El nuevo comienzo de Pedro Carcuro

Le descubrieron una arritmia cardíaca. Le dijeron que la única solución era cirugía. Lo habló con sus cercanos, dejó todo listo -sus amigos dicen que con testamento incluido- y el 23 de septiembre entró a pabellón por cinco horas. Fue una operación a corazón abierto. En plena recuperación, Carcuro cuenta esta historia que marca un antes y un después en su vida.




Pedro Carcuro camina con pasos lentos.

Es lunes 7 de octubre y el comentarista deportivo llega hasta el lobby del Hotel Radisson Petra de La Dehesa. Está pálido. De cerca, sus labios se ven blancos.

Santiago amaneció hoy con sol radiante y eso motiva a Carcuro a  salir por primera vez en 15 días de su casa en Manquehue Oriente. Como no puede manejar, le pidió a Erwin, el hijo de su esposa, Ximena Rojas, que lo llevara en auto hasta el hotel. Además de no poder conducir, tampoco puede usar cinturón de seguridad, así que tiene que ubicarse en el asiento trasero. Debe evitar todo lo que presione o ponga en riesgo su pecho adolorido y convaleciente.

Carcuro, que siempre trata de sacar una sonrisa al interlocutor, mira a su hijastro y dice: "Anda de chofer el pobrecito". Su risa tan característica, esa que parece un ahogo fuerte, ahora suena más despacio. Luego, y ya no en broma, piensa en voz alta: "¡Chuta, la verdad es que voy a tener que conseguir un auto con chofer!".

Nunca ha dependido de nadie, pero hoy debe pedir ayuda. El 23 de septiembre lo operaron del corazón. Una falla en la válvula aórtica y una arritmia complicada lo llevaron a estar cinco horas en el pabellón de la Unidad Coronaria de la Clínica Las Condes. Fue una cirugía a corazón abierto.

Carcuro camina ahora por el hotel, siempre a paso calmo, rumbo al restorán. Pone cuidado en no tropezar con los escalones. A una semana de haber sido dado de alta de la clínica, uno a primera vista lo encuentra igual que siempre. Salvo por esa palidez, claro, que hace que no se le noten las pecas sobre el rostro. Pero hay algo que delata su condición de paciente en recuperación. Este lunes es quizás el día más caluroso de la primavera, pero el periodista de TVN no se da por enterado: está vestido con camiseta de algodón, camisa a cuadros y un chaleco de lana. Sobre su silla, cuelga un abrigo. Minutos antes, cuando se había agachado con dificultad para saludar, la piel de su cara se sentía fría.

"Estoy con anemia", se apura a explicar él. Esa es la razón de su baja temperatura.

Una de las cosas que más le molestan es el frío, pero no es la única. Al inicio de esta conversación cuenta que pasó una pésima noche y no ha logrado reponerse. "A veces aparecen algunos dolores que no me dejan dormir. Son dolores musculares de la operación.  Porque al abrirte el pecho y separarte el esternón, los músculos de la espalda son los que más sufren. El cuello y la espalda son lo que más duele".

Carcuro pide un café descafeínado cortado con leche descremada y un sobre de endulzante. Hace un año, pedía un café doble. Su alimentación es vigilada con celo. Su cardiólogo, Juan Carlos Venegas, le prohibió además el vino. Eso sí que Carcuro no lo aceptó. "Negociamos una copa al día con la comida", dice.

Pedro Carcuro Leone tiene 68 años y hace 44 que trabaja en el Area Deportiva de TVN. En ese tiempo se ha ausentado por motivos personales sólo tres veces, que el editor Michael Müller recuerda bien: una vez que atravesó un ventanal y se hirió la cara, otra en que tuvo que hacerse un tratamiento a la tiroide y en 2009. 

Ese año, Franco Carcuro, hijo menor del comentarista, se quitó la vida. A su padre se le fue el mundo a negro y decidió retirarse de la pantalla y de la radio por un tiempo. "Estuve dos semanas fuera esa vez. Todos me recomendaron que volviera a trabajar y me ayudó hacerlo", dice. Su amigo Marcelo Hernández -conductor de Cachureos- recuerda que vio a Carcuro en la televisión el día en que decidió regresar. Lo llamó para felicitarlo por su entereza. El periodista le contestó: "Sí, Marcelito, pero estoy en el camarín llorando".

Ahora es distinto. Pedro Carcuro, contrario a lo que creen sus cercanos, asegura que no va a apurar su regreso al trabajo.

