Benito Baranda: "Esta señal del Papa es demoledora para lo que va a venir después con los obispos"

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El laico analiza la importancia y alcances que tiene el encuentro, en el Vaticano, del Pontífice con Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo, víctimas de los abusos de Karadima, a quienes el propio Francisco invitó.


"Es un paso muy grande para la Iglesia, particularmente para la chilena, que desde hace algunas décadas viene cargando con este grave problema que nos sucedió, y que las autoridades eclesiásticas de aquí no fueron capaces de enfrentar con la verdad, honestidad, diligencia y rigurosidad que se necesitaba".

Directo. Así se plantea Benito Baranda respecto del significado que, a su juicio, tiene la presencia, en estos momentos, de tres víctimas de Karadima en el Vaticano, invitados por el propio Papa Francisco.

Desde el viernes y hasta hoy, Juan Carlos Cruz, José Andrés Murillo y James Hamilton alojan en la residencia vaticana de Santa Marta. Allí están sosteniendo reuniones personales con el Pontífice, en las cuales este les "pedirá perdón por lo que sufrieron" -según explicó el director de prensa de la Santa Sede, Greg Burke-, y escuchará su testimonio respecto del ex párroco de El Bosque y de cómo fueron tratados por el clero local.

Entre los próximos 14 y 17 de mayo será el turno de los 33 obispos de la Conferencia Episcopal, también citados por Francisco.

Baranda ha visto el tema de cerca. Laico, cercano al mundo jesuita y actual presidente ejecutivo internacional de la Fundación América Solidaria, él fue el facilitador (coordinador) del Estado para la visita del Papa Francisco. Y considera que el orden de los encuentros -víctimas primero y obispos después- no es causalidad.

"El Papa hace un gesto que no recuerdo en la historia de la Iglesia. Está señalándole a la Iglesia del mundo y de Chile que las víctimas están antes que sus autoridades, que todos somos iguales como bautizados y que no por tener un cargo de autoridad tienes mayores privilegios dentro de la Iglesia, sino al contrario, debes servir y escuchar a los demás (...). Esa señal que está dando el Papa es demoledora para lo que va a venir después con los obispos chilenos. El Papa dice: okey, los voy a escuchar, pero primero voy a escuchar a aquellos que fueron afectados por miembros de la Iglesia y, además, por el manejo que se tuvo en una crisis profundísima, pero que las personas que dirigían a la Iglesia no quisieron ver, negaron o no fueron capaces de enfrentar", dice.

¿Qué proyecciones ve?

Lo que está pasando va a permitir comenzar a enfrentar como Iglesia lo que nos ha sucedido. Y no seguir ocultando, negando ni haciendo de verdugos de las víctimas, sino efectivamente identificándolas como personas que fueron brutalmente abusadas y dañadas por el poder de sacerdotes y obispos.

¿Es también un remezón para la Iglesia del mundo?

La estructura de la Iglesia, que es monárquica, tiene dificultades para dialogar. Esto no significa que muchos cardenales, obispos, sacerdotes y religiosas de Chile y del mundo no tengan grandes capacidades de diálogo con sus comunidades. Los hay y muy valiosos. Pero el diálogo debería ser la gran fuerza de la Iglesia, junto con el amor, y eso se construye acercándose a las personas, a todas, en la diversidad que somos. En la estructura eclesial y la manera como se ha gobernado la Iglesia en Chile en los últimos años, este diálogo ha retrocedido. Basta recorrer las parroquias y ver lo que ocurre en algunas diócesis, no en todas, pero el aislamiento de algunos sacerdotes es grande.

¿Cree que un tema de fondo es la legitimidad de la jerarquía católica?

En el pasado, la legitimidad de una autoridad la daba quien te había nombrado. Hoy, eso es solo una parte, pero no todo. También la da tu comportamiento y la comunidad, cuando ve que tu cargo los representa de buena manera. Esa legitimidad en Chile se fue perdiendo. Por algo, pasamos de ser una de las iglesias más confiables a ser la menos confiable. En cualquier otro ámbito, de negocios, política, deporte, ya habrían salido volando todas las autoridades. Esto es un fracaso estrepitoso de los líderes.

¿Ya no basta solo con el nombramiento del Papa para un obispo?

El nombramiento de un obispo lo da el Papa, pero en la sociedad contemporánea, una parte vital de la legitimidad la da nuestro comportamiento. Corre para todos, papás, mamás, empresarios, políticos, todos, también para la Iglesia, a quienes se les exige consecuencia de acuerdo al Evangelio. Y eso le pasó a nuestra Iglesia. En vez de mirar tanto a hacia afuera y criticar a la sociedad, a las decisiones que hemos tomado como ciudadanos, las autoridades eclesiásticas se deberían haber mirado más a sí mismas y haber sido capaces de escuchar. Pero bueno, gracias a esto vino la decisión del Papa. Porque las víctimas de Karadima que están hoy en el Vaticano no fueron escuchados con la misma celeridad y profundidad por los líderes de la Iglesia chilena.

Hace tres meses, en enero, el Papa tenía otro discurso respecto de los denunciantes e incluso habló de calumnias, lo que después rectificó. ¿Cómo vivió usted ese momento?

En Chile, la trayectoria del Papa partió oficialmente en La Moneda. Y fue allí, no en la Catedral ni en una misa, sino en el Palacio de Gobierno, donde pidió perdón por miembros de la Iglesia Católica. Esa partida y los diálogos más privados que tuvo con otras personas fueron muy auspiciosos. Sin embargo, la salida de libreto en Iquique tiró un manto de dudas. La reacción inmediata del arzobispo de Boston, Sean O'Malley, que viajó a Perú, debe haber hecho que el Papa dudara y pensara que había algo más profundo. Y envió a un tercero de su confianza desde el Vaticano a ver qué estaba ocurriendo. No lo dejó en las manos de los informantes habituales.

¿El Papa escuchará más voces?

Por las características del Papa, estos antecedentes van a ser muy importantes, pero debe tener otros (...). Conociendo a los obispos, particularmente a ocho de ellos más cercanamente, sé que no solo son personas que estaban seguras de que Barros nunca debió ser obispo, sino que también se debería haber enfrentado esto de otra manera. Creo que muchos, más de los que nosotros creemos, han hablado de esto con el Papa y le han hecho llegar información (...). Yo tengo esperanza. Lo de Karadima es la punta de un iceberg que refleja el distanciamiento con los jóvenes, con los pobres, un atrincheramiento doctrinal. Eso dejó que se apagara el fuego de estar disponible para los demás.

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