Macron impone su polémica reforma de pensiones tras eludir al Congreso y protestas se intensifican
Usando el impopular artículo 49.3 de la Constitución francesa, la primera ministra Élisabeth Borne terminó aprobando por decreto un cuestionado aumento a la edad de jubilación, haciendo caso omiso a las protestas. Ahora, el gobierno de Presidente Emmanuel Macron afronta una moción de censura y el riesgo de incendiar aún más la calle.
Entre abucheos de los parlamentarios, pero con la voz decidida, este jueves la primera ministra francesa, Élisabeth Borne, se dirigió a la Asamblea Nacional: “Bajo el fundamento del artículo 49 párrafo 3 de la Constitución, comprometo la responsabilidad de mi gobierno sobre la totalidad del proyecto de ley de financiamiento rectificativo de la Seguridad Social para 2023″. Y en ese mismo momento, la gente empezó a aglomerarse en la Place de la Concorde, fuera del Legislativo en París.
Sin mayoría suficiente en la Asamblea Nacional, el gobierno del Presidente Emmanuel Macron decidió este jueves que recurrirá a la vía del decreto para adoptar la reforma de las pensiones, ordenando así a su primera ministra activar el artículo 49.3 de la Constitución, que permite adoptar una ley sin voto.
La noticia se conoció unos minutos antes del inicio del voto en la Asamblea Nacional, a las 15 horas. Macron concluyó que no podía contar con suficientes diputados para alcanzar la mayoría. Por la mañana, el Senado, controlado por los conservadores de Los Republicanos, había adoptado con 193 votos a favor y 114 en contra la ley. Pero el destino de la reforma, su adopción definitiva o su rechazo dependían de la Asamblea Nacional.
Entre gritos que la llamaban a renunciar, Borne acusó: “Si cada uno votara según su conciencia y en coherencia con sus tomas de posición pasadas, no estaríamos viviendo esta tarde”.
El 49.3, la atribución que tiene el Ejecutivo francés de pasar por encima del Parlamento, fue una decisión arriesgada para Macron: por un lado, le da a la oposición la oportunidad de hacer caer al gobierno a través de una moción de censura, y por el otro, le echa gasolina al fuego de las manifestaciones que llevan semana tras semana deteniendo los transportes y servicios públicos, y llevando a los franceses a la calle. Y este jueves, las protestas empezaron de inmediato en todas las ciudades de Francia, fueran grandes o medianas.
Luego de un Consejo de Ministros extraordinario, que tuvo lugar en la mañana, el gobierno francés finalmente se decidió a terminar con los debates parlamentarios sobre su reforma de pensiones, forzando a través del 49.3 la aprobación de su proyecto. Como protesta, en el mismo hemiciclo, los diputados de La Francia Insumisa sostuvieron carteles con el lema “hasta los 64, no”, refiriéndose a la edad de jubilación que propone el proyecto. Ahí mismo se pusieron a cantar La Marsellesa, obligando la suspensión por dos minutos de la sesión parlamentaria y no dejando hablar a Borne.
La reforma de pensiones, que lleva semanas siendo discutida en el Parlamento y en las calles, propone distintos modos para financiar la seguridad social francesa: la medida más cuestionada es el cambio de la edad de jubilación, de 62 a 64 años, pero también elimina regímenes especiales de pensiones, como el que gozan los trabajadores de los transportes públicos. Además, aumenta a 43 los años trabajados necesarios para gozar de una pensión completa.
Según el presidente galo, el aumento de la edad de jubilación es necesario para equilibrar las cuentas del sistema de pensiones, considerando el envejecimiento demográfico en Francia. Sin embargo, sus detractores cuestionan que sea tan urgente este cambio.
A esta discusión se le agrega la voz de las huelgas y protestas en la calle: casi todas las semanas, e incluso dos días por semana, los funcionarios de trenes y metros franceses han participado de un paro que cancela hasta la mitad de los viajes. Asimismo, desde hace unos días París se ha inundado de basura, a causa de la huelga de los recolectores.
