El día que Toto rozó al Tigre
Hace una semana Tomás Gana conquistó el Latinoamericano Amateur y se ganó el tercer pasaje en la historia de un chileno al Master de Augusta. El chico (a quien no le fue muy bien ayer en Argentina), sus padres y su entrenador dan detalles del último proyecto emergente del golf chileno. Un producto de la resiliencia, la perseverancia y la educación.
"Mamá, algún día estaré jugando con Tiger Woods, te lo prometo". Cuando Tomás Gana, con ocho años, pronunció tamaña frase parecía una ilusa profecía más de un niño soñador. Un juego, una broma, una inocente e inofensiva tontera. Gracias a un regalo estupendo de su padrastro, Alejandro Roessler, un piloto de Latam con una afición casi enfermiza por el golf, cinco años después el deseo se fue acercando. Se llevó de viaje a la familia a Miami, al Doral Golf, donde Toto presenció incluso a pie de hoyo el duelo entre el Tigre y Rory Mcllroy, por aquel entonces, 2013, número uno del mundo. Al día siguiente, en los diarios locales el chico se reconoció incluso en una foto de Getty que conserva como un tesoro. Pues resulta que Tomás, hoy de 19 años y reciente ganador del Latinoamericano amateur, hablaba en serio cuando lanzó el juramento. Quizás no se vea en Augusta con él, pero sí pisará los mismos pastos que un día, muchos días, encumbraron al mejor jugador de la historia.
"Nunca imaginé lo que pasó en Panamá. Cuando se fue, incluso no me alcancé a despedir, porque estaba durmiendo. Era un torneo más e hicimos lo mismo de siempre: desearle suerte y que le vaya bien", comenta Claudia Corbalán (42), madre de Tomás Gana, en uno de los comedores del Club de Golf de la Dehesa. Catorce años antes, se gestaba el momento que nunca se le cruzó por su cabeza. Era 2003 y Alejandro Roessler (48) concurría con frecuencia a la Hacienda Santa Martina. Con su bolso de golf sobre el hombro, pasaba horas en la cancha. Fue en una de esas tardes cuando su hijastro le abordó: "Papá, ¿puedo probar?". El hombre respondió: "¿Estás seguro de que te gusta esto?". El resto, es historia. Toto Gana nunca se alejó de la pasión por el golf y sus hermanos menores, tampoco. Y ahora sabe que en abril estará en el club más prestigioso del mundo, en Augusta National.
Son las 12.30 del martes 17 de enero. Tomás se encuentra bajo un sol agobiante en el Club de Golf de la Dehesa, que lo acoge hace años. Se siente distinto, nunca pensó que el triunfo le llegaría tan temprano. "De cabeza estuve muy fuerte y esto es toda la recompensa del esfuerzo que le ponemos con mi equipo día a día", comenta.
Para sus progenitores, Tomás es una consecuencia de su estilo de vida ("un día se me acercó una persona y me preguntó: '¿Tú sabes en qué ranking está el colegio de tu hijo en la PSU?'. Y yo le respondí: 'no tengo idea, pero en el ranking de la felicidad, créeme que está número uno", cuenta la madre) y de la buena educación ("los niños salen del colegio con otros valores, son totalmente distintos; un niño del Montessori ya tiene claro lo que quiere ser cuando grande, allí se les entrega la oportunidad de soñar con lo que quieren ser", afirma su padrastro).
Los padres sacan más pecho: "Es super importante inculcar la manera de pensar a nuestros hijos. Siempre de forma positiva, si no estás frito. Muchos papás le dicen a sus hijos que no lo intenten, que no podrán. Y ahí está el error. Nosotros intentamos transmitirles que sueñen, que pueden conseguir lo que quieran. Que no se pongan límites".
De cosecha propia, Tomás añadió la perseverancia. O así lo entiende su madre: "Me sorprende la consistencia que tiene día a día. En la mañana iba a dejar a sus hermanos menores al colegio, ahora lógicamente que no alcanza. Entrena todo el día y termina con el infaltable gimnasio. En la noche llega a comer a la casa y se queda dormido temprano. Hay veces que le preguntamos: '¿Toto, vamos de vacaciones?'. Pero él responde que no, que debe entrenar. Ese nivel de perseverancia alcanza".
Su entrenador desde hace cinco años, Eduardo Miquel, a quien Claudia y Alejandro se refieren como un "segundo papá" de Tomás, completa el retrato de su pupilo: "Es un jugador súper disciplinado, sobre todo con sus entrenamientos. Es muy métodico. Mentalmente es muy fuerte y aguerrido. Tiene un corazón muy grande".
Su abuelastra es también su psicóloga. Con ella ha comenzado a trabajar la meditación a tráves de técnicas de respiración y de empoderamiento con el objetivo de ganar autoconfianza y mantener la tranquilidad en momentos de tanta presión como el que vivió el pasado domingo. "Fue la clave en Panamá. Creerme el cuento y confiar en mí me hizo entregar el cien por cien en la parte final del torneo. Realmente estuve muy pero muy fuerte de cabeza".
La relajación llegó horas después. Y entonces Toto, esa roca, se volvió una persona normal: "Cuando me subí al avión me desconecté del celular y casi me pongo a llorar. Recién caí de todo este sueño. Me di cuenta de lo que había hecho". Dentro de tres meses el vuelo le llevará a Augusta, la cima del golf, el torneo que sólo dos chilenos antes que él (Enrique Orellana y Matías Domínguez) han disputado.
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