Mientras una traduce las normas sanitarias a migrantes que no hablan español, otro está cumpliendo con la difícil tarea de trazar casos activos. A ellos se suma una tercera que se encarga de confeccionar cojines a la medida para sus pacientes postrados, un cuarto que se espanta al intubar mujeres embarazadas y una quinta que debe entregar contención emocional por teléfono mientras gestiona una ambulancia.
Estas son las cinco historias de extranjeros de diversas nacionalidades y profesiones que, desde sus respectivas áreas, están ayudando a la red sanitaria para que Chile supere la crisis del coronavirus.
De hecho, durante la semana pasada la labor de los funcionarios extranjeros del Hospital de Urgencia Asistencia Pública (ex Posta Central) fue destacada en redes sociales. A propósito de esto, el director del recinto, Osvaldo Carrasco, detalla que “tenemos extranjeros médicos, enfermeras, kinesiólogos, profesionales de mucha diversidad insertos en la institución que hacen un gran apoyo. Además, hay profesionales destacadísimos que trabajan hace muchos años en la Posta Central. Entonces, más allá del país de donde provengan, todas las personas se alinean con nuestra función, que es dar lo mejor para la atención de nuestros pacientes”.
En ese sentido, el subsecretario de Redes Asistenciales, Alberto Dougnac, afirma que “hemos establecido medidas extraordinarias para reforzar el personal de los establecimientos, destacando la incorporación de médicos extranjeros, personal jubilado y estudiantes de los últimos años de las carreras de salud, además de la redestinación de quienes se desempeñan en áreas administrativas y que poseen un título en el área de la salud, ya sea profesional o técnico”.
Nasly Florez, terapeuta ocupacional colombiana
Llegó en 2011 desde Bogotá, Colombia, con la intención de estudiar. Ese mismo año, la terapeuta ocupacional Nasly Florez (38) comenzó su maestría en neurorrehabilitación. También obtuvo su primer trabajo formal en la Fundación Somos Down, en Rancagua, Región del Libertador Bernardo O’Higgins.
En 2016 entró por concurso público a la ex Posta Central. “Yo ya venía varios años trabajando en rehabilitación, pero el ritmo de la Posta es super rápido. Tuve una muy buena recibida e ingresé como parte del equipo de profesionales que atiende a pacientes quemados”, explica Florez. Junto a otra colega, fueron las primeras terapeutas ocupacionales en ingresar al hospital.
Florez lleva más de un año atendiendo a pacientes con Covid-19 y dice que, cuando están sedados, pueden tener partes de su cuerpo lesionadas por estar mucho tiempo acostados boca abajo. “Por eso, creamos unos cojines especiales para quitar presión en las caderas, el rostro, las rodillas”, relata. La terapeuta confecciona cada uno de los cojines según las dimensiones del paciente, “pero es un trabajo en equipo el evaluar su estado de avance”. A la semana, dice, le toca revisar el estado de salud de por lo menos 70 pacientes contagiados.
Además, se encarga de contactar a los familiares para conocer cuáles son los gustos y qué música escuchan los pacientes, para que cuando despierten estén menos desorientados. “En este destete, tanto de la ventilación como de la sedación de medicamentos, la idea es que tengan una sensación de un momento familiar, lo que hace que se orienten en el tiempo y en el espacio”, relata.
También ayuda a los pacientes en la activación de su memoria, en su capacidad de atención y a regular su ciclo circadiano. “La adaptación puede durar entre dos a tres semanas después del despertar”, aclara. Actualmente, Florez considera que “por ahora nos quedamos acá” con su pareja, también un ciudadano colombiano, “pero extraño muchísimo a mi familia”. En diciembre de 2020, su madre, que estaba en Colombia, falleció de coronavirus.
Andrés Chimaras, médico internista venezolano
Luego de vivir un choque cultural “importante” mientras trabajaba en el Hospital de Talca en 2017, año en que llegó de Caracas, Venezuela, el médico internista Andrés Chimaras (37), finalmente decidió mudarse a Santiago junto a su polola. Ella es enfermera, se conocieron en la UCI de dicho hospital y actualmente tiene 24 semanas de embarazo. “Las embarazadas no se pueden vacunar y más encima yo estoy trabajando todo el día con pacientes con Covid-19. El estrés que implica quitarse toda la ropa, tratar de irme bañado desde la clínica, guardar el uniforme metido en una bolsa, no es sencillo. Pero ella lo entiende cien por ciento”, comenta Chimaras.
Cuando llegó en 2017 realizó el examen Eunacom y al aprobarlo, pudo comenzar a ejercer su profesión en el país. El médico se encuentra hoy trabajando en la UCI Clínica Indisa, pues además es el campo clínico de la Universidad Andrés Bello, donde realiza un posgrado en Medicina Intensiva. “Ya tengo cuatro años aquí, ha sido un reto más y lo he llevado bastante bien. Hay tanto trabajo que no he tenido tiempo de pensarlo mucho (se ríe)”.
