“El inicio de año ha sido una mezcla de cosas, con mucho desgaste, y aunque creo tener buen manejo, me veo bien cansado cuando llego a la casa, cosa que antes no pasaba. El otro día lo hablábamos en la sala de profesores: ahora todo cuesta más y están todos mis compañeros en la misma”. El relato es de Patricio Ancán, uno de los profesores más antiguos del Instituto Nacional (IN), y lo que describe parece no ser una sensación aislada. “Ha sido tan desafiante el regreso como el período de confinamiento”, concuerda Paloma González, profesora de un colegio particular.
Como estos docentes, otros cientos de profesores han comenzado a evidenciar las consecuencias de dos años de clases a distancia y un retorno, según no pocas voces, en que se ha tendido a actuar como si la pandemia no hubiese existido. Apenas en abril, el cansancio ya se vislumbra y hoy, por ejemplo, el ausentismo docente alcanza niveles pocas veces visto, llegando, incluso, al 20% en algunas comunas.
Libertad Manzo, psicóloga educacional de EducarChile, asegura que aunque los profesores tienen la convicción de que la modalidad presencial es más efectiva, también tienen conciencia de los efectos de la pandemia. “Esto ha conllevado a que los docentes, al igual que los estudiantes, han visto afectado su ánimo y han presentado estados de ansiedad y estrés al reactivar los aprendizajes descendidos y agudizados por la sensación de no contar con las herramientas necesarias”, señala.
Tal como ocurre con la inestabilidad socioemocional que han exhibido los alumnos, los profesores también muestran signos alarmantes, como cansancio, ansiedad o menor tolerancia.
“Es como que para el retorno solo se puso el zoom en los estudiantes”, advierte de entrada Mauricio Contreras, psicólogo educacional y académico de la Umce, quien ha trabajado en planes de intervención en comunidades escolares con crisis. “Pasó como que el mandato fue que no hubo pandemia y un ‘hágalo como antes’”, añade, e incluso asegura que el retorno ha puesto como “fantasía que retornamos a la normalidad e instala un imaginario que va a ser todo lo mismo, y en ese sentido los docentes quedaron atrapados en hacer las cosas como eran antes, pero el contexto cambió, los estudiantes cambiaron, y quien soporta esa tensión es el profesor”.
Esta idea es compartida por Nibaldo Benavides, director (S) del Instituto de Investigación y Desarrollo Educacional de la U. de Talca: “Hay dificultades que no se han podido abordar y lo primero es la salud mental de los profesores. Se ha hablado mucho de los alumnos, pero poco de los docentes”.
En ese sentido, analiza que hay una sobrecarga de trabajo para los profesores. “Tienen que lidiar con problemas de aprendizajes, la falta de motivación de los alumnos, la falta de rutina, la reorganización institucional, y eso afecta, provoca baja tolerancia a la frustración y se ve reflejado en algunos grados de ansiedad, cansancio o impulsividad”.
En efecto, los testimonios aquí recogidos reflejan características como las que describe el investigador. “Dentro de los dos años de pandemia nunca hubo un periodo igual al otro en el que pudieras acostumbrarte a una rutina, método de enseñanza o demanda cognitiva y/o emocional de los niños. La incertidumbre era total frente a los recursos personales y profesionales que teníamos al alcance”, señala la profesora González, quien encuentra eco en Ancán, el docente que lleva más de 30 años en el IN: “Los chicos vienen con una carencia enorme de hábitos y eso ha sido totalmente desgastador, se trabaja el doble que antes, o incluso más. Es agobiante”.
La problemática, dicen los entendidos, es que esto no se anticipó adecuadamente.
“Tú no pasas sin marcas -que pueden ser más o menos profundas- tras una situación como la que vivimos”, señala Sandra Saldivia, directora de Posgrado de la U. de Concepción y docente de su departamento de Psiquiatría y Salud Mental. Y ahonda: “Los profesores no están descontextualizados de lo social, venimos saliendo de un periodo de estrés continuo y la salida de estos procesos debe ser paulatina, y en ese recorrido importan mucho las herramientas con que cada uno cuente”.
Desde la U. de Talca, Benavides cree que todo ha pasado tan rápido que esto podría significar “que no haya un programa que haga frente a esta contención, a este cambio tan brusco en el que pasamos de la virtualidad a la presencialidad como si no hubiera pasado nada”. A raíz de esto, añade, se le ha dado “demasiada responsabilidad al profesor y eso afecta la salud mental”.
El análisis es compartido por Libertad Manzo, de EducarChile: “Este escenario de tensión se ha incrementado por el hecho de que, aun cuando los docentes habían advertido ciertas dificultades y vacíos, ello no ha estado necesariamente acompañado de estrategias institucionales para contener y abordar como comunidad los problemas que se han suscitado estos primeros meses”.
