Cardenal Ezzati: "Hay temas en los que no puede haber matices en la Iglesia"
Tras un mes en Roma, a donde viajó para participar en el Sínodo de la Familia, el cardenal Ricardo Ezzati volvió el jueves a Chile. Una reunión a puertas cerradas con el nuncio apostólico, la polémica por las declaraciones de tres sacerdotes y el debate dentro de la propia iglesia en torno a temas como el aborto y el AVP, marcan el análisis del presidente de la Conferencia Episcopal en su regreso.
"Muy bien, estoy perfectamente bien", dice, sonriente, el cardenal Ricardo Ezzati, sentado en una pequeña sala de reuniones de su casa pastoral, en Santiago. Su rostro, sin embargo, refleja cierto cansancio. A las 09.30 horas del jueves regresó a Chile, después de haber pasado casi un mes en el Vaticano, participando en la III Asamblea Extraordinaria, convocada por el Papa Francisco, para el Sínodo sobre la Familia.
"Llegué a trabajar en mi correspondencia. También he tenido reuniones con obispos auxiliares y con la Conferencia Episcopal, preparando la asamblea plenaria de noviembre. Ayer (jueves) tuve un largo diálogo con el señor nuncio (Ivo Scapolo), confirmaciones y otras actividades", enumera.
Lo del nuncio apostólico, sin embargo, no es un detalle menor. Mientras el cardenal Ezzati estaba en Roma, en Chile se hizo público un problema que el prelado que no tenía considerado, y que indirectamente lo involucró. Reportajes dio a conocer que, actualmente, se encuentran bajo el examen de la Congregación para la Doctrina de la Fe, del propio Vaticano, un número indeterminado de declaraciones que, durante los últimos meses, tres sacerdotes habían entregado a los medios de comunicación: Felipe Berríos, José Aldunate y Mariano Puga.
El común denominador es que todas ellas contenían críticas a determinados aspectos de la Iglesia criolla, fundamentalmente relacionados a temas valóricos y a su rol ante la Reforma Educacional. De hecho, fue el propio nuncio Scapolo, a través de un correo electrónico, quien le confirmó esta "preocupación" de la Santa Sede a Puga.
En su regreso, el análisis del presidente de la Conferencia Episcopal ante ese escenario es claro: "Lo primero que quisiera decir es que lamento mucho que por una serie de desinformaciones, se haya generado un clima tan beligerante. Con total franqueza he negado mi participación en los hechos. Nada más lejos de lo que, como pastor, deseo para nuestra comunidad. El propio Santo Padre ha dicho que 'la división en una comunidad cristiana es un pecado gravísimo, es obra del diablo', y hablando a los Gendarmes de la Ciudad del Vaticano les ha dicho que las bombas más peligrosas que pueden dañar a una comunidad son las maledicencias y la difamación de las personas. Aquí se han dicho cosas que no corresponden a los hechos y se ha construido una novela de fantasía".
¿Ha tomado contacto con los sacerdotes?
Mi primera acción pastoral frente a las diversas declaraciones del padre Berríos fue invitar al superior provincial de la Compañía de Jesús, a quien le corresponde velar por sus hermanos, a dialogar sobre el tema. Unos días después acogí a ambos, para compartir una cena y seguir dialogando con ellos sobre la situación de incomodidad creada a raíz de la entrevista televisiva, en medios radiales y de prensa. Con el padre Mariano Puga, sobre el cual tengo jurisdicción, por ser él del clero de la arquidiócesis (los otros dos son jesuitas), compartí un largo diálogo, en torno a una taza de café. Nunca se cuestionó su servicio social, especialmente a favor de los más los pobres, sino únicamente los temas referentes a la moral de la vida, afrontados de manera claramente ambigua. En relación al padre José Aldunate, no reaccioné, por respeto a su edad avanzada. No faltarán ocasiones para seguir dialogando.
Pero estas reuniones se dieron antes de que el tema fuera público. ¿Ha tenido alguna nueva comunicación con ellos?
