Allende en casa: Cannes aplaude íntimo documental sobre el ex Presidente
Ayer se estrenó el filme Allende mi abuelo Allende, de su nieta Marcia Tambutti.
Más o menos en la mitad del documental Allende, mi abuelo Allende de Marcia Tambutti, la realizadora y su prima Maya Fernández observan una fotografía donde las dos aparecen con meses de edad y en brazos del ex Presidente. En la escena, se preguntan por sus eventuales parecidos físicos con el legendario abuelo, hallan similitudes, se comparan y buscan sus nexos en común: que una tiene una boca más como él, que la otra la barbilla, que quizás entre la boca y la mejilla. Las primas apuestan diversas características sobre la mesa con ánimo festivo y tratando de encontrar en sí mismas su Allende interior. Es un segmento ilustrativo de lo que es este filme: una búsqueda inconclusa de aquel personaje que en el mundo político es casi un bien público y en el privado un enigma a resolver.
El esperado filme de Marcia Tambutti se estrenó ayer a sala llena en el Festival de Cannes, demostrando que las historias del Chile más político son un atractivo incombustible en la fiesta del cine de la Riviera francesa. Bastante tradicional en términos formales, la cinta es narrada por Marcia Tambutti, quien es algo así como la piedra en el zapato de una familia que habla a regañadientes. Las respuestas de "ya terminamos, ya", "cuánto falta para que esto acabe", "no quiero hablar de eso" se repiten en una historia donde Tambutti lucha porque su madre Isabel Allende, su tía Carmen Paz y, sobre todo, su abuela Hortensia le abran el libro no revelado de su abuelo. Poco a poco irá obteniendo algo. Son los regalos que este documental ofrece a los espectadores.
Nos enteramos, por ejemplo, que Allende no consideraba a su esposa como un interlocutor político válido. También que discutían a menudo y que el Chicho, según Bussi, respondía rápido y era capaz de dar vuelta las disputas familiares con un sentido del humor formidable. También, dolorosamente y por primera vez en público, Tencha Bussi habla de las infidelidades de su esposo. "Le encantaba flirtear", comenta. "¡Usted era celosa?", le pregunta su nieta. "No sacaba nada con ser celosa, pues todo el tiempo me engañaba. Sin embargo, nunca me quise presentar como víctima… Me costó vivir así… He sufrido mucho", responde.
Estas escenas se complementan con otras donde Marcia visita la casa de El Cañaveral, residencia de la secretaria personal de Allende, Payita Contreras, ubicada en la precordillera. Fue, en la práctica, el segundo hogar del ex Presidente y territorio donde pasó gran parte de sus últimos años. Sobre esta relación, por ejemplo, Isabel Allende se niega a hablar frente a la cámara.
Sin embargo, la zona más sensible del campo minado en que se mueve la directora es la muerte de Beatriz Tati Allende, la hija más cercana al ex mandatario. De personalidad más expansiva que Isabel, Tati se refugió en Cuba tras el Golpe y, a diferencia de sus hermanas, no pudo soportar el exilio y la pérdida. Se suicidó en octubre de 1977, envuelta en una depresión y en un entorno que le resultaba extraño. Así lo dice aquí su hijo Alejandro Fernández Allende: "Ella era una figura pública y, si eres revolucionario en Cuba, no tienes derecho a deprimirte. Fueron muy pocos los que allá se dieron cuenta de eso. Creo que si se hubiera ido a México en vez de Cuba, no se habría suicidado". En ese momento de la cinta, la realizadora hábilmente intercala imágenes donde aparecen Beatriz Allende y Fidel Castro en una manifestación pública: el rostro amargo de Tati contrasta pavorosamente detrás de un Fidel jubiloso y enérgico.
"Yo creo que Tati se cansó de ser el pilar al que todos se asían, se cansó de ser el sostén. Eso la fue desgastando. Tras esa personalidad más abierta y aparentemente fuerte, se escondía una gran fragilidad. Era muy vulnerable", también le confiesa Isabel Allende a Marcia sobre la última de las tres hijas de Allende que abandonó La Moneda el 11 de septiembre de 1973
Hacia el final están algunas de las escenas más fascinantes. Primero, hay fotos que lo muestran arriba de un pequeño velero, en el mar de Algarrobo, solo y desafiando la naturaleza. Luego vienen aquellas viejas filmaciones donde se ve a un joven Allende vestido de sacerdote y también de pantalón corto en una representación teatral al aire libre. Es un personaje más bien bufonesco, que se cae con una zancadilla, que juega y hace reír a Hortensia Bussi. Qué lejos queda este Allende de la imagen para el bronce del último discurso en La Moneda y qué hallazgo representa para Marcia Tambutti.
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