El contundente retorno de los "Cadillacs" en Coquimbo




Son fiesteros viejos, de esos que no se espantan con cualquier cosa, de esos que ya saben cómo viene la noche, cómo seguirle la pista a la luna. Nueve que ya no están para tocar en la playa ni para asomar tarde ni para venir con resaca a hacer la pega. Ayer, a las 21 horas en punto, en la fría noche de Coquimbo, en un Francisco Sánchez Rumoroso ocupado por 13 mil personas, Los Fabulosos Cadillacs retornaron oficialmente a Chile, para enseñar cómo se sigue la fiesta a estas alturas del partido. Cómo la hacen los que tienen más panza, preocupaciones y canas que peinar. Para demostrar que allí donde hubo despelote y desmadre juvenil ahora hay mesura y buena técnica. Eso que llaman oficio y que sólo dan los años. Mejor aún: para dejar en claro que las seis temporadas de para no hicieron mella en una de las mejores bandas de sonido genuinamente latino de los 90.

Manuel Santillán, el león (1992) fue la primera de 25 canciones desplegadas en una hora y exactos 45 minutos de show. Entre los temas que tocaron, sumando repertorios de distintas épocas, sonaron Vos sabes (1999), El fin del amor (2008), Demasiada presión (1990) y Calaveras y diablitos (1997), entre otras.

Sin mayor parafernalia ni frases de más ni promesas de amor eterno. Porque los "Cadillacs" ya no están para eso: estos son el tipo de músicos que hablan con lo que tienen, que sigue siendo suficiente, y que suenan tan contundentes como sólo los que deciden volver por las ganas pueden hacerlo.

La puesta en escena de su gira de retorno (la misma que en octubre aterriza en el Club Hípico de Santiago) es sobria, pero bien articulada, con fondos de colores y luces que acentúan los golpes de percusión. Que son varios y muy definitivos para el sonido de un grupo que partió haciendo ska y contando la historia de la chica que se perdía en un pozo ciego, pero que terminó abrazando la sicodelia del mundo tipo The Clash para elevar cantos de mayor contenido político.

UNA COMUNIÓN INTACTA
Si este es el relato de casi 25 años de carrera -sumando el mencionado receso de seis años-, nadie podrá decir que algún pasaje de su carrera no queda cubierto en su nuevo espectáculo. Esta es la historia completa y el mentado oficio se advierte claro en el pulso que tienen las canciones más importantes de su repertorio: Mal bicho y Matador vienen limpias y con fina precisión, y otras como Padre nuestro reviven en clave de cumbia villera. Los tipos lo pasan bien y el público también. La comunión sigue intacta y en la Cuarta Región lo saben antes que nadie: este retorno vale la pena.

Una vuelta que viene girando desde que anunciaron su reunión, en 2008 y tras seis años de regreso. Con un nuevo disco bajo el brazo  (El arte de la elegancia) y la promesa de una extensa gira que anoche tuvo su primera parte en Chile, pero que promete paradas en Concepción (10 de octubre) y luego en Santiago.

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