Sobre la emergencia sanitaria, dice que cada día es un desafío nuevo. Si bien su especialidad es internista “que es, en simple, como el pediatra de los adultos”, actualmente se encuentra atendiendo a pacientes contagiados. Indica que la situación “es dramática (...) Todos los días estamos abriendo camas nuevas. La clínica ya tiene doscientas camas en UCI y están todas llenas”. Las personas enfermas que atiende tienen menos de 30 años, y peor aún, “tenemos una incidencia que está creciendo de mujeres embarazadas que llegan a la UCI con Covid-19. Ese manejo es superestresante, porque no tienes un paciente, sino que dos”, explica.
Cuando una mujer encinta está conectada a un ventilador, es fundamental mantener los niveles de oxigenación correctos para que el bebé no se vea afectado. No obstante, ante cualquier falla, “el mecanismo interno va a privilegiar a la madre, no a la guagüita, eso es lo natural que suceda”, aclara Chimaras. Por otra parte, agrega que “los medicamentos que utilizamos para mantener a una persona sedada no son inocuos, todos generan problemas. Usamos opioides y los administramos con muchísimo cuidado en embarazadas por el riesgo de que la guagüita salga con una infección o con alguna falla respiratoria”.
Dada su situación personal, estos casos lo afectan directamente. “Me tocó hace tres semanas intubar a una señora embarazada, tuve mucho estrés, sentía que estaba intubando a mi polola. No debería ser, pero uno es humano y a veces se proyecta en los pacientes”, señala.
Laura Hurtado, operadora colombiana del SAMU Metropolitano
Llegó hace 10 años desde Cali, Colombia, y desde hace cinco que Laura Hurtado (35) trabaja como operadora del Servicio de Atención Médico de Urgencias (SAMU) Metropolitano, atendiendo llamadas urgentes y gestionando los equipos de emergencia. Antes de eso, cuando arribó en 2011, trabajó primero como personal de aseo y luego asesora del hogar. “Pero con mucho trabajo y disposición, en el camino vas conociendo a personas que te van abriendo las puertas, ven cómo trabajas y tu actitud, eso me ayuda mucho a llegar donde estoy hoy”. Además, está estudiando Técnico en Enfermería de Nivel Superior (tens) en el Centro de Formación Técnica ENAC, de manera vespertina.
Al principio, el plan era quedarse solo dos años en Chile, “pero en realidad, me siento bien acá, no tengo planeado todavía volver a Colombia”. Además, una tía y un hermano también se encuentran aquí. “Estar fuera de casa es difícil, pero cuando encuentras un lugar donde te sientes acogido y respetado, donde te brindan cariño, empiezas a adoptar ese país como el tuyo también. Como retribución, trato de darles lo mejor de mí a esas personas que nos llaman”, enfatiza Hurtado.
Con respecto a su labor en el SAMU, el equipo está formado por 12 a 15 personas, todos con roles muy activos que funcionan de la siguiente manera: “Si yo recibo un llamado de alguien que está con un familiar con un paro cardiorrespiratorio, mi compañera de al lado me escucha, porque estamos trabajando en escritorios muy cercanos, o si no, hago un tipo de seña o digo que tengo un paciente en esas condiciones. Entonces, otro compañero se levanta, toma el papel con las indicaciones y se lo lleva al médico para que gestione el despacho de la ambulancia. Mientras, otro compañero llama a Carabineros o a Bomberos y otro se comunica con un SAPU o clínica”.
Sin antes del coronavirus la mayoría de los llamados eran por accidentes de tránsito, infartos, baleados u otras patologías, “ahora ocho de cada diez son de Covid-19”, explica Hurtado. Además, especifica que las comunas desde donde más se solicitan ambulancias son Maipú, Lo Espejo, San Bernardo, Santiago, Pedro Aguirre Cerda, La Pintana y Renca. Así, considera que “la pandemia ha sido caótica, sobre todo para el personal de salud y en términos de infraestructura, estamos sobrepasados”.
Pero no todos los llamados que atiende son para pedir ambulancias: “También escuchamos las preocupaciones psicológicas de los pacientes contagiados, sus temores y les entregamos la información que requieren sobre la pandemia. Muchas veces hacemos contención, les damos ánimo a la gente para seguir luchando y que piensen en positivo, que esto va a pasar, que se va a sentir mejor y que va a mejorar su salud”.
