Ariana después de Manchester
La artista cantará mañana en el Movistar Arena con altas medidas de seguridad, tras el atentado que cambió a la industria de conciertos y a su propia carrera.
La vida de Ariana Grande nunca más fue la misma tras el atentado de Manchester de mayo pasado. La de los productores encargados de su show de mañana en Chile, tampoco. Después del ataque que dejó 22 muertos al finalizar uno de sus conciertos y que volvió a sacudir a Europa en temas relativos a seguridad e inmigración, la promotora tras su espectáculo en el Movistar Arena, Agencia Salvaje, comenzó casi de inmediato la coordinación con su staff para determinar si la estadounidense continuaría el resto de su gira, bautizada bajo un nombre hoy cargado de polémico simbolismo: Dangerous Woman Tour.
"Fueron muchos días de incertidumbre. Pero nunca se habló de suspenderlo", resume Matías Saavedra, socio de la compañía local responsable de su retorno. Ante los compromisos ya cerrados, y como una forma de enfrentar con cierta normalidad el pánico global, la oriunda de Boca Ratón sólo determinó cancelar siete fechas de su periplo, las que estaban agendadas inmediatamente después de Manchester, sin hacer otras modificaciones al calendario original.
Aunque con un matiz: en cada una de las paradas siguientes, las medidas de seguridad debían ser reforzadas, bajo un control y un despliegue mayor al usual. Por ejemplo, desde Agencia Salvaje informan que para la cita capitalina estará prohibido el ingreso de toda clase de bolsos, morrales y mochilas, las que por lo general están permitidas en los eventos que se realizan durante el año en el mismo recinto. Como paralelo, en el festival Lollapalooza sólo se impide la entrada a mochilas de gran tamaño, como las que se ocupan en actividades como senderismo.
Para el concierto de Grande sí se puede ir con bananos, celulares, carteras pequeñas y cámaras de foto compactas. Otros elementos vetados son las botellas, las latas o contenedores de líquidos, las cámaras con lentes desmontables y los aerosoles.
Además, el perímetro que circunda al reducto tendrá un número de guardias superior al estándar. Mientras en un concierto sin estas implicancias se despliega un promedio de 130 a 140 profesionales, para el evento de mañana habrá alrededor de 170. Por ahora se analizan otras disposiciones más estrictas, las que serán consensuadas con el staff de la intérprete, el que empezó a llegar este viernes al país.
En todo caso, tales regulaciones no distan mucho de las aplicadas en las otras latitudes por donde ha pasado el tour e, incluso, en los más diversos lugares de Europa, Norteamérica o Asia, alertados ante los atentados que en el último tiempo han golpeado a la música en vivo, como lo sucedido en noviembre de 2015 en el Teatro Bataclan, de París. Entre las más relevantes destacan la utilización de perros detectores de explosivos, máquinas detectoras de metales y, tal como se verá en Santiago, un aumento progresivo en el número de guardias y en zonas que antes no estaban vigiladas, como las más externas al sitio.
"El recinto está preparado para recibir a todo el público de Ariana Grande con las mismas medidas de seguridad de un full arena: guardias, equipos de eventos, prevencionistas y servicios de paramédicos", declaran desde el Movistar Arena.
El concierto ya ha vendido 12 mil entradas, casi la totalidad de sus localidades. Además, la llegada de Grande al país se esperaba para esta mañana en su avión privado y directo desde Sao Paulo.
En lo musical, en lo que sucede arriba del escenario, la cantante replicará la veintena de temas que viene mostrando en sus shows, aunque con la novedad de sumar en sus últimas fechas el clásico Over the rainbow -popularizado por la cinta El mago de Oz-, versión que interpretó al cierre del conmovedor concierto que encabezó en Manchester a principios de junio, como parte de un multitudinario encuentro benéfico en ayuda de los familiares de las víctimas.
Una iniciativa donde no sólo juntó a gente tan distinta como Liam Gallagher, Chris Martin y Miley Cyrus; la cita también la consolidó como una suerte de inesperada líder del pop actual, capaz de dar un portazo a los detractores que siempre la ubicaban varios peldaños más abajo que otras divas. De hecho, la revista Billboard aseguró que, aunque sus tres discos habían trepado al top 10 del ranking inglés, seguía siendo un número de nicho exclusivamente adolescente. Tras la fiesta solidaria, según la publicación, se consolidó ante la audiencia europea como una estrella sensible y de perfil social, lejos de la aparente frivolidad con que se vincula el pop corporativo.
Por lo demás, parte de ese nuevo público descubrió su postura frente a temas como el sexismo, donde ha alentado a sus fans a no ser tratadas como objetos, a no tolerar la violencia en las relaciones amorosas y a no creer en los estereotipos reproducidos por la industria. En términos más simples, un capítulo tan horroroso como el de Manchester la sacudió de su casillero de figura infantil con cuna en el canal Nickelodeon para revelarla como una artista adulta, resuelta ante el momento más difícil de su trayectoria, algo así, según definió el periódico The Guardian, como "la más improbable heroína del pop actual".
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