Amy Coney Barrett, la nominada menos popular a la Corte Suprema de EE.UU.
La jueza conservadora, que sigue la Constitución “al pie de la letra”, evadió ayer dar respuestas claras sobre aborto, matrimonio igualitario y racismo.
“Los jueces no pueden simplemente despertarse un día y decir: ‘Tengo una agenda, me gustan las armas, odio las armas, me gusta el aborto, odio el aborto’ y entrar como una reina e imponer su voluntad al mundo”. Con esas palabras, la jueza y nominada a la Corte Suprema de EE.UU. por el Presidente Donald Trump, Amy Coney Barrett, intentó calmar los ánimos ayer durante la segunda jornada de audiencias de confirmación al cargo, evadiendo dar respuestas claras en temas valóricos clave.
De acuerdo a encuestas compiladas por The Economist, la aprobación para que Barrett asuma el cargo de por vida -en reemplazo de la fallecida magistrada Ruth Bader Ginsburg- es de menos cuatro puntos, la cifra más baja alcanzada por cualquier postulante en más de tres décadas. El único juez que se acerca a esta baja popularidad es Brett Kavanaugh -el segundo nominado de Trump después de Neil Gorsuch en 2017- que recibió múltiples acusaciones de abuso sexual.
Conservadora, católica devota y de 48 años. El perfil de la jueza Barrett, que ayer llegó acompañada de sus siete hijos al Senado, es el principal foco de críticas.
A pesar de tener el cupo casi asegurado, ya que necesita el respaldo de al menos 50 de los 53 senadores republicanos, Barrett fue especialmente cuestionada por su postura frente al aborto en una audiencia marcada por el gel desinfectante y distanciamiento social debido a la pandemia.
La senadora demócrata Dianne Feinstein preguntó a la jueza si el histórico fallo Roe vs. Wade, que permitió el derecho constitucional a la interrupción del embarazo en EE.UU., fue apropiado y catalogó de “inquietante” la ausencia de una respuesta. En tanto, el senador demócrata Patrick Leahy argumentó que Barrett firmó en 2006 una misiva en su iglesia para revocar Roe vs. Wade.
Según The New York Times, la magistrada, de ser electa, podría ser el quinto voto que permitiría anular los derechos de aborto.
Sin embargo, la propia jueza se negó a dar información sobre cómo decidiría en estos temas amparada bajo la recordada frase de Ginsburg: “Sin pistas, sin pronósticos, sin avances”.
Al ser interrogada sobre cómo ve el racismo, la nominada de Trump respondió que “es una declaración obvia e indiscutible que el racismo persiste en nuestro país”. Incluso, fue más allá al señalar que lloró junto a su hija Vivian, de 17 años y adoptada en Haití, tras ver las imágenes del asesinato del afroamericano George Floyd a manos de la policía en Minneapolis, que provocaron “conversaciones difíciles” con su familia.
La candidata al máximo tribunal de EE.UU. defendió que podía separar sus creencias religiosas de su trabajo y que, tras su nominación el 26 de septiembre, ella y su esposo “sabían que nuestra fe sería caricaturizada y que atacarían a nuestra familia”.
En esa línea es que el matrimonio igualitario -respaldado por más del 60% de los estadounidenses en un promedio de sondeos- sería una de las legislaciones “amenazadas”, lo que coincide con la solicitud de dos jueces conservadores, Samuel Alito y Clarence Thomas, para revisar el fallo de 2015, que lo transformó en derecho nacional.
Los demócratas que ven una “derrota política” con la llegada de Barrett intentan destapar todas las decisiones judiciales impopulares de la jueza con una serie de duros cuestionamientos frente a la estrategia de “elogios” de los republicanos que buscan posicionarla antes de las elecciones del 3 de noviembre. En tanto, la exprofesora de Derecho que sigue “al pie de la letra” la Constitución queda ad portas de permitir el giro conservador en la corte para los próximos años.
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