Federico Sánchez no pasa inadvertido. Y eso no es sólo por su particular y colorida forma de vestir, o por su blanco pelo o su barba, del mismo tono, casi perfectamente desordenada. También por su forma de ser y excentricismo que ha ganado notoriedad en la última década gracias al programa City Tour, que conduce junto a Marcelo Comparini en el canal 13C y que nació casi por casualidad.
Algunos lo quieren y lo idolatran, y otros no tanto. Algunos comulgan con su forma de ser y otros lo detestan. Lo cierto es que él ha sabido convivir con esta especie de “fama” o reconocimiento del público, siempre respetando la opinión del resto, pero no por eso esas manifestaciones se meten en sus entrañas. Es deslenguado, atrevido y directo. Y más de alguna vez eso le ha causado un problema. Pero como dice él, “yo me declaro un hueón liberal. Genéticamente puro en lo que significa la palabra. Creo que en cualquier sistema que promueva las libertades del individuo y todo lo que eso significa. Mucha gente se pierde conmigo, algunos piensan que soy 'facho', otros me tildan de todo lo contrario y muchas veces eso genera todo tipo de roncha en Chile… Yo voy por la vida sin hacer daño a nadie, pero, por sobre todo, sin hacer daño a lo que soy, por eso trato de ser y vivir consecuentemente con mi forma de pensar”, expresa.
Disperso, acelerado y culto deben ser las características que más resaltan de él a buenas y primeras. Sin ir más lejos, esta entrevista duró cerca de siete horas, dividida en cuatro etapas. Pero cuando se ahonda en la conversación con él, sin duda que sobresale su nivel de reflexión y su capacidad de unir cables sueltos, que sólo un hombre con su nivel de cultura es capaz de lograr.
Así, en medio del confinamiento, entre llamadas que iban y venían, recorrimos la historia del automóvil, sólo para llegar a la respuesta de la primera pregunta de esta entrevista: ¿Afectará esta pandemia al mundo del automóvil en su concepción?
» Amante del auto
De profesión diseñador y arquitecto, reconoce que este tiempo en casa ha sido impagable. “Yo soy bien sociable, una persona que le encanta conversar, porque uno aprende una brutalidad cuando verbaliza, pero también soy un tipo bien tranquilo, que amo estar en mi casa. Debe ser por todo lo que viajo (el año pasado pasó casi 190 días fuera de su hogar haciendo el programa del 13C). Este tiempo he aprovechado de leer, mirar el techo, trabajar en compañía de la familia y pasarme una tarde viendo documentales. Carezco absolutamente de la ansiedad, por lo que no tengo expectativas de un día, más bien me dejo sorprender con lo que pasará”.
Pero esa calma y tranquilidad le juegan una mala pasada con su otra pasión, esa que tiene que ver con el mundo del automóvil y todo lo que lo rodea. Piloto aficionado, tiene una pequeña colección de autos, que va más allá del hecho de poseerlos, sino que tienen que ver con que es un verdadero erudito en el tema.
Para Sánchez, el auto es la máxima expresión del arte. “Hoy, una persona no necesita ir al museo para deslumbrarse con piezas artísticas, es cosa de salir a la calle y ver lo que hay en ella. Sobre esos cuatro neumáticos se esconden historias fascinantes que no son más que el fiel reflejo de lo que hemos sido en la humanidad en las últimas décadas. En él es posible desglosar cada una de las etapas del hombre del siglo pasado”, añade.
¿Cómo une su pasión de educar a través de la televisión en un tema tan complejo, como es la arquitectura, con el mundo de los autos?
Cuando yo llegué de Argentina a los 13 años, me llamó poderosamente la atención que la gente no quisiera ni valorar su ciudad. Luego, cuando estudié Diseño y Arquitectura me di cuenta de que me gustaba hacer clases, y cada vez fui buscando la forma de agrandar “mi sala”, primero con charlas y luego con la televisión, con la que podía llegar a gran audiencia. Pero ahí, para lograr interesar al público, debía ecualizar mi mensaje, lo que quería decir que llegara a todos. Me encantó el entender cómo lograba neutralizar los contenidos para llegar a todos y lograr traspasar mi pasión. Ahí lo importante era el relato, que tuviera los ingredientes necesarios no sólo para lograr el objetivo, sino también traspasar a lo emocional.
