Accidente de avioneta en Tirúa revela falta de regulación aérea
En la zona exigen controladores de tráfico aéreo y una barcaza que conecte con Isla Mocha. En la DGAC explican que el piloto es el responsable, pese a la ausencia de una torre de control.
"Los pilotos toman la decisión en el momento de salir. No ha cambiado nada desde el accidente donde murió mi hija", afirma Cecilia Suffray, madre de Leslie Roa, una de las cinco víctimas que fallecieron en 2013, luego que desapareciera el Cessna 172 que pilotaba Mario Hahn.
Cecilia asegura que en el aeródromo Lequecahue de Tirúa existe sólo un empleado de la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC), pero que no fiscalizaría ni monitorearía los cerca de cinco vuelos diarios que ocurren en el lugar.
El accidente del domingo pasado, que se produjo a 100 metros del aeródromo, y que dejó cuatro fallecidos por la caída de una avioneta Cessna 172, reveló la ausencia de controladores de tráfico aéreo en la ruta que conecta Isla Mocha y Tirúa, Región del Biobío.
"Lo ideal sería que existiera una torre de control", dijo el alcalde (s) de Lebu, Jorge Ravanal, quien agregó que "los mochanos piden que se revalúen las condiciones con que operan estas avionetas".
Este siniestro se suma a un largo historial con consecuencias fatales ocurridos en esta ruta aérea. Desde 1966 se han registrado siete caídas de avionetas en la zona.
Actualmente, tres empresas aéreas ofrecen servicios para este trayecto. Los habitantes de Isla Mocha cuentan con un servicio subsidiado que permite que el precio de cada vuelo no supere los $ 5.000.
En Tirúa las quejas apuntan a la escasa longitud de la pista de aterrizaje. Mientras que en Isla Mocha el alcalde (s) Ravanal subraya que "la pista cuenta con luces que se pueden instalar para su uso nocturno. De esta manera, si un habitante debe ir al continente por alguna emergencia de salud, puede realizarlo en cerca de 20 minutos".
Rodrigo Gutiérrez, secretario general de la DGAC, asegura que falta personal para controlar los aeródromos del país. También explica que el criterio en este tipo de vuelos recae en el piloto, por tratarse de aeródromos de "operación visual". En ellos no existen instrumentos de regulación externa y no se puede pilotar de noche o en malas condiciones climáticas. "Es responsabilidad del piloto. No es su culpa, quizás pudo afectar otro factor, pero con una torre de control ese avión se hubiese estrellado igual", afirma Gutiérrez
La alternativa para recorrer los 34 kilómetros que separan Isla Mocha de Tirúa es un lancha certificada que opera desde junio de 2016, y que demora tres horas en completar el trayecto. Es el único servicio alternativo. Por ello, agrupaciones locales exigen una barcaza que conecte ambos sectores.
Al respecto, desde el municipio de Lebu señalan que "en agosto estará operativa una barcaza", luego de haber sido aprobada en el Presupuesto 2017. Los pasos restantes serían definir qué tipo de embarcación es la más adecuada para los vecinos de la zona, para así iniciar el proceso de licitación.
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