No, por el momento no. Yo he visto la declaración del padre Mariano Puga, que me parece muy sabia y correspondiente a la verdad (...) pero no estoy cerrado a ningún diálogo. No le tengo ninguna bronca a nadie.
En los últimos días, el sacerdote Felipe Berríos ha hecho otras declaraciones de carácter crítico…
La Iglesia es una realidad muy amplia, no soy yo la Iglesia, soy parte de ella, todos los bautizados lo somos. Es una cuestión de él, una maduración de él, y una responsabilidad que tiene su superior provincial, que debe velar por las personas que forman parte de su comunidad.
¿Cómo ha vivido usted este capítulo?
Desde mi perspectiva, en Chile existe la costumbre de que mucha gente, cuando no está de acuerdo con algo, se lo envía no sé a quién. Y en el ámbito eclesiástico, lastimosamente, también existe eso. En Roma tuve una reunión de una hora con el prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe (Gerhard Ludwig Müller).
¿Y qué le dijo él?
Me invitó a dialogar sobre este tema, pero le reitero que no llegó ninguna acusación a Roma. Lo que llegó son recortes de la entrevista hecha en el canal nacional (TVN) y de los que aparecieron en la prensa escrita. Sólo eso. No hay ninguna acusación formal.
¿Le precisó el prefecto cómo se estaba viendo este tema?
Son cosas que llegan, todo el mundo manda cosas. No es ninguna denuncia, sino sólo lo que es público y que aquí todos conocemos.
En su regreso a Chile usted se reunió con el nuncio Ivo Scapolo. ¿Cómo lo vio?
Bien, muy tranquilo, y a él lo han tratado mal, de manera injusta. Él está cumpliendo con su deber, pero tampoco mandó una acusación de nada. Que hayan llegado a Roma fotocopias de entrevistas es algo muy normal. Yo no le doy ninguna importancia. Como le decía, yo no he enviado ninguna nota a Roma con respecto a esto. Lo único que se me preguntó fue cómo traté pastoralmente a estos tres sacerdotes, e insisto en que a ellos los recibí aquí mismo. Y nadie ha cuestionado ninguna de las cosas del ámbito social que hacen. Eso está muy bien. Yo pongo la firma en todas (esas acciones).
¿De qué conversaron entonces?
La conversación que tuvimos fue relativa a los temas de la ética de la vida, como el aborto. Hay otras expresiones que, me imagino, son más fruto del entusiasmo del momento que de la reflexión; algunas en contra del Papa Juan Pablo II, apreciaciones generales de la Iglesia, de las universidades. Pero esas reflexiones no le hacen daño ni a la Iglesia ni al país. Es cuando se tocan aspectos propios de un sacerdote, y que éste debe enseñar, porque habla en nombre de la Iglesia y del Evangelio, cuando uno debe ser fiel. Y, naturalmente, hay gente que se escandaliza cuando un sacerdote no manifiesta con claridad la enseñanza de Jesús y de la Iglesia. El aborto, por ejemplo, es una materia doctrinal. Uno puede matizar ciertas cosas, pero esta es la supresión voluntaria de la vida humana. Hay temas en los que no puede haber matices.
Han aparecido otros católicos expresando su descontento, como Benito Baranda...
No es un mal el que haya personas que ven las cosas críticamente. Los laicos tienen el derecho de opinar. Los obispos no somos intocables. Nos equivocamos. Sólo pido hacerlo en un clima de fraternidad. Benito Baranda nunca ha venido a conversar conmigo. Personalmente, no lo conozco. Lo conozco sólo por su fama. Y siempre lo he visto crítico con la jerarquía de la Iglesia, antes de que yo fuera presidente de la Conferencia Episcopal. Esas personas hacen bien. La crítica ayuda a hacer un autoanálisis, para ejercer con transparencia la pastoral. Yo acojo la crítica.
¿Le dolió este clima de división?
