El legado de José Emilio Pacheco, el poeta de la lucidez y la discreción

Premio Cervantes y Reina Sofía de Poesía murió el domingo, a los 74 años en México.




Era uno de los poetas mayores de Hispanoamérica, pero solía practicar la modestia. El año 2009 había alcanzado los dos premios más importantes para un poeta de lengua española: el Reina Sofía y el Cervantes. Cuando recibió la noticia de este último, José Emilio Pacheco hizo honor a Cantinflas: se declaró "patidifuso".

Sencillo y bromista, el escritor mexicano falleció el domingo, a los 74 años. Había sido internado el sábado en un hospital del DF, luego de sufrir un golpe en la cabeza en su casa.

"Qué voy a ser el mejor poeta de México, ni siquiera soy el mejor de mi barrio", decía en alusión a su vecino, el argentino Juan Gelman, quien murió hace dos semanas. De hecho, el último trabajo de Pacheco fue un texto en homenaje a su amigo.

Ampliamente reconocido, el autor de La arena errante tenía un espíritu jovial. Poeta, traductor y narrador, Pacheco lograba una conexión especial con los jóvenes y uno de sus libros, la novela Las batallas del desierto, inspiró un tema de Café Tacvba.

Así lo recuerda también Alejandro Zambra, quien lo conoció a fines de los 90 en Chile. "Fuimos al Club Peruano, con Sergio Parra y un grupo de poetas, éramos todos muy jóvenes, y nos escuchó a cada uno. El era un gran poeta y entró en diálogo con nosotros a pesar de la gran distancia que nos separaba", cuenta.

"Era muy generoso", agrega Sergio Parra. "Nos recomendaba lecturas con una cercanía y cordialidad gigantes. Siempre fue cercano con los poetas de nuestra generación", afirma el dueño de Metales Pesados.

Nacido en 1939, José Emilio Pacheco integró una generación brillante con Sergio Pitol y Carlos Monsiváis. Influidos por el rock, el cine y la literatura de los 60, aportaron una mirada fresca, más cotidiana, que fundía ilustración y cultura popular. Traductor de Beckett y T.S. Eliot, escribió poemas, cuentos, novelas, ensayos y periodismo.

"Era el mayor humanista literario de México", dijo el historiador Enrique Krauze. "Cultivó con delicadeza, profundidad y gracia todos los géneros. Fue un gran constructor de nuestro periodismo cultural".

Desde Elena Poniatowska, Premio Cervantes 2013, a Jorge Volpi, su muerte conmovió a lectores y escritores. "Era un hombre de una enorme erudición y al mismo tiempo de una gran lucidez", dijo Volpi, quien lo definió como "una especie de guía cívico, siempre defendiendo posiciones cercanas a la izquierda, pero con una enorme discreción y con un enorme brío".

NERUDA
Casado con la periodista Cristina Pacheco, cristalizó su estilo en el libro No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969). Allí está uno de sus grandes temas: el tiempo y la fugacidad del día. Su última antología se titula Elogio de la fugacidad. Premio José Donoso y Pablo Neruda, fue lector de Nicanor Parra, Gonzalo Rojas y Enrique Lihn. "Si hubiese sido chileno, habría tenido problemas con Neruda", dijo a La Tercera.

"Fue una de las voces más importantes de la literatura latinoamericana del siglo XX y un tipo muy cercano", agrega Zambra.

Pudo ser velado en el Palacio de Bellas Artes, pero fue discreto hasta el final: prefirió el Colegio Nacional de México. Sus restos serán cremados.

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