El cine italiano, un paseo por el esplendor y la decadencia

Brilló con el neorrealismo de los 50 y con Cinecittá. Hoy sólo hay cintas de aciertos fugaces.




En La Dolce Vita (1960), Federico Fellini mostró una Roma electrizante, bohemia, la Via Veneto era el centro internacional del cine. La realidad en esos años no era tan distinta. Cinecittá, los estudios de cine que creó en los años 30 Mussolini en la Via Tuscolana, con el fin de competirle a Hollywood, y usar la gran pantalla como herramienta de propaganda política, vivía su época más gloriosa. Películas como Vacaciones en Roma (1953) y Ben Hur (1959), ambas de William Wyler; La Condesa descalza (1954), de Joseph L. Mankiewicz, o en la década siguiente, Cleopatra (1963), también de Mankiewicz, fueron algunos de los casos ejemplares rodados en Cinecittá. De hecho, Fellini fue uno de los directores más fieles a este estudio, donde trabajó durante más de 20 años, rodando sus películas más importantes. Al morir, en 1993, su capilla ardiente fue instalada en el estudio número 5 de Cinecittá.

Claro que no todo ha sido miel sobre hojuelas y la historia ha demostrado que la verdadera tónica del cine italiano ha sido de altos y bajos. Una prueba es que hayan tenido que pasar 15 años para que una cinta italiana como La gran belleza ganara el Oscar a Mejor Película Extranjera. La anterior fue La vida es bella, de Roberto Benigni, en 1998. Hubo tiempos mejores.

Hasta mediados de los 70, Italia figuró siempre entre los nominados de la Academia, con las obras de destacados directores como Vittorio de Sica, uno de los mayores exponentes (junto a Rossellini y Visconti) del llamado neorrealismo italiano en los años 40 y 50, que trajo al cine la vida de la clase obrera y de los pobres de la posguerra y que ganó cuatro veces el Oscar. También fue premiado y nominado varias veces Mario Monicelli y el propio Fellini.

Sin embargo, en los 80 y 90 vino el declive. El mundo cambió y el cine italiano, según los críticos, perdió profundidad. El público emigró a la televisión y sus gustos cambiaron, agotándose la predilección por las epopeyas. Cinecittá también sintió el golpe. Su gestión pasó a manos privadas, pero ni eso la salvó de la crisis. En los últimos años, muy pocas superproducciones se grabaron ahí, todas de la mano de Hollywood, como Gangsters de Nueva York, de Martin Scorsese. Hoy, el futuro es sombrío, ya que lo más seguro es que los estudios sean desmantelados para levantar un centro comercial. Hace sólo unos días, el cineasta Ettore Scola lideró una manifestación frente al Ministerio de Cultura para salvar el reducto donde confluyeron las glorias del cine italiano, el que cada cierto tiempo vuelve a brillar afuera, con casos aislados como el de La gran belleza.

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