Director de revista Mensaje: "La imagen que el cardenal Errázuriz tiene hoy en Chile está muy marcada por los errores que cometió"
Sacerdote jesuita se refiere a la asesoría que efectuará el arzobispo emérito al Papa y valora su experiencia en la Curia.
Revisa un libro, habla por celular, escribe en el computador, mira por la ventana, luego gesticula y sigue conversando. El sacerdote jesuita Antonio Delfau (57) no para en su oficina de Cienfuegos 21, donde desde hace 16 años dirige la revista Mensaje. Desde allí analiza los primeros días del Papa Francisco -quien es el primer Pontífice de su congregación-, la situación en el país de la Compañía de Jesús, y el llamado que el Sumo Pontífice hizo este mes al cardenal Francisco Javier Errázuriz, para integrar el grupo que lo asesorará en la reforma a la Curia Romana. También, los cambios que podría experimentar Mensaje el próximo año.
Este mes, el cardenal Errázuriz retomó un protagonismo que no había tenido desde que dejó de ser arzobispo de Santiago. ¿Lo sorprendió su nombramiento?
Creo que la imagen que el cardenal Errázuriz tiene hoy en Chile está muy marcada por los errores que cometió y que él mismo ha reconocido, en el manejo del caso Karadima. Sin embargo, se olvidan otras muchas facetas de sus capacidades. Es probable que el Papa Francisco lo haya elegido por su rol en la Conferencia del Episcopado Latinoamericano de Aparecida, donde trabajó de un modo muy coordinado con el entonces cardenal Bergoglio, y por su anterior experiencia en la Curia Vaticana, como secretario del Dicasterio de la Vida Consagrada.
Usted mencionaba el caso de Fernando Karadima -condenado por abusos por el Vaticano-, que estalló cuando Errázuriz era cabeza de la Iglesia capitalina. ¿Considera un error su designación?
No soy quién para decir si el Papa cometió o no un error. Me imagino que él está en pleno conocimiento de las cosas y creyó que él era una persona importante. Lo que sí está claro es que también nombró al cardenal (Patrick) O'Malley, de Boston, que ha sido implacable en temas de abusos sexuales. Además, necesita cardenales para distintas materias.
¿Qué materias requieren, a su juicio, ser reformadas en la Curia?
Algunas saltan a la vista, como la Secretaría de Estado. La antiguamente valorada diplomacia vaticana ha perdido prestigio y credibilidad. Por ejemplo, no sabían que uno de los obispos lefebvristas con que estaban dialogando había públicamente negado el Holocausto. Lentitud, burocracia, secretismos, trabas internas... Hay mucho por hacer.
La elección del Papa se produjo en un contexto significativo en Chile: un 67,37% de la población se declaró católica en el Censo 2012, cifra levemente menor a la del conteo anterior, lo que superó las expectativas que había en la Iglesia.
Me sorprendió que la baja fuera tan pequeña. Es cierto que, al parecer, es mayor en los jóvenes. Sin embargo, tras los escándalos por abusos sexuales de algunos sacerdotes que remecieron muy fuertemente al país en 2010 y 2011, la baja es mínima. Tal vez se debe a que el vínculo es con la fe y Jesucristo.
Este vínculo con la fe no se ha traducido en más vocaciones sacerdotales, que han decrecido.
Este año, por primera vez durante los últimos 40 años, en la Compañía de Jesús de Chile no tuvimos ingreso de vocaciones al noviciado. Ha sido muy triste, porque las necesitamos. Ojalá que el entusiasmo que ha despertado la elección del Papa favorezca las vocaciones en la Iglesia.
Usted conoció al actual Papa antes de que fuera Pontífice. ¿En qué circunstancias ocurrió esto?
Sí, fue en 1983. Yo viajé a San Miguel, cerca de Buenos Aires, a estudiar por un mes y medio. El superior era el padre Jorge Bergoglio. Los 100 jesuitas que estudiábamos allí hacíamos turnos para servir la mesa, y él lo hizo todos los días. Me impresionó su liderazgo y sencillez. Lo volví a ver años más tarde, como cardenal arzobispo de Buenos Aires. Sus homilías siempre tuvieron gran preocupación por pobres y marginados.
Antes de que saliera humo blanco del cónclave, usted contó por radio que Bergoglio tenía un criterio estricto con temas como el cigarrillo.
Sí, aquella vez, el 83, me di cuenta de que nadie fumaba y yo lo hacía bastante. Pregunté y me dijeron que estaba prohibido, que era una falta a la pobreza, botar la plata en cigarrillos. Fui a la oficina del superior Bergoglio y le pedí disculpas por haber estado fumando por todos lados. El, con mucha simpatía, me dijo: "Vos sos chileno, fumá, fumá".
Han pasado tres décadas desde entonces, en las que Bergoglio ha tenido cargos no relacionados directamente con la Compañía. ¿Cómo reciben los jesuitas de Chile el estilo de Bergoglio?
El fue elegido por sus cualidades personales, por su labor de 20 años como obispo y por venir de Latinoamérica. Es un jesuita notable, que tiene la formación y espiritualidad de la Compañía, pero sería pretencioso apropiarnos de él. Además, los jesuitas somos todos muy diferentes.
Volviendo a Chile, ¿espera continuar como director de Mensaje? ¿qué planes tiene para este medio?
Este año cumpliremos 62 años. Soy el director que, lejos, más ha durado y, sin embargo, me siento entusiasmado como si fuera el primer día. Tenemos aplicación para iPad, la digitalizamos, renovamos nuestro diseño y los suscriptores han aumentado (...). En marzo de 2014 tendremos un nuevo provincial y puede que él considere que llevo mucho tiempo, pero eso no es decisión mía y por ahora estoy muy feliz.
En ese escenario -cambio de provincial y falta de vocaciones-, ¿cree que su sucesor podría ser un laico?
Hay muchos laicos de espiritualidad ignaciana, competentes y que tienen nuestro mismo sentir. Marcelo Mackenney, por ejemplo, es el primer rector laico del colegio de calle Alonso Ovalle. Si comparo con otras revistas de Europa y Estados Unidos, en casi todas el director es jesuita, salvo en Suiza. Creo que perfectamente podríamos tener un director laico.
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