Luego de una lucha contra la pandemia sin decretar medidas restrictivas en las reuniones y encuentros sociales, Suecia dio un vuelco en su estrategia para combatir el coronavirus. El primer ministro, Stefan Löfven, anunció que las reuniones públicas de más de ocho personas ya no estarán permitidas, un cambio de tono en el país escandinavo que hasta ahora ha dependido en gran parte de medidas voluntarias.
Hasta ahora, las reuniones públicas debían cumplir máximos de entre 50 y 300 personas (actividades deportivas) según el tipo de evento, pero desde el 24 de noviembre entrará en vigor el límite más estricto por cuatro semanas, debido al aumento sostenido en los casos que ha golpeado al país más duramente que en la primera ola.
El viernes pasado Suecia registró 6.743 casos diarios, el peak desde el inicio de la pandemia. El país ya totaliza 192.439 casos de Covid-19 y 6.225 fallecidos. La cifra diaria de decesos había logrado mantenerse durante tres meses en un solo dígito, pero a fines de octubre comenzó a aumentar.
“La situación va a empeorar aún más. Antes era suficiente con consejos y recomendaciones. Pero ahora las prohibiciones son necesarias para doblegar la curva de infección. Esta es la nueva norma para toda la sociedad”, dijo Löfven. “No vayan a gimnasios, no vayan a bibliotecas, no organicen cenas”, agregó.
La medida anunciada afecta solo a los eventos públicos y no a las reuniones privadas, ni a restaurantes, tiendas, transporte público, centros deportivos o escuelas.
Para justificar el cambio de estrategia, el primer ministro señaló que en la primavera los suecos habían seguido las recomendaciones, pero que ahora “el cumplimiento fue mucho menor”.
Pese a que la segunda ola llegó más tarde que a los países de Europa occidental, Suecia teme enfrentarse a una situación caótica como la de España, Francia e Italia, que sí tienen medidas sanitarias.
El enfoque sueco frente al Covid-19 generó la atención internacional, puesto que se trató de una aproximación similar a lo conocido como “inmunidad de rebaño”, pese a que las autoridades lo han negado y han insistido en que la estrategia era ralentizar el virus lo suficiente como para que los servicios de salud pudieran hacer frente a la pandemia. Por eso, las autoridades sanitarias se centraron principalmente en pedir (y no obligar) a los ciudadanos respeto por las recomendaciones de higiene y distanciamiento, mientras los negocios se mantuvieron abiertos, incluso los colegios de primaria.
El premier dijo que el gobierno “no cree en un bloqueo total. Creemos que las medidas son adecuadas”. Y esta no es la primera medida sanitaria en Suecia. La semana pasada, el gobierno anunció que a los bares y restaurantes no se les permitiría servir alcohol después de las 22.00, desde el 20 de noviembre hasta fines de febrero.
El uso de mascarilla se ha convertido en una polémica, puesto que las imágenes muestran ciudades como Estocolmo, con peatones y grupos de personas sin mascarilla, lo que llama la atención al considerar que el uso de esta ha sido la condición prioritaria en casi todos los países.
Anders Tegnell, el epidemiólogo detrás de la estrategia sueca, sigue defendiendo la decisión de no obligar a cubrirse la cara, ya que no se trataría de la cuestión más urgente, según él. “Nos preocupa que disminuya el distanciamiento social, que es definitivamente la parte más importante”, dijo Tegnell al medio británico The New Statesman. “Los estudios hasta ahora no han mostrado un efecto dramático. Países como Francia y otros, que tienen el uso obligatorio de mascarillas, todavía han experimentado una gran propagación de la enfermedad”, sostuvo. Ante las preguntas de los medios a las autoridades sanitarias sobre el uso de la mascarilla, el premier ha señalado que no hay ninguna recomendación frente al uso de mascarillas y el director de la Agencia de Salud Pública, Johan Carlson, dijo que se estaban enfocando en prevenir situaciones de hacinamiento en lugar de pedir mascarillas en estas situaciones.