“Te dijimos que íbamos con todo, que el oro era nuestro objetivo y lo logramos. ¡Estamos felices!”. Fue el mensaje personal que recibí un par de horas después de que las remeras nacionales Antonia y Melita Abraham se colgaran en sus pechos su primera medalla de oro en los Panamericanos de Lima -y la sexta para Chile- luego de apabullar a la dupla de Canadá en la prueba de Dos Remos Largos. Luego vendría la segunda dorada, en la modalidad de Cuatro Pares de Remos Cortos Femenino, donde ambas compartieron con Soraya Jadue e Isidora Niemeyer la parte alta del podio.
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Nacidas el 7 de julio de 1997, Antonia y Melita son dos de los cuatrillizos que forman la familia Abraham Schüssler. Los otros dos son varones y también remeros.
Costó un par de semanas poder coordinar la entrevista, después entendería el porqué. La realizamos justo antes de que firmaran su nuevo auspicio con Kia, marca que se transforma en uno de los pocos aportes privados que tienen.
Sentadas como dos niñas buenas, me piden disculpas por los cambios de locación y día, y se excusan de que están extremadamente "concentradas" en la previa antes de los Panamericanos. Se relajan y la conversación fluye en una de las oficinas de la marca coreana. Ahí, Antonia y Melita demuestran en cada palabra que se complementan a la perfección, que si una está hablando, la otra escucha. Se miran, si a alguna le falla la memoria, la otra la ayuda... si una ríe, la otra también. Si una se emociona, es imposible que a la otra no le caigan las lágrimas y la abrace.
Físicamente no se parecen tanto, solo cuando sonríen son como dos gotas de agua, más por la luz que irradian que por la fisonomía.
Venían llegando de una gira por Europa, donde participaron en unas fechas de la Copa del Mundo, donde tuvieron buenos resultados, los que les sirvieron para darse cuenta del nivel en que estaban. Por eso se fueron confiadas, respetando a sus rivales, pero también con la certeza de que llegaban como favoritas a la cita continental.
"Nos vamos a perder ir al Mundial Sub 23, donde teníamos que ir a defender nuestro título, pero nuestra prioridad siempre es Chile, nuestras metas están claras y, por supuesto, que competir por nuestro país en este tipo de certámenes es mucho más importante. Queremos esa medalla de oro, no vamos a ir a luchar por un bronce o por una plata. Hemos entrenado muy duro por conseguir ese objetivo y lo vamos a dar todo para irnos con él", comenzaba la entrevista Antonia, la más alta de las hermanas y la que a simple vista parece ser la más tímida. Y Melita la complementa. "Creo que vamos como favoritas, pero nunca hay que desmerecer al rival, por el contrario, siempre lo respetamos. Primero hay que competir, en el agua es donde hay que demostrar lo que uno ha trabajado".
¿Cómo es eso de estar las 24 horas del día juntas?
Antonia: En general, tenemos buena convivencia, pero llega un momento en que a veces necesitamos nuestro espacio, porque hacemos casi todas las cosas juntas. Quizás por eso a veces nos empezamos a enojar, pero cada vez es menos.
Melita: Y es que hemos ido mejorando con la madurez. Piensa que nosotras partimos remando a los 10 años, tenemos 22, por lo que más de la mitad de nuestras vidas la hemos pasado remando juntas y compartiendo mucho más tiempo de lo que lo hacen los hermanos comúnmente. Siempre vamos juntas en los botes, si no es así, estamos compitiendo en contra. Pero siempre juntas. Yo veo el remo y veo a mi hermana. No podría hacerlo sin ella.
¿Qué ha sido lo más difícil de estos años?
A: Ahora tenemos piezas separadas. Pero antes no, y la verdad creemos que nuestro período más complicado fue entre los 17 y 18 años.
M: Como que la etapa juvenil fue complicada. Empezamos a pensar distinto en algunas cosas, pero siempre tuvimos la confianza de respondernos y darnos nuestra opinión, sabiendo que íbamos a seguir queriéndonos y siendo hermanas. Y eso, a veces, no pasa con las amigas.
¿Nunca pensaron en ese momento en separarse?
M: Es decir, lo hicimos, pero no porque quisiéramos. Para los Juegos Olímpicos de Río cambié de dupla, pero porque mi entrenador me dijo, porque para llegar a Brasil tuve que cambiarme de categoría y yo, por mi porte y peso, podía, no así la Anto. Es cierto que remamos juntas, pero también tenemos sueños y metas distintas, y en ese momento mi sueño era ir a Río y esa era mi única opción de hacerlo.
