Con el objetivo de no dejar de ser el “ejemplo” o “la excepción” de la región en el combate contra el coronavirus, Uruguay tomó una drástica decisión: cerrar sus fronteras para la turística temporada de verano. Una medida que significará un importante costo económico que el gobierno de Luis Lacalle Pou está dispuesto a asumir.
“A raíz de informes que hemos tenido (...) va a ser un verano restringido, las fronteras van a estar básicamente cerradas salvo excepciones, que ya se conocen y quizás alguna más”, informó el Presidente uruguayo en una conferencia de prensa. “Es una decisión difícil para nosotros. La estiramos, la estiramos, pero los elementos son contundentes”, añadió.
El diario uruguayo El País asegura que si bien todavía se considera que la emergencia por coronavirus se sigue “piloteando” en buenos niveles, en las últimas semanas se han prendido algunas “luces amarillas”, producto de la mayor movilidad. En los últimos siete días, Uruguay promedia 40 casos diarios de Covid-19. A fines de marzo, cuando el país tuvo su peak de contagios con 66 casos, el promedio de siete días era de 28 casos. En total, esta nación de 3,4 millones de habitantes registra 2.701 contagios y 53 fallecidos.
“La pérdida de ingresos va a ser importante”, dijo Lacalle Pou en relación a los costos económicos que significará para el turismo, pero añadió que van a “forzar dentro de lo posible, de manera responsable, lo fiscal”.
En 2019, Uruguay recibió a 3.500.000 turistas extranjeros, de los cuales 1.800.000 fueron argentinos y 400.000 brasileños, según cifras expuestas por Clarín.
El Presidente uruguayo argumentó su decisión poniendo como ejemplo las experiencias europeas a la vista, en donde se flexibilizaron las medidas para este verano con el objetivo de dinamizar la economía, pero que terminaron por generar un importante repunte en los contagios, lo que obligó a los gobiernos a restringir el movimiento. Lacalle Pou mencionó a países como Islandia e incluso Costa Rica, para señalar los riesgos de una reapertura.
Entre las excepciones a la regla de fronteras cerradas, el mandatario detalló que se incluye a ciudadanos extranjeros residentes en el país, a las tripulaciones de aeronaves y prácticos de buques, choferes afectados al transporte internacional, diplomáticos acreditados ante el gobierno uruguayo u organismos internacionales con sede en el país, extranjeros que se beneficien de corredor humanitario o sanitario, etc.
Además, se decretó la suspensión de clases por 15 días para el departamento de Rivera, que vive su cuarto brote desde que empezó la pandemia. De todas formas, Lacalle Pou junto con el ministro de Salúd Pública, Daniel Salinas, enfatizaron en que la situación está “lejos de estar fuera de control”. “Estamos lejos de decir que se ha perdido el hilo epidemiológico”, dijo Salinas.
Una puerta al “infierno”
El expresidente José “Pepe” Mujica se refirió hoy a la medida y dijo que “jugarnos a un verano de fronteras abiertas, con lo que pasa en la región, es como entrar a la puerta del infierno”, señaló, pese a que “es una decisión correcta y amarga”.
“Esto es una guerra con un enemigo invisible y hay que tener claro que en una guerra hay que tener unidad de comando. No cada cual hacer lo que le parece”, añadió Mujica.
La estrategia uruguaya
Según los expertos, Uruguay tuvo un muy buen manejo de la pandemia cuando países como Perú, Ecuador e incluso Chile pasaban por sus peores semanas. De hecho, a fines de mayo se reabrieron las escuelas rurales y, de forma voluntaria y con un esquema progresivo, volvieron las clases en el resto de los niveles educativos en todo el país. Además, desde abril se reanudó el sector de la construcción y posteriormente el comercio.
Pese a que el gobierno uruguayo decretó medidas de inmediato cuando el virus llegó al país en marzo, como el cierre fronteras, suspensión de clases, servicios religiosos y eventos multitudinarios; nunca se decretó el confinamiento obligatorio de la población. El país apeló a la responsabilidad ciudadana, una estrategia que también fue utilizada por Suecia.
Pero según los expertos, a Uruguay también lo han favorecido otros factores que inciden en el control del virus, como sus características demográficas, con una baja densidad de población y sin grandes urbes. Hacia fines de mayo, la tasa de muertes por 100.000 habitantes en Uruguay era de 0,6, según los datos de la Universidad Johns Hopkins. Para ese mismo periodo, la misma tasa en Brasil era de 12,2; en Chile de 4,5 y en Argentina de 1,1.