Alza de contaminación en India genera un nuevo foco de inquietud ambiental

Según la OMS, Nueva Delhi superó a Beijing en la proporción de gente expuesta al daño. El aumento del parque automotor y la mala gestión ambiental estarían entre las causas.




Los niveles de contaminación ambiental en Beijing este invierno alcanzaron varias veces el límite crítico de toxicidad. A mediados de enero, las autoridades chinas debieron decretar alerta sanitaria, instando a más de 20 millones de personas a evitar actividades al aire libre y a protegerse con una máscara cada vez que salieran de sus hogares. Sin embargo, a pesar de que Beijing es una ciudad famosa por sus altos niveles de polución aérea, un actual repaso de las cifras de contaminación ha probado que ya no es la más peligrosa del mundo en esta materia.

Según una información publicada en el diario The New York Times, al comparar las cifras de contaminación diaria en Nueva Delhi, la capital de India, y Beijing, se constató que durante la misma época, los niveles más altos de polución en la ciudad china eran similares a los niveles considerados normales en la capital india. De hecho, señala el periódico, el 15 de enero pasado, cuando el índice de medición de partículas dañinas de materia fina en suspensión superó la cifra de 500 en Beijing, la capital de India ya había alcanzado ocho días antes una marca superior.

Según la Organización Mundial de la Salud, cada año mueren más de 900 mil indios sólo por efecto de la contaminación ambiental, logrando así la mayor tasa de muertes por enfermedades respiratorias a nivel mundial. Según esta misma entidad, debido a que en India se concentra una gran cantidad de población (unos 1.160 millones de habitantes, siendo el segundo más poblado del mundo), en términos proporcionales hay más gente afectada por la contaminación en Nueva Delhi que en Beijing.

Recientemente, India fue posicionada en el número 155 del ranking del Indice de Comportamiento Ambiental, en donde 178 países fueron evaluados respecto de sus avances en materia ecológica. Además, fue consignado como el país con la peor calidad del aire del mundo. Angel Hsu, autora de ese estudio hecho por las universidades de Yale y Columbia, señaló a La Tercera que "a pesar de que India sea una economía emergente al igual que China, Brasil y Rusia, su calidad medioambiental está muy por detrás" y, por lo tanto, "su reto de mejorar sus índices es más grande que para las otras economías emergentes".

Para Hsu, "tanto el estrés urbano de Nueva Delhi como las insuficientes políticas públicas medioambientales han ayudado a que India haya visto declinar su calidad del aire dramáticamente durante la última década". Otro problema identificado por la investigadora tiene que ver con que las fiscalizaciones hechas por las autoridades indias no son lo suficientemente transparentes como para realizar una evaluación integral de la calidad medioambiental. En junio de 2012, Human Rights Watch publicó un informe que reflejó el fracaso reglamentario del gobierno indio sobre diversas empresas de extracción de recursos minerales de alto impacto ecológico.

Anumita Roychowdhury, directora del Centro para la Ciencia y el Medio Ambiente de India, sostiene que las causas de este problema también están relacionadas con el incremento de la industria automotriz en el país. El programa medioambiental de las Naciones Unidas asegura que el número de automóviles en India se ha duplicado cada siete años durante las últimas tres décadas y que la mayoría funciona a diésel, que emite más partículas dañinas que la gasolina. Esto ha provocado que sólo este año los niveles punta de partículas contaminantes en suspensión en Nueva Delhi ya sean 40% más altos que el año pasado.

Si bien el gobierno local de Nueva Delhi ordenó el uso obligatorio de gas natural para los vehículos de transporte público e instaló fábricas de biogás, así como más de 22 millones de cocinas optimizadas en zonas rurales del país, los expertos sostienen que el crecimiento exponencial que tiene India hace que estas medidas ya no sean efectivas.

El profesor de la U. de Yale Daniel Esty, colaborador del Indice Comportamiento Ambiental, dice que el problema  se solucionaría si el aparato público y la medición de impacto medioambiental estuvieran alineados. "Cuando las mediciones y la información que se entregan son pobres o no respetan las prioridades, la naturaleza y el ser humano sufren", señaló a este diario.

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