Cómo no va a doler, si la Iglesia es la vida de uno. En lo personal, cómo no va a doler que se construya una novela en torno a suposiciones; que se suponga mala voluntad o actitudes deshumanas. Pero he estado siempre muy tranquilo, he dormido bien y esto no me ha quitado el sueño. La Iglesia en Chile es muy unida.
¿Cómo evalúa las señales de incomodidad de un sector de los católicos?
Como decía anteriormente, lamento profundamente que se haya generado un clima de crítica infundada por informaciones incompletas y malintencionadas. En la Iglesia, tanto los laicos como los presbíteros y religiosos, tienen el legítimo derecho a la opinión y el debate. Las diferencias en la Iglesia son legítimas y están llamadas a ofrecer un rostro más completo de Cristo y de la misión de la Iglesia. Los diversos dones y carismas no pueden ser fuente de quiebre ni división. La unidad de la Iglesia es tarea de todos. Esa es también la misión y el empeño del obispo.
¿Hay sacerdotes que la iglesia considera incómodos o rebeldes? ¿Todos deben adherir completamente al discurso de la jerarquía?
Cada sacerdote, fiel a la vocación que ha recibido, es un don de Dios para la Iglesia y la sociedad. A quien debe adherir el presbítero, con todo el corazón y toda la inteligencia, es a Jesucristo. El día de su ordenación presbiteral, el sacerdote, poniendo sus manos en las del obispo, promete obediencia y respeto. Es un signo que expresa compromiso mutuo: de parte del sacerdote, que confía su camino en las manos de su obispo, y de parte del obispo, que lo acoge con afecto y responsabilidad, dispuesto a dar la vida por él.
¿Por qué no se han hecho públicas las declaraciones de los tres sacerdotes que están siendo examinadas?
Las declaraciones de los tres hermanos sacerdotes han sido absolutamente públicas. Todos las hemos conocido por los medios de comunicación. No conozco otras declaraciones.
En estos días también ocurrió otro hecho que tocó a la Iglesia: la condena del sacerdote John O'Reilly, por el delito de abuso sexual contra una menor. ¿Usted está conforme con la forma cómo se abordó este tema por el Arzobispado?
El sacerdote John O'Reilly pertenece a una comunidad religiosa de derecho pontificio. Por lo tanto, su superior inmediato es el provincial y el director general de la Legión de Cristo. El Arzobispado de Santiago ha tomado acto de la resolución del Tercer Tribunal Oral en lo Penal; ha valorado la acción de la justicia civil; ha expresado solidaridad con la víctima y su familia, y ha manifestado su pena y dolor a la congregación. Estamos a la espera de la lectura del fallo de la justicia civil, el próximo 11 de noviembre.
¿Hay espacio para una reflexión acerca de situaciones que, tal vez comunicacionalmente, se pudieron enfrentar mejor?
Me parece que en éste, como en otros campos de la vida nacional, se debiera superar la tendencia a la superficialidad y dar mayor espacio al discernimiento en el pleno respeto de la dignidad de las personas. De los acontecimientos siempre se puede aprender.
SÍNODO EN EL VATICANO
Pareciera haber una brecha entre lo que considera un sector de la población respecto a temas valóricos y lo que plantea la Iglesia Católica. ¿Cómo toman nota de esta situación?
Es verdad, y el desafío ha sido reconocido por el Sínodo. La Asamblea General Extraordinaria, de la que acabamos de participar, recogió esos antecedentes y ha votado algunas indicaciones para revertir la brecha. Esta es una tarea de toda la comunidad eclesial. La Asamblea Ordinaria, del próximo año, deberá seguir estudiando para discernir los caminos pastorales que la hora presente reclama de la Iglesia. A eso nos hemos comprometido todos y no me cabe duda de que, como sucedió ya en la primera etapa, no faltará el aporte de la comunidad eclesial de Santiago y de Chile.
En el sínodo usted se reunió con el Papa Francisco. ¿Viene él a Chile en 2016?