-Esta vez no he echado de menos trabajar. Sentí que de verdad me hacía falta parar,salirme.

***

A comienzos de agosto, Pedro Carcuro fue a ver a su gastroenterólogo. Por precaución, el doctor Roque Sáenz  le recomienda hacerse una colonoscopía cada tres años. Antes de darle la orden médica, sacó su estetoscopio y le examinó el estómago. Fue entonces que Carcuro le comentó algo que lo inquietaba:

-Oye Roque, ¿sabes una cosa? Anoche dormí mal. Sentí como una angustia, como esta cosa de respirar profundo, que me cuesta…

El médico dejó de examinar su estómago y puso el estetoscopio en el corazón.

-Estás con una arritmia caballa- le dijo-. Toma tus cosas y vamos a Cardiología.

Desde ahí todo pasó rápido. Esa misma tarde Carcuro debió hacerse un electrocardiograma y el diagnóstico se hizo evidente. El médico le explicó que la arritmia es complicada y peligrosa, y decidió internarlo por esa noche para que se hiciera más exámenes y descartar otras patologías. Los resultados no fueron buenos.

Su hijo Giovanni Carcuro, que es médico, el doctor Venegas -jefe de la Unidad Coronaria de la Clínica Las Condes- y su amigo Marcelo Hernández, que también fue operado del corazón hace tres años, le recomendaron ir a ver al doctor Cristián Baeza. El cirujano cardiovascular cuenta que "el examen mostró una falla en la válvula aórtica. Esto hace que se produzca un reflujo de la sangre que agranda el corazón y finalmente produce insuficiencia cardiaca. Además, tenía fibrilación ventricular". La cirugía era obligatoria.

El médico le sugirió operarse el 9 de septiembre: "No era una operación urgente, puesto que no estaba descompensado, pero tampoco podía esperar mucho". En caso de no operarse, en menos de tres años Carcuro habría tenido una incapacidad parcial o total a causa del corazón. Le habría costado caminar y hablar. Relatar partidos de fútbol le habría sido imposible. La arritmia cardíaca -esa alteración en el ritmo de los latidos del corazón- también podría haber provocado un infarto.

Carcuro no quiso quedarse sólo con las opiniones de Venegas y Baeza. Así que confirmó el diagnóstico con otros dos médicos en Chile y con el doctor Rodrigo Neghme, especialista en arritmia del Regional Hospital en Orlando, EE.UU. Todos le dijeron lo mismo: debía operarse pronto.

-Pedro, ¿qué se siente cuando a uno le dicen que debe operarse a corazón abierto?

-Para mí fue totalmente inesperado. Nunca me lo imaginé. Todo junio estuve de vacaciones  caminando cinco horas diarias con 40 grados y mucha exigencia física. Después, en el Mundial de Turquía, trabajé todos los días. Cuando supe, pensé: "Qué voy a hacer, tengo que apechugar". No sentí nada dramático, fue todo tan rápido. Con quien más hablé fue con mi hijo Giovanni, que es traumatólogo. El me decía que era una operación pesada, de riesgo, pero segura por la técnica. Cuando le dije a mi mujer, ella no podía creerlo.

Carcuro deja de hablar. Pide agua y se excusa. Repite varias veces que está cansado y le echa la culpa a la anemia. Que ayer salió a caminar por una hora con un amigo y no se ha podido recuperar del cansancio.

***

Se negó a operarse el 9 de septiembre. Quería trabajar hasta antes de las Fiestas Patrias, celebrar los cumpleaños de su hijo Giovanni y su hijastro Erwin y, sobre todo, digerir lo que estaba pasando. Fijó con el doctor Baeza una nueva fecha: el lunes 23 de septiembre.

En las tres semanas que antecedieron a la operación, Carcuro investigó sobre su enfermedad por internet, leyó detalles sobre lo que significaba una operación a corazón abierto y estudió estadísticas mundiales de los riesgos asociados. Lo único que no se atrevió a hacer fue ver un video de una cirugía como la suya.

También pagó los impuestos y contribuciones. Y antes de irse a la clínica, a sus amigos les dijo: "Cualquier cosa, dejé listos los papeles". Michael Müller recuerda: "El se tomó en serio la operación..., hizo hasta testamento. Dejó todo organizado por si acaso". Carcuro no quiere referirse a ello.