A: Para mí fue un año difícil, yo también clasifiqué, pero por reglamento solo podía ir un bote. Y obviamente era mejor que fuera el doble. Para mí, quedarme sola fue terrible, me sentí completamente vacía. Fue muy complejo.
La conversación se detiene. Antonia, a pesar de su 1,78 metro, también parece ser más sensible y las lágrimas comienzan a caer. Se emociona y contagia a su hermana, que la abraza y la contiene.
M: Para las dos fue muy complejo (se emociona).
A: Piensa que veníamos de un 2015 increíble, con plata en el Panamericano de Toronto y en el Mundial. Y al año siguiente todo cambia. Para mí fue terrible. Me quedé sola, porque, además, yo entrenaba single, por mi cuenta. Me bloqueé un poco. Yo creo que me debe haber afectado en lo deportivo.
A pesar de ser unas veinteañeras, las hermanas Abraham son de una inocencia y de una pureza magníficas. Se abrazan, se miran con una complicidad única, buscando en esos pequeños silencios calmar esa antigua angustia, y pareciera, incluso, que se piden perdón por haber tenido que pasar por eso.
M: Nosotras no queremos ir a unos JJ.OO. a participar, nosotras queremos hacer cosas en grande, pero en ese momento no teníamos el físico para hacerlo. A pesar de que con mi otra compañera quizás podíamos hacer una buena dupla en la categoría menor, no había química y yo no sentía la misma pasión. Me faltaba la Antonia. Con ella todo fluye y no importa que demos ventaja física, nosotras tenemos otras fortalezas, que muchas duplas nos envidiarían: sabemos que las dos daremos el corazón en la regata, que no necesitamos decirnos nada para saber lo que piensa la otra y que juntas podemos llegar lejos. Tenemos los mismos objetivos y daremos todo para lograrlos.
A: Cuando nos separamos quedamos como cojas, como que la confianza no era la misma. Y eso se notaba. Aunque tuviera una compañera empujando detrás de mí, como que no sabía qué hacer, era todo muy distinto. Uno no confía de la misma manera, lo quiera o no.
M: Creemos que eso nos hizo trabajar un año más para luego conseguir el título mundial. Creemos que el habernos separado nos sirvió para darnos cuenta de cuánto nos necesitábamos y de la dupla que éramos.
M: Hay un antes y un después desde cuando nos separamos.Si queremos llegar lejos, nos dimos cuenta de que yo sin ella y ella sin mí no lo vamos a lograr. Y creo que eso también lo entendió nuestro entrenador, que vio que, efectivamente, nos complementamos a la perfección y que somos capaces de suplir, incluso, la diferencia física, y esa ventaja que damos con el resto de las duplas, porque somos capaces de suplir esa carencia arriba del bote con la armonía, complicidad y potencia que logramos .
A: Quizás si no nos hubiésemos separado no nos habríamos dado cuenta jamás de la tremenda dupla que somos. Necesitas algo más que físico para enfrentarte a tipas que nos sacan 20 centímetros de altura y 15 kilos. Por eso hemos logrado lo que queremos. Para eso nuestra técnica tiene que ser perfecta y nuestra cabeza también.
Hoy no podemos entrenar más, creemos que estamos al límite de la cantidad de kilómetros. Hoy serán los detalles los que harán la diferencia y pasar de ser finalistas a ser medallistas en una cita olímpica.
El primer paso para llegar a esa meta es Austria, donde buscan uno de los 11 cupos directos para Tokio y donde competirán en la misma prueba en la que acaban de lograr el oro.
M: Si hacemos las cosas bien, deberíamos lograr este objetivo.
Las hermanas Abraham saben que aún les queda camino por recorrer. Con apenas 22 años sienten que mejores resultados podrían llegar recién en 10 años más. Y para eso se preparan con una disciplina ejemplar.
A: Nuestra vida está en el Centro de Alto Rendimiento de Curauma, que es el sueño de cualquier deportista de este nivel. Ahí vivimos, dormimos, comemos y respiramos remo. En esa casa hacemos nuestra vida y por eso nos cuesta tanto salir.
M: Llevamos seis años así y estamos convencidas de que es la forma de hacerlo. Tenemos la cabeza y la ilusión de lograr nuestros sueños. Vamos paso a paso, pero la pasión que tenemos, la actitud que le ponemos a este deporte, creo que es lo que nos ha permitido llegar hasta donde lo hemos hecho. MT