Columna de Julio Borges: Venezuela y Chile: un mismo pueblo

Por Julio Borges, dirigente opositor venezolano.
Lo ocurrido el pasado domingo con el humorista venezolano George Harris, en el marco del Festival de Viña del Mar, desató una intensa polémica en redes sociales, tanto en Venezuela como en Chile. El debate digital se ha convertido en un campo de batalla entre dos países hermanos que comparten no solo un pasado común, sino también un presente y un futuro entrelazados.
Lo que comenzó como una presentación humorística terminó por desatar una tormenta mediática que reveló sensibilidades, prejuicios y tensiones que trascienden el escenario del festival. El humor ha sido históricamente un termómetro social, una herramienta para incomodar, cuestionar y, a veces, sanar. De hecho, para los venezolanos el humor también ha sido un instrumento para desafiar el poder totalitario.
A la luz de estos hechos, volvemos a enfrentar lo que algunos hemos llamado la paradoja de la posmodernidad. Increíblemente, las redes sociales, en lugar de fortalecer la libertad de expresión y el derecho a opinar, han derivado en un espacio que muchas veces fomenta la intolerancia y la polarización. Más que promover la reflexión y el debate plural, han traído consigo una exacerbación de la visceralidad en la política y la opinión pública. Se han convertido en cajas de resonancia donde unos pocos promueven ideas irracionales y buscan el respaldo de las masas.
En este entorno, la pluralidad se transforma en una diversidad meramente superficial, la justicia en una herramienta ideológica y la libertad en un privilegio condicionado. Lo que queda es una democracia reducida a procedimientos vacíos, donde las decisiones esenciales ya no dependen del pueblo, sino de una burocracia anónima y tecnocrática que actúa en su nombre.
El episodio de Viña del Mar también revivió el fantasma de la xenofobia en las plataformas digitales. Sin embargo, estas mismas redes que avivan la división nos impiden ver la historia de hermandad que une a chilenos y venezolanos. Durante la dictadura militar en Chile, miles de chilenos encontraron refugio en aquella Venezuela próspera y generosa, un país donde la migración no era vista como una amenaza, sino como una oportunidad. En aquellos años, Venezuela abrió sus puertas sin restricciones ni discriminación, brindando oportunidades a quienes huían de la represión.
Ejemplos hay muchos. Amigos chilenos como Sergio Bitar, exministro de Salvador Allende y Michelle Bachelet, experto en transiciones políticas y buen amigo, vivió en Venezuela e hizo de nuestro país su segunda patria. Como él, muchos chilenos talentosos llegaron en busca de refugio, formaron familias e incluso construyeron grandes fortunas.
Hoy, la historia se ha invertido. Los venezolanos han debido buscar en Chile lo que la dictadura criminal les arrebató en su tierra natal. Casi 600.000 han encontrado en Chile un hogar temporal donde rehacen sus vidas, con la esperanza de recibir la misma solidaridad y reciprocidad que Venezuela ofreció en el pasado. Estoy convencido de que, si hoy hubiera un cambio político en Venezuela, la gran mayoría de los migrantes regresaría a casa.
Chile ha recibido una migración venezolana altamente calificada. Según la Asociación de Facultades de Medicina de Chile (Asofamech), los médicos venezolanos son los que obtienen los mejores resultados en el Examen Único Nacional de Conocimientos en Medicina (EUNACOM). Muchos de ellos desempeñaron un papel crucial en la lucha contra la pandemia de COVID-19, contribuyendo al éxito de Chile en la contención del virus. Estos talentos recuerdo que siempre eran exaltados por el expresidente Sebastián Piñera, gran aliado de la causa libertaria en nuestro país y un gran exponente de la unidad latinoamericana, más allá de las ideologías.
El fin de la dictadura en Venezuela marcará el cese de la presión migratoria y abrirá paso a la reconciliación y la unidad en América Latina. La historia nos ha enseñado que las fronteras pueden dividir territorios, pero nunca deberían dividir nuestra humanidad. Nadie elige dónde nace, pero todos elegimos cómo tratamos a los demás. La xenofobia no es más que el miedo disfrazado de odio, una barrera que nos impide ver la riqueza de la diversidad y el poder de la unidad. Los venezolanos nunca olvidarán el Chile solidario que los recibió y esos brazos que le dieron calor en tiempos de frío.
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