Cuando las remesas ayudan a crear negocios

Cada vez que la colombiana Rosalba Tangarife iba a recoger el giro que le enviaba su hijo desde España pensaba qué pasaría si no pudiera mandarle nada. "Me veía sola y en el aire. Quería ahorrar pero el dinero se me iba en el día a día".




A través de un programa financiado por la Agencia Española de Cooperación Internacional consiguió que las remesas no se esfumaran.

Cerca de cien personas del departamento de Antioquia se beneficiaron del programa Fortalecimiento de Redes de Emigrantes Antioqueños en España, un proyecto pionero en capacitación y aprovechamiento de las remesas enviadas por los emigrantes, ejecutado por las organizaciones no gubernamentales (ONG) Cideal y Comfenalco.

Después de tres años de acompañamiento, lo que eran ideas sueltas de negocios se han transformado en zapaterías, tiendas de barrio, talleres textiles y hasta en una fábrica de velas, como en el caso de la familia de Beatriz Elena Vahos.

Vahos lleva diez años en Madrid como empleada doméstica y, al igual que la mayoría de inmigrantes, envía dinero a su familia.

DEPENDENCIA O AUTONOMÍA

"Cuando emigras crees que vas a ser la solución de tu familia. El tiempo pasa y te das cuenta que ese dinero se va a un fondo perdido. El proyecto nos ha dado otra visión: que se puede hacer empresa. Así nació la fábrica de velas. Aún no tenemos rendimientos pero es la ilusión de la familia", le comenta Beatriz a BBC Mundo.

Diana Lisbeth Arenas, de la asociación Redepaisas y facilitadora de la iniciativa en Madrid, apunta que el cambio de mentalidad sobre las remesas "va más allá de cubrir las necesidades básicas del que recibe el dinero".

"Realmente se apoya la autonomía. Se ayuda a romper ese círculo de dependencia, a fomentar una cultura de ahorro y emprendimiento y hasta a mantener unos lazos afectivos correctos".

En este sentido, Beatriz dice que "hay familias en Colombia que no están felices si sus padres o hijos no les envían dos millones de pesos al mes (US$1.200, el equivalente a tres salarios mínimos). Conozco casos de inmigrantes que han tenido que pedir prestado dinero para enviar. Traen ese chip incorporado, de trabajar como una mula para ayudar a sus familias".

CRISIS Y REPLANTEO

El proyecto -en el que se invirtieron cerca de US$450.000- no sólo ayudó a la canalización de las remesas, sino que además aportó insumos y materiales, así como microcréditos, formación y asesoría en la elaboración de planes de negocio y campañas de marketing.

Tanto en España como en Colombia, inmigrantes y familiares asistían a reuniones de seguimiento para ver la evolución de los negocios. De esos encuentros surgieron iniciativas como la creación de comunidades autofinanciadas (CAF), fondos de crédito con condiciones más blandas que las del mercado.

El programa no sólo se centró en la transferencia económica.

"Inmigrantes que no podían ayudar con remesas porque no contaban con recursos apoyaron a sus familias con capital social. Hicimos tres transferencias de conocimiento, entre ellas la visita de un diseñador a Colombia que dio capacitación a personas con proyectos en el sector textil", comenta Arenas.

No obstante, el cambio de mentalidad no fue fácil.

"El inmigrante sólo estaba interesado en comprar vivienda, no le interesaba invertir en un negocio. De repente, con la crisis, tuvimos más beneficiarios. La gente se dio cuenta de que no servía de nada lo que enviaron durante años, que si regresaban no tenían nada. La crisis ha forzado el cuestionamiento, a asumir que también es necesario invertir allá", explica Arenas.

La facilitadora recuerda el caso de una familia de un barrio popular de Medellín que ahora vende productos de limpieza.

"Dependían de las remesas de un familiar. Cuando comenzaron con el proyecto coincidió con la crisis económica y el inmigrante se quedó sin trabajo. Ahora no tiene para enviarles remesas, pero su familia ya es autónoma", detalla.

CAMBIO DE CHIP

En el caso de Rosalba, el cambio de chip lo hizo antes de ingresar al programa. Dependiente de su pareja y de sus dos hijos, decidió terminar la secundaria después de casi cuarenta años.

"Estuve a punto de no entrar al salón de clases porque me sentía ya muy mayor y por miedo. Ahora no me arrepiento. Estudié con compañeros más jóvenes y me di cuenta que cuando te propones algo no importa la edad", recuerda y agrega que justo después de graduarse comenzó una tecnología en cosmética y belleza. Todo, con parte de las remesas que iba ahorrando.

El programa de Fortalecimiento de redes apareció cuando tenía que dar el salto más arriesgado en su vida: ser autosuficiente.

"Mi hijo vive en Madrid y siempre me ha apoyado, no sólo con dinero sino dándome ánimos, diciéndome que yo podía. Pero la distancia es muy dura y necesitaba que alguien aquí me orientara. Con el programa aprendí cosas que ni siquiera sabía que existían como llevar la contabilidad, un archivo o tener un plan de negocio. Lo primero que hice fue sacarme unas tarjetas de visita", comenta satisfecha desde el centro de estética que montó en su casa.

"Vivo con otro hijo y hace poco le dije que ya no se preocupe de pagar los servicios públicos, que yo ya los puedo pagar", agrega orgullosa.

Poco a poco está formando una red de clientes que se acercan a su casa o que la contratan a domicilio. "Durante mucho tiempo no creí en mi, pensaba que no se podía, pero sí se puede", subraya.

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