Hay un dicho que dice que no hay vino malo, sino que todo depende del momento en el que se tome y la compañía con la que uno esté. Creo que no hay nada más cierto que esa frase aprendida hace ya varios años en una de las tantas catas a las que asistí en mis inicios como periodista. Y sin saber mucho de este mundo, más allá de que me pudiera gustar más o menos una cepa, poco a poco fui descubriendo un mundo fascinante, donde se entrelazaban los cinco sentidos.
Pero ¿en qué hay que fijarse cuando uno está probando y bebiendo un vino para entenderlo más a fondo? Aquí les damos los tips básicos para comenzar a catar o probar este brebaje, los puntos esenciales en los que hay que fijar- se para comenzar a reconocer un vino de otro, una cepa de otra y empezar a desarrollar su propia opinión.
Al degustar un vino debemos deshacernos de cualquier miedo que se pueda tener, pues nadie es dueño de la verdad en el proceso evaluativo de todo producto que se pueda categorizar.
La forma en que se nos muestra el vino en la copa es muy importante y nos dice mucho sobre la salubridad de éste. Aquí van algunos criterios a considerar para una correcta evaluación visual de un vino.
Degustar es algo personal, en donde la memoria objetiva como subjetiva cumplen un rol fundamental. Primero viene la fase visual. El observar un vino con atención puede indicar ciertas características sobre la variedad y su posible edad. Lo ideal es hacerlo sobre una superficie blanca, con buena luz natural y con la copa levemente inclinada.
La claridad es un concepto a tomar en cuenta, pues el vino no debe presentar ningún tipo de enturbiamiento. Es decir, es fundamental que sea un líquido lo más claro posible.
Si hay presencia de sedimentos en forma de cristales esto no quiere decir que el vino esté defectuoso. Pueden ser depósitos de taninos o bien cristales de tartratos que no se consideran defectos y no son nocivos para la salud. ¿Un consejo? Use un buen decantador de vidrio o de cristal y con ello podrá eliminar estos elementos que no queremos en nuestra copa.
Al examinar el color podemos deducir una serie de datos sobre la variedad de uva, estado, su origen y edad de un vino. Pero hay que dejar claro que la falta de color en un vino no estable- ce ni detenta calidad alguna de éste.
Hay algunas variedades, como el Pinot Noir, cuyas pieles tienen poca pigmentación y sus vinos, por ende, tienden a hacer con menos color que otras variedades tintas, pero en ningún caso nos indica la calidad de un producto frente a otro.
Dependiendo de la intensidad de color, se pueden clasificar en vinos de Capa Alta, Media y Baja. Y una manera práctica de saber a qué capa corresponde un vino es tratar de leer algo a través de la copa sobre la super cie blanca. Si se lee claro, el vino es de capa baja; si cuesta leer, pero se ve, será de capa media, y si no se logra leer nada, será de capa alta.
Observar el color de los bordes de un vino en una copa nos puede decir mucho sobre él, aunque en las variedades blancas es mejor mirar su color en la parte central de la copa. En los blancos más jóvenes el color varía de amarillo pajizo a prácticamente translúcido o transparente, mientras que en vinos con más años en botella el color puede variar desde amarillo medio a amarillo dorado.
En los vinos tintos, el borde del vino, conforme avanza su edad, pasa de un color violáceo a un anaranjado, indicándonos evolución. Inclusive, a veces un tinto puede tener un color marrón, lo que nos indicaría que posiblemente este vino ya ha perdido gran parte de sus características organolépticas ideales.
Cuando hablamos de espumantes no hay problema de que existan burbujas, obviamente, al igual que una pequeña cantidad de burbujas en vinos blancos es aceptable y no afecta el producto. Pero atención, porque en los tintos las burbujas pueden significar que el vino ha realizado una segunda fermentación en la botella, lo cual sí podría afectar su calidad.
Al momento de agitar o girar una co- pa de vino, es normal ver las famosas lágrimas que mucha gente les atribuye una cualidad de calidad al vino, lo que lamentablemente no es correcto, ya que las lágrimas en las paredes de una copa de cristal o de vidrio, su consistencia y forma de caer, solamente nos indican información sobre la cantidad de alcohol y glicerina contenida en el producto.
Como segundo gran paso está la par- te olfativa, girando la copa para que los aromas logren abrirse y expresar- se. Aquí, un buen consejo es hacer pequeñas inhalaciones con la boca ligeramente abierta para ayudarte a discernir mejor los diferentes aromas.
Los aromas (y sabores) del vino se pueden clasificar en tres categorías diferentes: Primaria, Secundaria y Terciaria, las que tienen diferentes orígenes.
Los aromas primarios son los que provienen de la misma uva, que expresan la variedad, pero también su lugar de origen o ‘Terroir’. Son aromas muy orgánicos y que nos recuerdan a frutas, vegetales, ores y ciertas notas minerales. Se puede decir que es la expresión de la viticultura.
Ahí los grupos se separan en frutales, orales, vegetales y herbáceos y minerales. Luego están los aromas secundarios y que se generan dependiendo del tipo de fermentación que realiza un vino.
Para terminar están los aromas terciarios o también conocidos como buqué, que se dan principalmente por la guarda en barricas o fudres (contenedores de mayor tamaño también de madera) y que continúa luego en la guarda en botella.
El último paso de la cata y quizás la que más disfrutan algunos es la de probar el vino. Se sugiere servir una pequeña, pero suficiente cantidad de vino, a una correcta temperatura, en una copa limpia (1/3 será más que suficiente para degustar) para que nuestras papilas gustativas junto a nuestra memoria logren hacer su trabajo.
Se debe tomar una pequeña cantidad que permita que toda la boca, lengua y también la parte interior de las mejillas entren en contacto con el vino. Ahí será el momento de hacer una pequeña inhalación por la boca semiabierta para que el aire entre idealmente por la parte superior de la lengua y así sentir los aromas en su máxima expresión.
Tras esto, se recomienda escupir o botar el vino en un escupidero y volver a realizar el mismo procedimiento de degustación. Importante es que tras cada vino que estemos probando, podamos limpiar la boca tomando un poco de agua a temperatura ambiente o bien comiendo algo neutro, sin mucho condimento o aliño, como pan o unas galletas de agua.
Y así, siguiendo estos pasos, pero sobre todo con mucha paciencia, concentración y dedicación, ya que como en todo la práctica hace al maestro, verás cómo poco a poco comienzas a descubrir el fascinante mundo que se esconde tras cada copa de vino.