Iba a venir el próximo año, en julio, con ocasión de un congreso eucarístico en Tucumán, Argentina. Y me había dicho personalmente que haría un viaje que incluiría Uruguay, Argentina y Chile. Ahora supe que, definitivamente, eso no va a ser el próximo año, y que probablemente sea en 2016. Pero él vendría a Chile en esa fecha. Como Conferencia Episcopal le hemos reiterado la invitación y está muy deseoso de visitar estos tres países.
¿Cuál es, según su criterio, la principal conclusión del Sínodo?
La principal riqueza del Sínodo ha sido su celebración, la experiencia sinodal vivida en las dos semanas de duración del evento eclesial; es decir, el camino recorrido juntos, "con Pedro y bajo Pedro", el Papa Francisco, con pastores provenientes de todo el mundo, con culturas y experiencias diferentes, en actitud de escucha y de discernimiento, sobre los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la Evangelización.
¿Fue este Sínodo lo que usted esperaba, en términos de discusión y temas?
Personalmente he vivido el Sínodo como una experiencia de gracia y de cercanía de la Iglesia a la gente de hoy, a sus esperanzas y a sus angustias. Ha permitido que los padres sinodales aportaran las vivencias y las reflexiones de sus comunidades eclesiales, a partir del Instrumentum laboris, es decir del cuestionario enviado y estudiado por las comunidades eclesiales durante el año 2013. Al mismo tiempo, fue una oportunidad para ofrecer valiosos aportes, en las áreas teológica, jurídica, pastoral o de las ciencias humanas. La discusión en el Aula y en el grupo lingüístico, en el que participé, fue profunda, abierta y libre. No faltaron momentos de confrontación y de tensión, pero siempre dentro del respeto y acogida.
¿Eran las inquietudes y problemáticas planteadas por obispos de otras regiones del mundo similares a las de Chile?
Me llamó la atención constatar como las inquietudes y los desafíos que afectan a la familia tengan rostro universal. La globalización no es sólo un fenómeno que abarca a la economía y tecnología. Afecta a muchas situaciones existenciales, entre ellas, a la familia. Se habla del individualismo exagerado (...) Con íntima alegría, también se constata la fidelidad de muchas familias fieles al Evangelio, ofreciendo un hermoso testimonio de belleza del amor matrimonial y de la familia.
¿Cuál es la importancia para Chile del Sínodo?
Para Chile, en especial para los matrimonios cristianos y la pastoral de la Iglesia chilena, la primera parte del Sínodo, constituye una invitación a mirar la realidad de la familia, con sus luces y sus sombras; a profundizar, con renovada esperanza y alegría, lo que la revelación divina nos dice sobre la familia, y a discernir los itinerarios pastorales más adecuados para ser, al mismo tiempo, fieles a Dios y a las personas concretas.
El 7 de octubre reciente el Senado aprobó y despachó a la Cámara el Acuerdo de Vida en Pareja (AVP). ¿Cómo lo evalúa?
La Iglesia Católica y las Iglesias Ortodoxa y Evangélicas, en un documento común del año 2012, han expresado que la legalización de las uniones de hecho es inaceptable en el plano de los principios y peligrosa en el plano social y educativo. Cualquiera sea la intención de quienes han propuesto esta opción, el efecto será el debilitamiento de la familia. Más grave aún es la legalización de las uniones homosexuales, ya que, en este caso, se niega la diferencia sexual entre las personas de esas uniones. Esto no perjudica el reconocimiento de la dignidad de cada persona: para todos quiero expresar mi respeto y solicitud pastoral. Lo que solicito también a todos quienes comparten el gozo del Evangelio.
¿Se abordó el tema de las parejas homosexuales y el reconocerlas como familias?
La Iglesia siente el deber de decir una palabra de verdad y de esperanza. Es necesario acoger las personas con su existencia concreta (...) Con mucha claridad la Relatio Synodi afirma que no existe fundamento alguno para asimilar o establecer analogías entre las uniones homosexuales y el proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia. Sin embargo, hombres y mujeres con tendencias homosexuales deben ser acogidos con respeto y delicadeza, sin el estigma de injusta discriminación.
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