Marcos Vergara, director Instituto de Neurocirugía: “Listas de espera son el gran problema del sistema de salud”
Según el médico, es clave transformar al sector público, “para que la gente no quiera salir corriendo de él”.
¿Cuál es el principal problema del sistema actual?
Las listas de espera. Cuando la atención primaria no puede resolver un diagnóstico de salud y se necesita de una interconsulta para tenerlo, se produce una interrupción en la continuidad de los cuidados. Hay quienes no tienen otra alternativa y la atención pública de salud es la única opción que muchos tienen para atenderse.
Según esta propuesta, ¿ahí hay que poner el foco?
Sí, en las listas de espera quirúrgica o de procedimientos, especialmente para procedimientos no GES. De alguna manera, la ley GES ofrece a la población garantías de atención y calidad para 85 problemas de salud. El problema está en aquellos que no son GES, los que producen más espera en la lista y se dan nuevamente soluciones de continuidad que podrían significar tratamientos inoportunos, fuera de plazo, evolución de patologías, empeoramiento, etc.
¿Cómo funciona su idea de entregar más autonomía a la red hospitalaria?
Desconcentrando. Moviendo la red hospitalaria pública a un espacio diferente y que no esté en el corazón del Ministerio de Salud. El ministerio es el órgano rector, debería funcionar como tal con sus organizaciones reguladoras, que son la Superintendencia de Salud, el Instituto de Salud Pública y el Fondo Nacional de Salud.
¿Por qué el dar mayor autonomía a los hospitales sería una buena solución?
Es una combinación. Hay que darles mayor autonomía en la misma medida en que seleccionas gestores que tengan el mérito para estar ahí y que sean responsables. Entregarles los recursos y que los manejen bien, que se cuiden de no endeudarse. Hay otros asuntos más que corregir, hay fragilidades en el sistema en este aspecto.
Si es así y ahí está el nudo, ¿por qué entonces no se han impulsado reformas importantes en la provisión de servicios de salud?
No hemos tenido masa crítica suficiente. También el entusiasmo de los economistas ha ido por explorar el mundo del financiamiento, en particular porque se vive como la gran injusticia: los que tienen menos se atienden en Fonasa y los que tienen más recursos, en isapres. Esa experiencia de injusticia ha hecho que estemos todo el tiempo preocupados en qué hacer con las isapres, con las que tampoco se ha hecho nada. Si queremos que el sector público siga siendo una opción válida, hay que modificarlo para que la gente no quiera salir corriendo de él.
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