Un recuerdo inmediato del uso de las pelucas en los procesos internacionales nos lleva al juicio contra Augusto Pinochet por la Cámara de los Lores en 1999, misma costumbre que durante las próximas semanas veremos en la corte de La Haya en el caso del río Silala entre Chile y Bolivia. De hecho, esta jornada el abogado Samuel Wordsworth defendió la postura de Chile vistiendo la tradicional tenida.
Pero el uso de pelucas se remonta desde la época de los egipcios, pasando por Japón e incluso llegando a Grecia y Roma. Prohibida por la Iglesia por relacionarse con "actividades licenciosas", a partir de la caída del Imperio Romano su utilización fue decayendo con el tiempo, siendo rescatada nuevamente en el siglo XVI para compensar la calvicie.
Así como la reina Isabel I de Inglaterra, a medida que avanzaba en edad, comenzó a coleccionar pelucas, accesorio que también fue usado con el propósito de prevenir la tiña, los piojos y para cubrir la suciedad propia de un ambiente en malas condiciones de higiene.
Fue en el siglo XIII cuando el rey Luis de Francia las puso de moda, y ya en el siglo XVII la mayoría de los hombres sin excepción usaban pelucas. Llegaban a la altura de los hombros y el pecho, eran pesadas, incómodas y las más costosas se fabricaban con cabellos humanos, aunque también había de materiales como pelo de caballo y cabra.
En la actualidad, las pelucas son llevadas por abogados, jueces y oficiales del Parlamento inglés como símbolo de su actividad.
¿Y cómo se llegó a esa tradición? La historia dice que esta costumbre se hizo popular como un disfraz que permitía a los jueces no ser agredidos en condenas criminales por los familiares del condenado, aunque lo mismo ocurre con las tradicionales capas rojas, pañuelos blancos y capas negras, estas últimas en honor a la Reina María II de Inglaterra.
El material se le dio originalmente a los jueces como una subvención de la Corona, y en 1635 se instauró la guía definitiva publicada en el Reglamento Judicial, buscando transmitir una imagen de dignidad e imparcialidad en los juicios. Sin embargo, esto no introdujo nuevos trajes; simplemente establece qué túnicas se deben ocupar y cuándo.
Aún así, esta tradición ya se encuentra en retirada y en ningún caso es una obligación. En 2011, una jueza solicitó a los abogados dejen las pelucas y túnicas de lado, reafirmando la idea de una costumbre que cae en el olvido.
Fuente: Wigs, Coifs, and Other Idiosyncrasies of English Judicial Attire, Courts and Tribunals Judiciary