Brady y Butler, la estrella y el héroe del Superbowl
El brazo magistral del mariscal y la intercepción salvadora del novato consagraron a los Patriots en el multidunario evento de la NFL.
Los Patriots de Nueva Inglaterra aseguraron su legado de dinastía del Siglo XXI al ganar la 49 final del Super Bowl de la Liga Nacional de Fútbol Americano (NFL), gracias al brazo magistral del mariscal de campo Tom Brady y a la intercepción salvadora del novato Malcolm Butler. Ambos fueron la combinación que permitió a los Patriots venir de atrás y ganar por 28-24 a los Seahawks de Seattle, en una de las finales más emocionantes y grandiosas que se recuerdan en la historia del Super Bowl, y que tuvo como escenario el University of Phoenix Stadium, de Glendale (Arizona), ante 70.288 espectadores.
Brady a sus 37 años se convirtió de nuevo en la gran estrella del equipo que hizo posible la mayor remontada de un Super Bowl en el cuarto periodo (14-24) después de hacer cuatro pases de anotación a compañeros diferentes y llegó a 13 en los partidos de la gran final. El seguro miembro del Salón tuvo una noche de marcas al ser el primero en completar 37 pases en un partido, incluidos ocho perfectos en el último avance de anotación de los Patriots.
Pero la gran felicidas de Brady, al margen de todas las marcas individuales que superó, fue que se unió a su "ídolo" de infancia, el legendario Joe Montana, al ganar el cuarto anillo de Super Bowl y el tercer premio de Jugador Más Valioso (MVP).
"Todos confiamos en nosotros mismos, tuvimos la mayor fuerza mental y ahí estuvo la clave de la victoria, aunque es cierto que las jugadas claves cayeron de nuestro lado", declaró Brady, que dejó atrás la frustración de haber perdido las finales anteriores del 2008 y 2012. "Pasaron 10 años duros, pero lo conseguimos".
Si Brady fue la estrella y el hombre de las marcas, Butler el que evitó que los Seahawks a falta de 20 segundos para el final hubiesen conseguido la victoria. Con 24 años, protagonizó la jugada que definió la suerte del partido, visto por 175 millones de estadounidenses, con la intercepción que valió un título y que también se debió a la estrategia del entrenador en jefe Bill Belichick, que creyó en el joven jugador, y lo sacó en la segunda parte.
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