Lo mismo pasa con el mundo de los autos. El auto nace como un tema funcional, con el objetivo de llevar a una persona de un lado para otro. Pero eso es una sola parte de esta maravillosa máquina, puesto que el auto también surge de un relato cultural-tecnológico, de una mirada, de una expresión del arte, de cosas complejísimas, que no le quita ser un objeto funcional, pero que lo transforman en un objeto de arte.
¿Qué ve usted en los autos que el resto no?
Las cosas tienen muchas capas, cuando tú te pones ante ellas, puedes ir revelando los detalles, ir accediendo al objeto en sí. Y lo maravilloso del auto es que si uno logra entenderlo y va revelando capa a capa, te das cuenta de que estás frente a uno de los elementos más democráticos del siglo XX.
Seguir la conversación con Federico Sánchez no es fácil. Si bien por momento sus idas y venidas en hechos históricos te hacen perderte en el tiempo, al final del raconto, ves la luz de lo que busca decir…
¿A qué se refiere con que el auto es un elemento democrático?
El auto ha ido a la par de esta democratización, de esta efervescencia de la democratización del siglo XX. No es cualquier cosa, es un elemento de consolidación de este imaginario moderno.
Es concreto, responde a una serie de necesidades del hombre. Pero en él vas construyendo un lenguaje que tiene que ver con una belleza, pero también con una cierta oda a la tecnología y, por otro lado, es un símbolo social de estatus.
Federico Sánchez reconoce que cuando hace estos análisis se emociona, pues no sabe si la complejidad de su relato es capaz de dar a conocer y explicar la magnitud de la importancia que tiene el auto en la sociedad de hoy.
Para él, el auto cambió la idea de tiempo y distancia en la configuración de los territorios. “La gente en la Edad Media nacía, vivía y moría a 25 kilómetros a la redonda. En la actualidad, eres capaz de recorrer 250 kilómetros en un día sin problemas. Ir y venir”.
¿Y en qué se ve reflejado ese impacto?
El auto ha tenido un impacto tan profundo, que es más que su uso práctico, es un lenguaje. Hoy tiene un lugar ganado en el sistema, que es más que la misma sociedad. Hoy, un hombre es capaz de dar cuenta de su poder, de su bondad, de su belleza, a través de este elemento llamado auto. Y eso es lo maravilloso y a la vez asombroso, pues es la consolidación de un lenguaje.
» Guarisapo mecánico
Para Sánchez, cuando nace el autómovil es un conjunto de piezas y partes segregadas. “Es como que le fueron enchufando las piezas de acuerdo a las necesidades con los conocimientos básicos que se tenían en ese momento. Se necesitaba luz, ¿qué alumbraba? Un farol de la casa… ¿En qué me siento? En un sillón… y se los pusieron. Estoy hablando de la primera parte, esa de fines del siglo XIX y comienzos del XX. La primera etapa de un proceso de evolución del automóvil. Era un guarisapo mecánico”.
A medida que fueron pasando los años y las marcas comenzaron a entender la importancia que tenía este vehículo y lo que comenzaba a significar en las personas, el auto se fue transformando en un cuerpo continuo y unitario.
“Estos tapabarros que antes eran unas huinchas empiezan a integrarse al cuerpo, y esos faroles a tomar un lenguaje más sintético. Si a eso se suma que los autos comienzan a ser tratados con belleza… todo se fundió y realmente la historia del automóvil ha sido fenomenal. Es bello y práctico.
¿Qué es lo que cambia?
Una vez que comienza a constituirse de forma unitaria empiezan a hacerse alusiones e ideales. El hombre quería llegar a la Luna, todo el imaginario de cómo llegar a la Luna y los autos interpretan esa voluntad y contaban su historia a través del diseño, la idea de volar más allá de la tierra. Se transforma en un objeto alusivo.
