Como en todos los ejercicios nostálgicos, tu primera impresión del remake de Mario vs. Donkey Kong para Nintendo Switch dependerá mucho de tu experiencia con el original, lanzado para el Gameboy Advance hace 20 años.
En mi caso, el juego pasó sin pena ni gloria por el arsenal de emuladores que habitaban mi PC, pero también en su contexto, se trataba de un juego para una plataforma que meses más tarde sería reemplazada por la Nintendo DS. En paralelo, Half-Life 2, GTA San Andreas y Halo 2 eran las cosas que de verdad uno quería jugar.
Eso no significa que la serie haya fracasado. Tuvo tanto éxito que le valió contar con una secuela y luego una serie de juegos basados en los Mini Marios y ahora, un remake también en el que probablemente sea el último año de este hardware y con un mercado lleno de experiencias demandantes de tiempo, calidad y recursos.
La diferencia clave, en estos momentos, es que hoy el estado de la industria está tan saturado que la propuesta de Mario vs. Donkey Kong se siente como un pequeño oasis de gratificación instantánea, a pesar de que, salvo su estética, sigue siendo un diseño de hace dos décadas.
Para los que no conocen del juego, un repaso: Se trata de un puzle plataformero, en donde Mario debe superar niveles inspirados en la física del clásico Donkey Kong de arcade. Mario puede moverse, saltar y en ocasiones utilizar un mazo para recorrer niveles llenos de plataformas en donde tendremos que encontrar llaves para abrir puertas.
La gracia de este juego en particular es la cantidad de elementos que va introduciendo de a poco y que van complejizando y haciendo cada nivel, a medida que se avanza, en un rompecabezas más complejo. Al principio solo requerirás ser preciso con tus movimientos y saltos, además de usar la mecánica principal de todo el juego: usar tres switches de colores que activan elementos como plataformas y escaleras, mientras desactivan las otras.
Pero mientras avanzan las etapas se van sumandos más elementos como pisos de hielo, bombas, lianas para trepar, trampolines, bandas de movimiento, cañones y más que hacen la resolución de puzles más entretenida y fresca. Es básicamente la estructura más pura de un buen juego de puzles, pero sin ir más lejos.
El principal elemento de dificultad cuando avanzas en los niveles es el tiempo. Si bien al principio no logra percibirse como una amenaza, el hecho de que todos los niveles tenga un límite de tiempo lo obligan a uno a ir mezclando la búsqueda de la solución con la precisión de los saltos, sobre todo si quieres superar los niveles al 100%.
Hoy hablamos de la filosofía de diseño de Nintendo que entrega capas de dificultad dependiendo del usuario, pero da gusto ver que esto ya existía hace 20 años: en Mario vs. Donkey Kong puedes pasar los niveles tan solo tomando lo mínimo: una llave y un mini Mario con mucha facilidad, pero si quieres pasar el juego al 100% tendrás que además recoger las tres cajas de regalo que aparecen en cada etapa y que requieren muchas veces un poco más de interacción con los escenarios, con los enemigos y con los ya comentados switches.
Cosas que no envejecieron bien, por otro lado, son las batallas con los jefes de cada mundo -Donkey Kong lanzando barriles- que comienzan como unos lindos tributos a Donkey Kong de Arcade pero rápidamente se quedan sin ideas y se vuelven enfrentamientos repetitivos en donde uno solo se preocupa de no recibir daño para sacarle la estrellita al nivel. Para la creatividad del resto de los puzles, los jefes no funcionan bien.
Visualmente, se trata de una adaptación muy atractiva, corriendo a 60 cuadros por segundo y con todos sus elementos claros, incluso a través de sus diferentes escenarios que van desde fábricas hasta montañas nevadas, pasando por junglas y ciudades. Los controles también son extremadamente sencillos: Te mueves con el stick o la cruz direccional, hay un botón para saltar y otro para tomar objetos.
Pero lo mejor es a mi juicio la música, totalmente instrumental y con toques de jazz que te obligarán a buscar el OST en YouTube para seguir escuchándolo mientras trabajas. Así es como sabes cuando tienes una buena canción para un juego más reposado que de acción y casi todos sus temas pasan la prueba del tiempo.
Ahora bien, la pregunta más importante a la hora de enfrentarse a este juego es: ¿Vale la pena por su precio? Porque estamos hablando de un juego de puzles que sí, tiene espíritu indie, controles sencillos, niveles cortos y a pesar de lucir como un juego de esta época, es más bien una experiencia arcade. Y para muchos, eso convive más en el rango de los juegos de “menor valor” que el resto.
Y en efecto, Mario vs. Donkey vale un poco menos que el resto (50 dólares o 45 mil pesos chilenos si lo quieres físico) pero al menos Nintendo se esforzó en hacer que el precio estuviera justificado: hay dos mundos totalmente nuevos, elevando de 6 a 8 los escenarios, los que ya cuentan con 8 niveles cada uno. Además están los niveles “Plus” y una tercera tanda de niveles expertos que solo están disponibles en esta versión, llevando al juego a un total de 130 etapas.
Además, incorpora un modo de dos jugadores que puede activarse simplemente usando los dos Joycon, donde de manera simultánea un jugador asume el rol de Mario y el otro de un Toad para convertir la experiencia en algo cooperativo.
El modo cooperativo posee sus propias estrellas, a pesar de que los niveles son prácticamente iguales a los de un solo jugador, solo con algunos cambios que obligan a que ambos jugadores estén en constante movimiento y tengan que aportar para resolverlos. Por ejemplo, las puertas en lugar de necesitar una llave, requieren dos. Aunque también puede ser visto como un modo aun más sencillo, con uno de los jugadores preocupado de los switches y otro, más hábil, de saltar y pasar el nivel. Y es algo que sirve para aprovechar que el juego ya no es solo portátil, sino que también puede lucir y muy bien en televisión.
Pero lo más importante es que más allá de lo agregado, Mario vs. Donkey Kong sigue siendo un juego que entrega, en concepto, lo mismo que hace más de 20 años, solo que ahora, en mi contexto, cobra mucha más importancia por ofrecer algo diametralmente opuesto a lo que se han convertido los juegos más populares que, curiosamente por la vejez del hardware de la Switch, han llegado a cuentagotas.
Para mi fue un respiro encontrarme con un juego bonito, bien hecho, para jugar sin prisa y sin exigir el exceso de sidequests, crafteo, diálogos eternos, cinemáticas y pases de temporada que priman hoy en la industria triple y cuádruple A. Creo que ese es su principal aporte en tiempos actuales, pero también considero que está tan apegado a su fuente original que tampoco hace nada original ni revolucionario como para que le guste a gente que no gusta de los puzles. Mario vs. Donkey Kong es un gran título que merece tu tiempo, pero así como ya han aparecido muchos en los 20 años que tuvimos que esperar para este remake.