Columna de Julio Borges: ¡Llegó la hora de Venezuela!

Edmundo González
El líder de la oposición venezolana, Edmundo González, y el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, caminan para reunirse con ciudadanos venezolanos y partidarios de González, en Montevideo, Uruguay, el 4 de enero de 2025. Foto: Reuters


Por Julio Borges, expresidente del Parlamento venezolano

El 10 de enero de 2025 es una fecha trascendental para el futuro de Venezuela y toda América Latina. Ese día deberá tomar juramento el presidente de Venezuela electo por los venezolanos en las elecciones de julio del 2024, donde más de 7 millones de voluntades se expresaron en favor de Edmundo González Urrutia, quien sacó la diferencia de votos más alta de la historia de Venezuela con respecto a un contrincante político.

María Corina Machado ha convocado a una gran protesta para el próximo 9 de enero. De tal manera que todo el pueblo venezolano se prepara para encabezar una nueva jornada cívica y democrática, en medio de un clima de represión sin precedentes. El despliegue de seguridad de la dictadura ha llegado a tal punto, que están revisando vehículos en todas las ciudades, deteniendo personas en las calles y haciendo allanamientos sin importar que sean ciudadanos comunes. La paranoia y el miedo se apoderó de Maduro y su cúpula.

Maduro intenta juramentarse de manera fraudulenta, sin tener el apoyo de los venezolanos, aferrándose a su única herramienta en este momento: la fuerza bruta. Por eso, este 10 de enero la comunidad internacional y, muy especialmente América Latina en su conjunto, enfrenta una verdadera prueba de fuego. ¿Qué hacer frente a lo que a todas luces es la estafa más grande a la voluntad popular? ¿Cómo enfrentar a un dictador aferrado al poder a la fuerza y al apoyo de potencias como Rusia, China, Cuba e Irán?

Lo primero es que el acto de supuesta investidura de Maduro no debe contar con el aval de ningún país democrático, allí que la decisión de Brasil, Colombia y México de enviar un representante no solo sea una torpeza política, sino una muestra de la degradación de la democracia y los derechos humanos en toda América Latina. No hay excusa para esconderse detrás de posiciones ideológicas ni justificar esta decisión como “política de Estado”. Reconocer a Maduro, quien no obtuvo su mandato en las urnas, representa una degradación de la democracia y los derechos humanos. Es una clara demostración de complicidad con la dictadura y una falta de compromiso con la voluntad popular expresada en el voto. Sostener relaciones bilaterales para tratar temas como el comercio o la migración es una cosa; avalar un fraude electoral sin precedentes en América Latina es otra muy distinta.

La gira del presidente electo Edmundo González demuestra la división que existe en la región entre los países que han expresado un compromiso irrestricto con la democracia y los países que han mostrado indiferencia. Por un lado, Argentina, Uruguay, Panamá, República Dominicana y Estados Unidos lideran el bloque de países que respaldan al presidente González y lo reciben y reconocen como tal, mientras Brasil, Colombia y México se manejan en tal de ambigüedad que pareciera complicidad con la dictadura. El presidente Gabriel Boric, que había sabido salirle al paso a la telaraña ideológica y no había dudado en señalar el fraude de Maduro y reconocer la veracidad de las actas presentadas por la oposición democrática, no dio señales de querer recibir al presidente Edmundo González en su gira. ¿Alguien sabe por qué?

Cuando decimos que el 10 de enero tendrá severas implicaciones para toda la región, lo decimos con conocimiento de causa. Si Maduro lograr posicionar a cualquier costo, burlándose de la comunidad internacional y arrebatándole la victoria al pueblo venezolana, las consecuencias serían devastadoras para toda América Latina. De acuerdo con los estudios de opinión, 4 de cada 10 venezolanos contemplaría la idea de emigrar si no se concreta un cambio político. Pero los efectos no solo serían en términos de movilidad, también habría efectos en términos de seguridad. Problemas como el narcotráfico, el comercio ilegal de minerales y el delito trasnacional se potenciarían aún más con una Venezuela gobernada 6 años más por Maduro.

A Maduro solo le queda la fuerza bruta para mantenerse en el poder. Su único apoyo proviene de Rusia, Cuba, China e Irán. No cuenta con respaldo popular ni internacional, y enfrenta una creciente rebelión interna dentro de su propio partido. Por eso, es crucial persistir en la defensa de los resultados del 28 de julio, reconocer a Edmundo González como el presidente legítimo de Venezuela y presionar a la cúpula de la dictadura para que permita un proceso de transición pacífica y ordenada que restituya los derechos humanos y la democracia en Venezuela. ¡Llegó la hora de la libertad para Venezuela!

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.