Ahora queda esperar el destino de la moción de censura contra el gobierno, que debe ser presentada dentro de las 24 horas siguientes por un mínimo del 10% de los diputados de la Asamblea Nacional (57 diputados). De aprobarse la moción (debe conseguir la mayoría absoluta, es decir al menos 287 votos), la reforma quedaría archivada y la primera ministra, junto a todos sus ministros, caerían. De todos modos, Macron avisó hace meses que si una moción así tuviera éxito, sería él quien convocara ahí mismo nuevas elecciones legislativas, disolviendo el actual Parlamento.
Esta no sería la primera vez que el gobierno de Macron enfrenta mociones de censura. Desde que perdiera a mitad de 2022 la mayoría parlamentaria en las elecciones legislativas, el oficialismo ha enfrentado más obstáculos que los que tuvo durante los últimos cinco años. Por un lado, está la izquierda de la Nueva Unión Popular Ecológica y Social (Nupes), que une a los socialistas, ecologistas y La Francia Insumisa; por el otro, la derecha más extrema, liderada por Marine Le Pen, y la más moderada de Los Republicanos, estos últimos que usualmente apoyan la agenda macronista, pero que en esta ocasión se pusieron del lado de la oposición.
Si hasta el momento ambos lados de la oposición no podían ponerse de acuerdo respecto a si apoyar o no una moción de censura contra Borne, se verá en las próximas horas si esta es o no la ocasión. De no hacerlo, la reforma de pensiones pasaría sin más, solo a la espera de ser revisada por el Consejo Constitucional.
Este mismo jueves por la tarde, miles de franceses salieron a la calle en distintas ciudades de Francia. A la salida de la Asamblea Nacional, en el obelisco de la Place de la Concorde en París, aparecieron de inmediato manifestantes a los minutos de que Elisabeth Borne declarase el uso del artículo 49.3.
Ahí mismo, el líder de La Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, habló del “hundimiento de la minoría presidencial”, y de un movimiento social que tiene “muchas posibilidades de tener la última palabra”. Desde la misma tienda política, la diputada Mathilde Panot declaró: “Vamos a proponer mociones de censura, y usaremos todas las herramientas a nuestra disposición para continuar esta lucha que impulsan millones de personas en el país”.
Al otro lado del arco político, el diputado de Los Republicanos Maxime Minot aseguró: “Yo no me voy a prohibir votar una moción de censura, venga de donde venga”. Desde ese mismo partido de derecha tradicional las visiones son divididas. Su presidente, Éric Ciotti, señaló que la colectividad no votará una moción de censura: “La situación de crisis en nuestro país no soportaría que les diéramos hoy un golpe fatal a nuestra democracia y nuestras instituciones”.
Si la moción de censura fracasa y se adopta así la reforma finalmente, la oposición de izquierda prepara un recurso ante el Consejo Constitucional que retrasaría su promulgación y daría más tiempo a los opositores para utilizar sus últimos cartuchos, como reclamar un referéndum de iniciativa compartida (RIP) para hacer decidir directamente a los franceses.
“Hemos recibido mensajes del Consejo Constitucional diciendo que teníamos que ir de prisa porque el gobierno quiere promulgar el texto muy rápido. Nos están torciendo un poco el gesto”, explicó el miércoles el senador socialista Patrick Kanner, asegurando que se recurrirá al Consejo “a principios de la semana que viene”.
Por mientras, Macron se arriesga a incendiar aún más la calle con su decisión de eludir a la Asamblea para aprobar la reforma de pensiones. Laurent Berger, secretario general del sindicato moderado CFDT, declaró: “Al recurrir al 49.3, el gobierno ha demostrado que carece de una mayoría para aplazar dos años la edad legal de la jubilación. Hay que escuchar a los trabajadores cuando se pretende tomar decisiones sobre su trabajo”. Berger anunció nuevas movilizaciones.
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