Bielorrusia: Lukashenko bajo presión y la atenta mirada de Moscú

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Un manifestante sostiene un cartel con la imagen de la opositora Svetlana Tijanovskaya en una protesta en Minsk. Foto: AP

El Presidente enfrentó ayer el octavo día de protestas contra su gobierno por los resultados de las elecciones y la represión de la policía. Rusia, en tanto, ha mantenido su hermetismo y monitorea lo que ocurre en Minsk.


Bajo la consigna de que se permita la entrada de médicos, de la prensa y para decirles a los detenidos que no están solos, miles de personas marcharon ayer hasta la famosa prisión de Okrescina en Minsk, capital de Bielorrusia, en el octavo día de protestas contra el gobierno de Alexander Lukashenko. El mandatario enfrentó ayer también la indignación de los trabajadores de fábricas de automóviles, que es su base de apoyo, y se abrió a un cambio constitucional para “compartir” poderes. Esto, bajo la atenta mirada de Rusia, que ya ofreció su ayuda para resolver la crisis.

Las manifestaciones se iniciaron el 9 de agosto, luego de que se conocieran los resultados de las elecciones en las que Lukashenko dijo haber obtenido el 80% de los votos, aunque la oposición ha denunciado un fraude electoral. Incluso en canales opositores han circulado imágenes de papeletas sin ser contabilizadas. Como respuesta, el gobierno ha reprimido duramente las protestas y se estima que más de 700 personas han sido detenidas e incluso muchos analistas indican que el número es de tal magnitud que se estaría construyendo un campo de detenidos en Slutzk, al sur de Minsk.

La candidata Svetlana Tijanovskaya, quien se refugió en Lituania y se ha transformada en la líder de la oposición, señaló que estaba lista para asumir sus responsabilidades y “gobernar” el país. “Estoy lista para asumir la responsabilidad y actuar como líder nacional para que el país se calme y entre al ritmo normal”, dijo.

Pero Lukashenko no soltará tan rápido el poder. El líder, que gobierna desde 1994, protagonizó un tenso cara a cara, en lo que se suponía iba a ser una amigable jornada con obreros en huelga de la fábrica de vehículos pesados (MZKT) y la planta de tractores (MTZ), quienes le gritaron: “¡Ándate! ¡Mientes!”. Los manifestantes portaban banderas blancas con líneas rojas que se han transformado en el símbolo de la oposición.

El repudio de los obreros es de gran relevancia, ya que es justamente la clase trabajadora el pilar del respaldo a Lukashenko y ahora le estarían dando la espalda, condenándolo por la represión policial durante las protestas y el resultado en las elecciones.

“No vivirán para ver el día en que haga algo bajo presión”, señaló, y agregó desafiante que no habrá nuevas elecciones “hasta que me maten”. Eso sí, se abrió a considerar cambios constitucionales para permitir alguna forma de reparto de poder, señaló el sitio web de Radio Liberty Europe, lo que muestra la presión existente contra el mandatario de 65 años. “Necesitamos adoptar una nueva Constitución. Hacer un referéndum, y puedes celebrar si quieres tanto elecciones parlamentarias como presidenciales”, sostuvo. Pero, los analistas se mostraban escépticos de que Lukashenko concretara la repartición de poder.

El rol de Putin

Hasta el momento, el Presidente ruso, Vladimir Putin, no se ha involucrado públicamente en la crisis de Bielorrusia. Sin embargo, Lukashenko habló con él tanto el sábado como el domingo sobre cómo fortalecer los lazos con Moscú. “Esta es una amenaza no solo para Bielorrusia”, dijo antes de la llamada telefónica del sábado. “Quiero decir que la protección de Bielorrusia hoy es nada menos que la protección de todo nuestro espacio”, añadió.

El domingo, Rusia “reafirmó su disposición a proporcionar la asistencia necesaria para resolver los problemas que han surgido” en Bielorrusia, sobre la base de los tratados de cooperación mutua de los países, que incluyen la prestación de ayuda en virtud de un pacto militar mutuo, dijo el Kremlin en un comunicado.

El centro de estudios R. Politik recuerda que Rusia tiene una significativa experiencia manejando las crisis en la región de los países de la exórbita soviética, aunque sus intervenciones no han resultado ser siempre exitosas. Por ejemplo, fue Moscú quien convenció a Eduard Shevardnadze que dimitiera como Presidente de Georgia, en 2003. Para ello, se envió al secretario de Exteriores, Igor Ivanov, para que ayudara a una entrega pacífica del poder al nuevo líder. Moscú, dice el think tank, esperaba que Georgia permaneciera pro-Rusia sin importar el resultado, pero no todo salió bien porque las relaciones se deterioraron con la llegada de Mijail Saakashvili. En febrero de 2014, Moscú envió a Kiev a Vladimir Lukin como mediador. Lo que no dio buenos resultados.

Ahora el escenario es complejo en Bielorrusia. “Por un lado, Occidente tiene menos espacio para maniobrar. Es improbable que Lukashenko discuta sus términos para dimitir con sus ‘enemigos’. Su único garante es Moscú, que se puede transformar en el principal actor en el manejo de una transición pacífica de poder. También pueden enviar a un mando medio para una mayor integración. Pero la sociedad bielorrusa no aceptará a un títere y un ganador legítimo, diferente, se va a volcar a Occidente”, dice R. Politik.

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El Presidente ruso, Vladimir Putin, seguido por su par bielorruso, Alexander Lukashenko, entrando en una sala de reuniones durante el Consejo Económico Supremo Euroasiático, en San Petersburgo, el 20 de diciembre de 2019. Foto: Mikhail Klimentyev / Sputnik / AFP

En conversación con La Tercera, Yarik Kryvoi, analista de West University of London, señaló que estas protestas no se “caracterizan por un sentimiento anti-ruso”. “La idea de que el Presidente sea destituido por el pueblo no le suena bien a Putin. Lukashenko todavía parece tener el control de la situación, por lo que no es necesario que Rusia interfiera”, indicó. Kryvoi dijo que Rusia quiere una mayor integración con Minsk, mientras que Lukashenko espera poder evitar este escenario. Sin embargo, advierte que si Lukashenko se las arregla para aferrarse al poder, se verá aislado de Europa, por lo que una integración es un resultado muy probable.

Dmitri Trenin, analista del centro Carnegie, señaló que una intervención de Rusia por la fuerza sería desastroso, aunque no hacer nada llevará al caos y tendrá que involucrarse.

En este sentido, la editora jefe del canal oficialista RT, Margarita Simonyan, cercana a un asesor de Putin, llamó a que los " hombres educados” (eufemismo usado en Rusia para describir a los soldados que fueron despegados en el este de Ucrania previo a la anexión de Crimea en 2014) fueran enviados a Bielorrusia. “Es hora de que los hombres educados restauren el orden. Ellos saben cómo hacerlo”, dijo.

Los analistas interpretaron sus declaraciones como un mensaje del Kremlin, para mostrar que Rusia considera a Minsk como parte de la “tradicional esfera de interés”.

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