¿Cuándo se despega de ese pensamiento colectivo?
Es que de pronto el auto empieza a crecer, y empieza a tener valor. En los 60 y 70 empieza a contar su propia historia. En la década de los 80, que aún seguía concibiéndose por una lógica escultórica (porque los escultores se modelaban en greda y otros métodos) y por otro lado muy arquitectónica. Eran concebidos por flancos o fachadas, como un edificio, como el BMW e30, para mí uno de los ejemplares más característicos de esta época y uno de los que recogen ese ideal y lo mezcla con una belleza única. Hay tres cuerpos completamente separados.
¿En qué momento comienza el cambio?
Cuando termina la década del 80 comienza la fluidez en los diseños y aparece el uso de la tridimensionalidad.
¿Cómo se explica eso?
Donde más se reconocen estos cambios es en los focos, cuando estos ya no sólo están mirando de frente, sino que poco a poco empiezan a tomarse tímidamente el lado del auto. Lo mismo pasa con los intermitentes, que también comienzan a abrazar las esquinas de los autos.
La explicación a esa evolución es la incorporación de métodos computacionales que se entrelazan con los mejores diseñadores, quienes comienzan a explotar este recurso, gradualmente, a lo largo de la última década del siglo pasado.
Para el arquitecto hay una serie de cosas que comienzan a cuajar y que venían dándose en el mundo del arte, la tecnología, la escultura y que permiten que aparezcan autos que son, para él, extraordinarios, verdaderas odas a la continuidad.
“Antes de esta década es cierto que el diseño automotriz se caracteriza por tener quizás los modelos más hermosos que se han hecho. Los Lamborghini de Marcello Gandini o los Ferrari de Leonardo Fioravanti son obras maestras y de arte, pues son verdaderas esculturas, ya que aprendieron de los mejores artesanos”, explica Sánchez, quien agrega que “uno podía comprarse un auto y tener afuera de su casa una verdadera obra de arte. Y para mí, ese es el gran proceso en el siglo XX, la democratización del arte”. Y va más allá. “El auto es lo menos elitista que hay hoy, pues fue capaz de populizar grandes ideales de la modernidad. Eso estaba antes reservado a las élites. Hoy está disponible para todos en mayor o menor grado".
¿En qué está el diseño de los autos de hoy?
Para mí, estamos en una era barroca, pues siento que estamos en la dramatización de los volúmenes, en la búsqueda exacerbada de esta tridimensionalidad. Si tuviéramos que acuñar un término sería neotecnobarroco.
¿Cree que las personas dimensionan la importancia que tiene el auto en sus vidas?
No sé si lo harán conscientemente y se darán cuenta de que el auto es la prolongación de su casa. Queremos tener los mejores sillones, el mejor equipo de música, las mejores pantallas, todo es una extensión de la idea de casa. Porque hoy vives en el auto, ahí pasas gran cantidad de tiempo del día, conectado contigo y con él. Hoy los autos están en el centro del imaginario.
¿Cómo serán los autos del futuro?
En su lógica, en su estatus, van a ir interpretando la voluntad del hombre, y estoy seguro de que jamás van a dejar de ser piezas de seducción. Por ejemplo, si hoy estamos en la era de la sustentabilidad, las marcas tomarán el guante y asumirán ese desafío. Si serán autónomos, lo serán, pero siempre va a seguir siendo una proyección de mi persona, de tus aspiraciones. Es un alter ego mecánico. Si nuestras aspiraciones son buscar nuevos mundos, así serán los autos.
¿Cree que esta pandemia podría afectar el diseño de los autos?
Ellos no sólo van a adaptarse a las necesidades, sino a las aspiraciones. Hoy no creo que las marcas estén pensando en eso, pero recordemos que el auto no es sólo una cosa, sino cuántas cosas quieres que sea. Si necesita espacio, lo tendrá, pero a lo mejor lo que quiere es sumergirse en una nave. Tal como ha ocurrido hasta ahora en un auto, no sólo correrán las decisiones racionales, sino también las emocionales. MT