Aunque hace días que Felipe Berríos había tomado la decisión de renunciar a la Compañía de Jesús -tal como publicó La Tercera el 4 de noviembre-, esta semana lo comunicó formalmente a parte de la comunidad jesuita. Por medio de una carta dirigida a sus “queridos compañeros”, el sacerdote explicó sus razones, arremetiendo en duros términos contra la congregación que integró por 45 años.
La determinación se da luego de que el 2 de mayo la Compañía iniciara una investigación canónica en contra del sacerdote, tras recibir denuncias por “hechos de connotación sexual”. Sin embargo, es durante ese proceso que el religioso asegura que ha sido objeto de “malos tratos” que ahora, de alguna forma, lo llevan a dar un paso al costado.
Por lo mismo, en su escrito parte diciendo: “Este año, como saben, ha sido complejo. Por una parte, he sido denunciado de hechos que no he cometido; por otra, se han atribuido a gestos y palabras mías connotaciones que nunca tuvieron. Una cosa es que mi forma de ser sacerdote, horizontal y directa, pueda haber incomodado o ser considerada inadecuada por alguien, pero no comprendo por qué el gobierno de la provincia insinúa en sus declaraciones que se me ha investigado por hechos que podrían constituir delitos graves. Esta difícil situación no solo ha sido tremenda en sí misma sino que, además, se suma el modo en que el gobierno de la provincia ha actuado en relación a mí”.
“No se han respetado mis derechos fundamentales, en un proceso poco transparente, con tiempos ilimitados, mitad secreto y mitad público, en el que me es imposible defenderme en igualdad de condiciones respecto de quienes me acusan. Por eso, paralelamente, he llevado el asunto a la justicia penal, a la que estamos sujetos todos los chilenos y que garantiza procesos transparentes y públicos”, continuó.
Así, de forma enfática, sostuvo que le “duele” contar “que me he sentido maltratado por el gobierno de la Compañía, que tanto quiero. Sus ambiguas declaraciones a la prensa han sido condenatorias. Todo esto en un proceso mediático con filtraciones intencionadas que me han perjudicado. Entiendo que el Provincial tenga que ser ecuánime ante una investigación y que deba aplicar los protocolos, pero eso no significa que no deba acogerme con algo de empatía, velando por la presunción de inocencia”.
A juicio de Berríos, como aseguró en el documento, “el Provincial ha tenido actitudes objetivas y comprobadas en que ha optado más por cuidar la imagen de la institución y su propia persona, que la búsqueda de la verdad y la justicia. Si por alguna razón el Provincial ha sido incapaz de actuar como Provincial, tiene para ello un Socio y Consultores para corregirlo, quienes han brillado por su ausencia”.
Y continuó: “Todo esto me ha puesto en una situación en que se me hace imposible vivir la obediencia jesuita. Lo que se me ha impuesto en estos meses -vivir alejado de mi comunidad de La Chimba- me plantea un dilema que nunca debería haber existido. Se me pide una obediencia que violenta mi libertad de conciencia y atrofia mi vocación. Jamás debería haber existido este dilema; en que para vivir mi vocación de jesuita debo de renunciar a ser jesuita. Durante siete meses he agotado todas las instancias de gobierno para tratar de revertir este dilema”.
Según él, no pretende un trato especial, sino que sólo volver a trabajar con su comunidad en La Chimba, y aún cuando siempre pensó que “moriría como jesuita”, se siente obligado a partir. “Queriendo profundamente a la Compañía de Jesús, y estando agradecido por todo lo que ella me ha dado, y muy consciente de que gracias a ella he podido identificarme con el Señor y su evangelio, por lealtad a la misma Compañía, debo renunciar a ser jesuita”, dijo.
“No puedo permanecer indefinidamente lejos de mi comunidad; no puedo ser jesuita y no obedecer; no puedo irme a La Chimba haciéndome el leso, porque eso sería traicionar mi conciencia, la misma que la Compañía me ayudó a formar”, complementó.