“Se aclaran las papilas con el shot de vodka, se pone el caviar sobre la lengua, se desliza contra el paladar... y uno se siente corriendo por la estepa, a bordo de una enloquecida troika al galope...”.

El texto fue publicado hace tres años en sus redes sociales por el periodista y crítico gastronómico de Las Ultimas Noticias, Rodolfo Gambetti. Lo acompaña una foto que lo muestra feliz y en su mundo.

Gambetti, el miembro fundador del Círculo de Cronistas Gastronómicos y la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica del Norte, falleció esta semana a los 82 años.

¿Quién fue Rodolfo Gambetti?

Comentó espectáculos con el pseudónimo de La Araña y dejó huella en su rol de crítico culinario. En revista Paula, en agosto de 2012, retrataba ese oficio haciendo un guiño al poeta Gonzalo Rojas.

“Para descubrir los restoranes que destacan, uno ha tenido que recorrer decenas y decenas de lugares mediocres y muchos francamente malos. Así es como el pobre cronista gastronómico, que va dejando su juventud sobre los manteles, termina soñando con unos fideos blancos con aceite de oliva y nada más”, confidenciaba.

“De todo comerás”

El periodista apuntaba a que los críticos gastronómicos son “un reducido grupo de bienaventurados que se dedica a probar de la A a la Z lo que se cocina en Chile”.

“Solemos tener la agenda llena de invitaciones para degustar desde hamburguesas hasta caviar de caracol o perdices trufadas. Pero el trabajo que hay que hacer para calificar a los cocineros y restoranes de moda no es tan rutilante como parece. No hay que olvidar que el primer mandamiento del cronista gastronómico es “De todo comerás”: nada de ascos ni de arriscadas de nariz. No vaya a venir alguien con que le carga el cochayuyo, que no soporta las ranas, los cuyes ni los piures, o que diga que las anguilas son unas bichas de agua y que el foie gras no es más que un hígado graso hipertrofiado”, explicaba.

El cronista planteaba que en su labor “hay que tener el cuero duro. Tan duro como Bruce Willis en cualquier versión de Duro de matar”.

“Después de una semana comiendo todos los días fuera de casa, a uno le puede tocar almorzar un asado al palo, a la cena una matanza de chancho, y al almuerzo del día siguiente tener la obligación de probar una carta de invierno de veinte platos”, decía, sin lamentarse, al detallar su quehacer.