Pero Raúl Figueroa, hoy académico de la U. Andrés Bello y hasta el 11 de marzo el ministro de Educación, retruca: “Desde que se inició la pandemia el apoyo socioemocional a los profesores fue una de las prioridades, tanto en el proceso de clases a distancia como también preparando el retorno”, expone. Con ese fin -agrega- se diseñaron una serie de herramientas, como la Bitácora Docente, además de un proceso de formación que incorporaba lo socioemocional “como cuestión transversal dentro del trabajo con los docentes en diversas áreas”. El exsecretario de Estado advierte, eso sí, que esto debía combinarse con acciones específicas que cada establecimiento tenía que hacer.
Se haya hecho o no, lo cierto es que hoy los profesores denotan síntomas más o menos transversales, que para los especialistas no pueden obviarse. “Una de las consecuencias de no tratar esto podría ser el aumento de licencias médicas asociadas a malestares físicos y emocionales y eso va a generar un estrés en la institución, lo que va a rebotar en el alumno”, advierte desde la Umce Mauricio Contreras. Esto ya se evidencia con el mencionado ausentismo docente.
En esa línea, Benavides aporta que si ya hay un clima laboral complejo, no abordarlo lo empeoraría, lo que aumentaría la falta de motivación de los profesores. “Eso implica no trabajar las brechas de aprendizajes que se agrandaron con la pandemia”. A la larga, resume, “es una cadena”.
Cómo se enfrenta
Para el psicólogo y académico Contreras, quienes soportan el estrés del regreso presencial son los profesores, y si no tienen espacios para cuidar su salud mental, van a evidenciar deficiencias físicas y emocionales. “La tolerancia a la frustración se reduce”, ejemplifica. Por esto, dice que una estrategia podría ser aumentar la cantidad de recreos para que los alumnos quemen energías y los docentes puedan tener más diálogos de autocuidado entre pares. Además, asevera que las autoridades educativas “tienen que dar pistas de cómo abordar esto”.
En ese sentido, desde el Mineduc detallan que en este tiempo en la administración han dispuesto de algunas medidas iniciales para apoyar a las comunidades en su retorno a las clases presenciales. En el caso de los docentes, por ejemplo, como primer paso se han entregado orientaciones para realizar talleres de reflexión entre directivos, profesores y asistentes de la educación. También recuerdan que se dio la posibilidad de flexibilizar la Jornada Escolar Completa (JEC) para dedicar más tiempo a la preparación y los ajustes del retorno a clases presenciales (hasta el 22 de abril, 2.009 establecimientos (18%) habían solicitado el cambio y se amplió el periodo para mantener la JEC flexibilizada hasta el 31 de mayo). Además, señalan que una de las razones que llevaron a pedir la suspensión del Simce este año es que, según algunos expertos, provoca, dentro de otras cosas, agobio y estrés de los docentes, además del estrechamiento curricular.
Daniela Eroles, jefa de la División de Educación General de la cartera, complementa y dice que después de dos años de virtualidad, el proceso de retorno a lo presencial ha sido complejo para todos los integrantes de las comunidades educativas. Por ello, agrega, dentro de las orientaciones para la Jornada de Reencuentro y Cuidado que se realizaron en los establecimientos educacionales en marzo, se sugirió realizar un primer momento de reflexión entre directivos, docentes y asistentes de la educación antes de pasar a los talleres con estudiantes. “Se entregarán recursos pedagógicos para docentes y directivos, con estrategias y herramientas para abordar el retorno a clases y con experiencias que pueden ser relevantes para las comunidades en materia de salud mental y convivencia”.
A pesar de todo, desde la Umce, Contreras considera que se debe ir un paso más allá, puesto que el problema de los docentes es que están “atrapados por la forma” y que “todos los protocolos quedaron en modo prepandemia”.
Lo mismo ve en las escuelas, que cree tendrían que estar en modo convivencial y no en modo curricular. “Debería haber actividades que trabajen interacciones y relaciones y los equipos debieran dar más permiso para ser una escuela más relacional y afectiva, con espacios de conversación y escucha”.
Sandra Saldivia, en tanto, cree que esta preocupación debería ser una responsabilidad pública en la que tendrían que darse espacios de reflexión ineludibles. “Y no todo es negativo, porque también hay aprendizajes, pero hay distintas señales que dicen que no deberías volver como si nada hubiera pasado. Hay que hacer intervenciones”.
En tanto, desde Talca, Benavides expone que debe existir un apoyo socioemocional a los maestros, además de trabajar en las escuelas en talleres focalizados. “Esto tiene que venir de la autoridad del sector, de la dirección municipal o los sostenedores, pero también hay que revisar la carga administrativa”.