sérgio cuenta que una vez pasó 10 días trabajando con una comunidad indígena. Todo ese tiempo estuvieron aprendiendo a hacer un frutero y no fue hasta el último día que una señora se atrevió a preguntar ¿Qué es un frutero?. "Ellos no tienen idea de lo que el mercado quiere comprar. Ahí entra el diseñador. Se da una coautoría: yo no domino la técnica, pero entiendo lo que los mercados requieren. Es mi diseño, la técnica y sus habilidades manuales que se complementan y hacen un producto".
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EL MOMENTO PERFECTO
Ambiente es una feria gigantesca, una de las más grandes del mundo, y cada año entrega un espacio privilegiado a los objetos que ellos seleccionan para hablar de tendencias. Bajo una serie de conceptos crean conjuntos que reflejan modos de vivir diversos pero no antagónicos. Que dos cestos inspirados en nidos de aves, hechos con una fibra natural llamada Aruma por una comunidad indígena del Amazonas hayan volado casi 8 mil kilómetros hasta Ambiente en Frankfurt, que otros objetos similares vayan a Maison&Objet, en París, era prácticamente imposible hace una solo una década.
"Para ellos acá en Europa esto es nuevo. Cuando se han sufrido pérdidas el rescate de la cultura y la artesanía se vuelve muy importante. Estos productos fueron elegidos porque les gustó su forma, su diseño, sus colores, pero les gusta mucho más la historia. Quieren saber de la gente que los hizo, de las artesanas indígenas del Amazonas", explica Sérgio.
Por esos largos años en que muchos diseñadores sudamericanos vivieron obsesionados por ser el siguiente Philippe Starck, Sérgio responsabiliza a las universidades: "Hace 20 años estudié en una universidad pública de Brasil y todos los libros eran de diseño europeo, escandinavo, americano. Había poquísima información de diseñadores brasileños. Eso me preocupaba mucho. ¿Dónde estaba nuestra identidad? Desde 2010 hasta acá ha cambiado mucho el panorama del diseño en Brasil. Las empresas dejaron de hacer copias y empezaron a invertir en diseñadores brasileños. Hoy tenemos tiendas que venden solo diseño brasileño. Eso hace 10 años atrás era imposible. La gente no valora lo que es de su lugar. Es una cuestión de autoestima muy fuerte. 'No quiero artesanía porque es cosa del pueblo, de gente pobre. Quiero algo sofisticado'. Pero esa idea ahora cambió, la gente mira un objeto artesanal y tiene una sensación de calidez interior, o una reminiscencia de la infancia, de las madres, de las abuelas. Ahora la gente quiere revivir ese calor en sus casas".
¿El futuro del diseño podría estar en Sudamérica?
Me imagino que sí porque tenemos muchísima información con la que trabajar.
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