Aprendemos más de los aciertos que de los errores
Siempre se ha dicho que echando a perder se aprende. Que errar es humano y que para lograr caminar hay que caerse. Que, incluso, la equivocación es el momento ideal para asimilar y desarrollar habilidades. Porque esa sería la forma en que trabaja ese órgano de un kilo y medio de peso, que yace protegido por los cuatro costados en nuestro cráneo: el cerebro.
Pero como en muchas otras cosas que dábamos por sabidas, hoy la ciencia la desmiente. Investigadores del Instituto Picower para el aprendizaje y la memoria del Massachusetts Institute of Technology (MIT), realizaron un experimento con monos, el que constató que las neuronas sólo aprenden de la experiencia cuando hacemos algo en forma correcta y no cuando fracasamos.
En el trabajo publicado en la revista Neuron se logra registrar la actividad nerviosa en tiempo real de estos animales. Cuando cumplen una tarea con éxito, las redes neuronales del aprendizaje se activan y se sintonizan con lo que el animal está haciendo. Pero cuando fracasan, no existe ningún cambio en esos mismos circuitos. Es decir, no hay aprendizaje.
CÍRCULO VIRTUOSO
En la prueba, que se realizó frente a la pantalla de un computador, se alternaban dos imágenes. Una de ellas, para recibir una recompensa, exigía que el ejemplar mirara a la derecha y la otra, a la izquierda.
"Si el mono acierta con la respuesta correcta, una señal que persiste en su cerebro le informa 'lo hiciste bien'. Luego de suceder esto, en las próximas pruebas las neuronas procesan la información con más rapidez y efectividad, y es más probable que el animal acierte en su próxima respuesta", explica el doctor Earl K. Miller. En definitiva, una especie de círculo virtuoso, en que un acierto aumenta las posibilidades de que siga otro acierto y otro.
Por el contrario, después de un error, no se registra ninguna mejoría en el desempeño de la tarea. Algo que también podemos asemejar a un círculo vicioso y que podría explicar por qué se puede tropezar dos veces con la misma piedra.
APLICACIONES
El doctor Miller aclaró a La Tercera que se usó el modelo de dar una recompensa al animal o no dar nada. "Cuando se equivocan no usamos un castigo u otra consecuencia negativa, porque eso involucra otras vías nerviosas y no es lo más habitual de la vida diaria. A nivel de nuestra rutina, las alternativas son éxito o fracaso del tipo obtener un ascenso o no", explica.
En su opinión, los adultos deben saber que "el cerebro es más sensible al éxito, por lo que es mejor enseñar a las personas a través de recompensas por hacer bien las cosas". Sería el mejor refuerzo para aprender.
En el caso del fracaso, por el contrario, el cerebro es menos sensible a esta experiencia y la persona debe averiguar por qué falló. Esto le demanda hacer un esfuerzo extra de análisis y reflexión para aprender de sus fracasos.
Esto explica también que cuando un éxito sigue a un fracaso, la persona rápidamente olvida su error y se siente eufórica por su acierto. Algo que le alimenta su ego y que le permite mostrarse como exitoso ante los demás, mejorando su autoestima.
LOS PROTAGONISTAS
Algo que los científicos saben desde hace tiempo es que el aprendizaje y la memoria son dos procesos estrechamente relacionados. "Para aprender debemos adquirir la información del mundo exterior y la memoria es la forma en que guardamos esta información para su uso futuro", explica Eric Kandel, Nobel de Medicina en el año 2000, por sus aportes sobre las bases moleculares de la memoria.
"No hay recuerdos sin aprendizaje, pero sí hay aprendizaje sin recuerdos", matiza este neurocientífico. Esto, porque alguien puede aprender cosas y olvidarlas de inmediato, como el número de teléfono que se aprende para marcarlo y no acordarse más.
Son justamente estos dos procesos cerebrales los que se activan en los animales del experimento del MIT. La corteza prefrontal coordina los pensamientos y las acciones de acuerdo con las metas internas que se tienen, mientras que los ganglios basales están asociados con el control de los movimientos, la cognición y las emociones.
Ambas áreas cerebrales juegan un rol clave en el aprendizaje y la memoria. Y son sus conexiones las que se activan y desaparecen en una fracción de segundo si se comete un error, mientras que se mantienen encendidas durante cuatro a seis segundos si se produce un acierto. Así, esta activación prolongada actúa como un puente que recibe nuevos estímulos del ambiente para resolver con éxito la próxima prueba.
Además, tras una respuesta correcta, los impulsos eléctricos de las neuronas, tanto de las áreas prefrontales como de los ganglios basales -que están ampliamente conectados entre sí-, fueron más intensos y transmitieron una mayor cantidad de información.
Es como que el cerebro exprimiera al máximo sus capacidades cuando tiene la confianza en sí mismo de estar haciendo bien las cosas, lo que eleva las posibilidades de responder con un nuevo acierto al próximo desafío.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.