Esta semana una brutal golpiza sufrida por una profesora en Ñuble por parte de un estudiante se tomó la agenda en educación. Y la discusión se encendió aun más luego de que la propia madre del menor señalara que su hijo es autista y que todo se habría originado luego de una desregulación supuestamente mal manejada.
Hoy, con la docente aún hospitalizada, el debate se ha centrado en si el sistema escolar chileno, los docentes y su formación están bien preparados para recibir a niños con necesidades educativas especiales, si las leyes existentes -TEA e Inclusión- son suficientes, y si el Estado ha hecho los esfuerzos necesarios.
“Con las leyes sin lugar a dudas ha habido avances, pero falta mucho aún”, dice Cecilia Assael, educadora diferencial y jefa de la carrera de Pedagogía en Educación Especial de la UC.
¿Qué falta?
El problema es complejo, trasciende muchísimo a una ley, porque tiene que ver con un cambio de paradigma y cultural. Lo que implica la inclusión es que ya no se espera solo que el niño esté preparado para, sino que más bien sean el sistema escolar y la sociedad que se modifiquen para que todos podamos participar.
¿Ve que sostenedores, colegios, profesores y Estado tienen el ánimo de hacerlo?
Hay muchas contradicciones en el sistema. Hoy sí podemos encontrar escuelas que están en la línea de tener aulas heterogéneas y trabajar para ellas. Sin embargo, el sistema emerge con pruebas como el Simce, que castiga si no tienes ciertos resultados que se esperan homogéneos para todos. La ley dice una cosa y el discurso dice otra. A los colegios les dicen que puedan atender heterogéneamente, que generen flexibilizaciones curriculares, pero les castigan si sacan Simce bajo lo que se esperaba.
¿La formación docente en general en educación inclusiva está siendo suficiente?
La formación docente sigue siendo absolutamente insuficiente en educación inclusiva porque está muy enfocada en la formación de educadores especiales y no está trabajada con todos los otros profesionales de la educación. No se trata solo de formar profesores de educación especial, que son los que tienen que tener herramientas más precisas. Finalmente se trata del sistema completo, donde profesores de básica, de educación parvularia, de enseñanza media, si bien pueden no tener las herramientas específicas, sí deben tener esa conciencia de que hoy están trabajando en aulas heterogéneas.
¿De quién es responsabilidad?
Un primer nivel es el sistema. Las pedagogías, igual que Medicina u Odontología, tienen que obligatoriamente estar acreditadas por ley. Pero si uno revisa los parámetros de acreditación, solo en los últimos años aparece ligeramente el tema de la inclusión, y basta con que tú tengas una asignatura en toda una carrera que dura cinco años para que pases el checklist. También a nivel escuelas se debe tener mucho liderazgo de los directores, de decir, bueno, ‘cómo nos felicitamos porque somos capaces de tener aulas heterogéneas y que todos nuestros niños puedan acceder al aprendizaje y la participación’. Y en el caso de los profesores, obviamente que se sientan acompañados, y hay cosas de la ley que tienen que ver con recursos. No puedo tener a un profesor diferencial que me acompaña solo dos veces a la semana porque hay recursos para estos niños y no para estos otros.
¿Hay que revisar la ley?
Hay que revisarla o ajustarla en muchos mecanismos. Hay que poner todos los estímulos a que vayan de acuerdo con la ley. Si estás hablando de la importancia de la inclusión, no sigas castigando por buenos o malos Simce.
¿Cuáles son los riesgos de no tener gente especializada en inclusión en una escuela?
Si has tomado esa decisión de no mandar a tu hijo a una escuela especial es porque efectivamente crees que el colegio y compartir con más niños le ayudará. Pero si no estaban las herramientas y ese niño empieza a ser segregado, empieza a no aprender, esa familia por sobre todo va a dejar de creer que una sociedad inclusiva es posible. Ese niño probablemente tenía un tremendo potencial, pero tenía que haber condiciones para que ese potencial se pudiera desarrollar. Ese fracaso no tiene vuelta después.
¿Cómo sigue una comunidad educativa que vive episodios como el de la profesora de Ñuble?
A lo mejor decir que en términos de cultura faltaba más sensibilización y no decir ‘el problema es culpa del niño y de esa familia, saquémoslo’. Falta la parte de entender que es el sistema el que tiene que cambiar y no siempre estar apuntando el dedo a la familia y al niño.
¿Por qué se llega a una situación así de extrema?
Cuando ocurre generalmente es porque tiene que haber algo que no ha sido bien acompañado. Probablemente no es una cosa de un minuto, sino que el sistema no está logrando que los niños puedan acceder a la participación y al aprendizaje. Y eso probablemente se viene dando y en algún momento hay una desregulación. Puede ser la clase, los compañeros, los profesores, el alumno... siempre esas situaciones se desencadenan en torno a cómo se sienten rechazados, obstaculizados, agredidos.
Los colegios no pueden rechazar a alumnos con dificultades transitorias o permanentes, ¿está bien hecha esta regulación?
Si los colegios pudieran rechazar no habría ninguna preocupación por cómo genero recursos para no rechazarte. Sí hay un problema en los diagnósticos, son las contradicciones que se producen: por un lado está el cómo hay que incluirlo y sin embargo los diagnósticos son con pruebas que etiquetan, y ocurre que solo los dejan en manos de los especialistas del colegio. Antes la segregación era clara porque los rechazaban, hoy día nos aplaudimos como país porque tenemos una ley de inclusión, una ley TEA, proyectos de integración escolar, profesionales contratados, pero dentro de las aulas se está produciendo segregación.