Han transcurrido cuatro días desde que el fuego consumiera decenas de viviendas en Viña del Mar y provocara el despliegue de cientos de personas y autoridades.

La crisis, sin embargo, pudo haberse evitado. Eso al menos se extrae de la opinión de una serie de expertos consultados por La Tercera. Y es que si bien el inicio del fuego puede no tener freno, lo que sí critican son los factores de propagación propiciados por las personas.

Somos reincidentes, superamos la adversidad, pero no aprendemos nada de ella”, dice Luis Álvarez, profesor del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV), quien insiste en que a pesar de haber vivido siniestros similares en el pasado, “no hemos aprendido nada”.

César Cáceres, geógrafo, doctor en Desarrollo Urbano e investigador de la Universidad Viña del Mar, concuerda y expone que el incendio en su ciudad “es algo que viene ocurriendo desde la década del 70; sabíamos que en algún momento iba a pasar”.

Esto, asegura, tiene que ver con al menos dos factores: “El primero es el desarrollo de asentamientos informales en la parte alta de los cerros, sin la adecuada infraestructura urbana; caminos, grifos y todo el sistema de equipamiento que permitiría a bomberos llegar a tiempo y tener disponibilidad de agua”. La segunda arista, añade, tiene que ver con instrumentos de planificación territorial y específicamente los reguladores comunales “que no han incorporado el factor de riesgo natural y de incendios en su actualización, y eso es una solicitud que las seremis ha hecho”.

En ese orden, Álvarez señala que “las áreas siniestradas son predios con propietarios ausentes, suelos superfluos, pero potencialmente urbanos”. Esto, a su juicio, se transforma en la tormenta perfecta: “La acción generatriz pasa a un segundo plano y el tamaño colosal que toma como incendio estructural solo es la suma de acumular precariedades y vulnerabilidades”.

Por eso, para Lautaro Ojeda, director del Centro de Investigación de Vulnerabilidades Territoriales de la Universidad de Valparaíso (UV) y académico de su Escuela de Arquitectura, el gran desafío “es lograr un proyecto urbano integral para la zona de interfaz urbano-forestal de Valparaíso y Viña del Mar, porque eso se puede planificar y diseñar”. El problema, dice, “es encontrar el financiamiento para ejecutarlo”.

Un proyecto urbano integral significa incorporar aspectos medioambientales, gestión de recursos forestales, obras físicas de mitigación, proyectos para la consolidación de los campamentos emplazados en zonas aptas para el desarrollo humano”, agrega.

Restaurar los sistemas naturales

Por eso, para Cáceres es necesario que los instrumentos de planificación comiencen a trabajar en las interfaces rural-urbanas en los márgenes de las ciudades, incorporando el riesgo y tomando varias medidas, “entre ellas, evitar especies como el eucalipto y el pino, que facilitan la propagación de incendios”.

Pero no es la única. También cree que se podrían adoptar medidas como la generación de espacios entre las áreas de vivienda y la parte más rural de cultivo. En tercer lugar, señala, se deberían generar embalses, para que haya “disponibilidad de agua en los márgenes altos de ciudades como Valparaíso y Viña del Mar”.

“Esas cosas se vienen discutiendo y las han dicho distintos académicos y no se han tomado medidas. Las seremis han insistido en la actualización de planos reguladores comunales para que incorporen la variable riesgo, cosa que ha sido lenta y sin la rapidez que se necesita de acuerdo a la realidad que está imponiendo el cambio climático, con ciudades cada vez más secas”, cierra.

Álvarez, quien clama que el país aprenda de esta experiencia, coincide en algunos puntos: “Las especies exóticas y propiamente pirrófitas (eucaliptos) deben intervenirse y erradicarse, debemos restaurar los sistemas naturales. Los propietarios deben ser parte de la solución. El suelo abandonado, normalmente superfluo, debe ser castigado como delito”, asegura.

Y aunque los expertos coinciden en que hay acciones que se podrían tomar -y haber tomado- para evitar que los incendios tengan condiciones favorables para propagarse, Ojeda (UV) piensa, eso sí, que hay que separar las cosas, puesto que, a su juicio, “en materia de respuesta post desastre sí se aprendió (del pasado), pues las respuestas son ágiles e intersectoriales. Los profesionales de los organismos estatales también han aprendido y hoy están muy capacitados para dar respuesta adecuada a los procesos de reconstrucción. A diferencia de otros desastres, el Presidente declaró de inmediato estado de excepción constitucional de catástrofe”.

Lo que quiere transmitir, concluye el académico, “es que sí hay conciencia, sí hay avances, pero lamentablemente Chile es un país muy atrasado en su desarrollo urbano”.