Felipe Caldera, médico cirujano venezolano
“Estamos viendo pacientes con patologías comunes, como la depresión o la ansiedad, pero que en época de pandemia y con las pérdidas de familiares que han vivido, se han ido exacerbando. También los encierros, la pérdida de empleos, están deteriorando el estado de la salud mental”, advierte el médico gestor y y encargado de Telemedicina del Hospital Digital, Felipe Caldera (30). Esta iniciativa es parte del Cesfam Dr. Hernán Alessandri, ubicado en Providencia, donde Caldera trabaja desde el 2018.
Cuando llegó al país en 2017 desde Venezuela, realizó el examen Eunacom y tras obtener excelentes resultados se trasladó al Centro de Salud Rural El Principal de Pirque, lugar en el que aún trabaja los días sábados en Urgencias. Cuando le toca atender emergencias respiratorias, casi todas son por pacientes contagiados. “En Pirque estaban muy agradecidos de que pudiera trabajar allá con las personas rurales. Eso me llena de satisfacción y por eso todavía sigo trabajando allá, las personas son más humildes y colaborativas”.
Dentro de sus otras labores, Caldera también está a cargo junto al resto de su equipo, de realizar el seguimiento de los casos activos, tarea que no ha sido fácil para los centros de Atención Primaria de Salud (APS). “Ahí nos damos cuenta de que hay pacientes que se toman a la ligera esta pandemia, que deberían hacer cuarentenas preventivas, pero que como no sienten los síntomas, no creen que puedan tener la enfermedad y no cumplen con la norma. Ese ha sido uno de los problemas principales, porque ellos pueden seguir contagiando y es un círculo vicioso”, relata. Además, el hecho de que informen poco cuáles han sido sus contactos estrechos, “nos complica más la trazabilidad”, agrega.
El doctor Caldera además debe revisar a la mayoría de los pacientes contagiados y que deben ser derivados al Hospital del Salvador. “No ha sido un trabajo fácil, nosotros estudiamos una carrera donde no se nos enseño cómo enfrentar una pandemia de tal magnitud. Eso se ha ido dando sobre la marcha, al igual que elaborar un equipo, pero que estamos pudiendo solventar”, relata. No obstante, “cuando vemos en las noticias las fiestas clandestinas o personas que no cumplen con las medidas, eso nos derrota porque después estamos sobresaturados con seguimientos por hacer”, concluye.
Milarica Delsoin, técnica en administración haitiana
Luego de aprender español por unos meses en Santo Domingo, República Dominicana, Milarica Delsoin (27) decidió viajar a sola Santiago a los 23 años desde su ciudad natal, Puerto Príncipe, Haití, en busca de trabajo y una mejor calidad de vida. En 2016 estuvo unos meses ayudando en un campo en Chillán, Región del Ñuble, pero pronto regresó a la capital para incorporarse a la recién fundada Fundación FRÈ, la cual promociona la inserción social de los migrantes en el país.
Desde entonces colabora con dicha organización, al comienzo de manera voluntaria y actualmente está contratada como traductora. “En la Fundación hacemos fichas con las normas sanitarias, ellos las escriben en español y yo las traduzco al creole. Explicamos el uso de la mascarilla, el lavado de manos, la distancia física, todo esas cosas para los haitianos”, explica Delsoin. Esas fichas son difundidas a través de las redes sociales de la institución, así como también en un grupo de WhatsApp donde participan 180 familias haitianas.
También está encargada de informar sobre el proceso de vacunación. No obstante, desmitificar la falsa información que circula en esta comunidad no es tarea fácil y es el principal motivo por el cual algunos no se quieren inmunizar. “Todavía hay haitianos que creen que este virus no existe y que es parte de una política mundial. Me dicen que no se quieren vacunar porque los van a matar, que es el fin del mundo, cosas así. Pero después de un año, muchos ya entienden que el virus sí es real”, comenta, y agrega que “estoy haciendo todo lo posible para que ellos puedan entender lo complicado que es esta enfermedad (...) Pero no logro convencerlos a todos”.
Además, Delsoin colabora con la repartición de cajas con mercadería y útiles de aseo que la fundación realiza desde su sede en Santiago Centro. “Hacemos un llamado cada una hora para que vayan de a cinco personas. Ahí llegan con sus mascarillas y cumplen con el distanciamiento. Si no tienen mascarilla, les entregamos y a veces las cajas vienen con alcohol gel también”, dice.
Este año Delsoin recibió su diploma como técnica en administración contable en el Instituto Educa. Se casó hace dos años y tiene una hija. Sobre la pandemia, opina que los migrantes tienen que dejar de realizar fiestas clandestinas. “Las demás personas no entienden que nosotros estamos aquí sin nuestras familias, que estamos en piezas hacinados. Pero igual quiero decirles a ellos que hay que ser muy cuidadoso y que hay que respetar las medidas para que la pandemia se acabe”, concluye.