Sí cuenta que Marcelo Hernández le recomendó que hiciera lo mismo que hizo él antes de partir a pabellón: escribir una carta a cada uno de sus familiares. "Yo estuve  a punto..., pero después dije: para qué me voy a poner melodramático. Voy a tomar el tiempo para dejar todo ordenado. Con mi señora hablamos de la posibilidad de que esto saliera mal, también con Giovanni. Pero los dos tranquilos. Ellos y yo evitamos dramatizar. No nos abrazamos, nada, y eso que yo soy llorón", dice.  Cuando lo cuenta, los ojos de Carcuro se llenan de lágrimas. "Ahora estoy más emocionado que entonces".

Cuando comenzaron las Fiestas Patrias, faltaban cinco días para que Carcuro se internara. El 17 de septiembre partió a Costa Brava, un balneario en la V Región donde tiene un departamento. Fue con sus cuñados, los sobrinos,  los suegros. Ese fin de semana, Carcuro caminó tres horas diarias para entrenar su corazón, pero sin decirlo explícitamente. El sábado 21, Pedro Carcuro y Ximena Rojas regresaron a Santiago.

Al día siguiente, Carcuro y su familia fueron a la Parroquia Italiana. El 25 de septiembre se cumplían cuatro años de la muerte de Franco. "Adelantamos la misa para el 22, porque el 25 yo no podía ir. Somos bien a la italiana, siempre recordamos los fallecimientos con una misa". Ese día, dice el comentarista deportivo,  conversó largo con el sacerdote encargado de esa iglesia, el padre Julio. "Yo voy a las misas oficiales de la familia o para las fiestas. Pero hace poco conocí a otro curita cuando  fuimos a la misa del Sapo Livingstone. Me pareció tan interesante, tan choro. Quise hablar con él después de mi operación, pero creí que me iba a sentir mejor y no he tenido mucha fuerza. No fui capaz de salir. Vamos  a juntarnos la próxima semana".

Pedro Carcuro se define como "un creyente en permanente dificultad". Pero esta enfermedad lo hizo replantearse la situación. "Claro que uno se acuerda mucho más de Dios. Uno quiere que desaparezcan las dudas. En los momentos complicados, se aferra a las cosas que uno cree. Mis dificultades con la fe las guardé en una cajita", dice.  El 8 de diciembre, si es que está en Chile y mejor de salud, decidió que acompañará a su señora a la Virgen de las Peñas, en Arica. Ximena hizo la promesa de que si la operación de su marido salía bien, ella iría a dar las gracias.

Cuando salió de la misa en recuerdo de su hijo Franco, Carcuro dice que estaba "sorprendentemente tranquilo. Fue un momento muy gratificante, me llenó estar esa hora en la iglesia, cerca de Dios y de mi hijo. Así me fui al pabellón al día siguiente".

-¿Le pidió a Franco que lo cuidara?

-Eso no te lo voy a decir, pero hubo una conversación ahí.

***

"Te voy a poner el pisco sour a la vena". Eso fue lo último que escuchó Pedro Carcuro antes de quedarse dormido por la anestesia. El reloj mural marcaba las 8.20 de la mañana del lunes 23 de septiembre. Todo lo que lo rodeaba eran médicos vestidos de verde.

Una hora y 20 minutos antes, su hijo y su esposa entraron al box en que él esperaba a la enfermera que lo llevaría a pabellón. Los tres se tomaron las manos. "Le entregué la argolla a la Ximena y una cadena que me regaló con una cruz". El doctor Baeza le dijo a Giovanni que podía entrar a la operación de su padre. El hijo no quiso.

Ya en el quirófano, el equipo médico comenzó a operar. Anestesiado, Carcuro no sintió lo que tantas veces había leído en internet que iba a ocurrir: con una sierra, los especialistas partieron en dos su esternón y le abrieron el corazón.

"El corazón se abre de manera de poder acceder a las válvulas que están enfermas", cuenta Baeza. Durante las cinco horas que duró la cirugía, Carcuro se mantuvo vivo con una máquina que cumplía artificialmente la función del corazón y el pulmón. El médico sacó la válvula aórtica de Carcuro y la reemplazó por una válvula hecha a partir del ventrículo de un bovino. Además, le realizaron la operación de Maze, que consiste en quemar las zonas del corazón que hacen cortocircuito y provocan la arritmia.

Según el doctor Baeza, "la insuficiencia aórtica no es común en la población general, pero sí es normal verla entre las enfermedades cardíacas. Se da pasada la quinta o sexta década". Carcuro, además, tenía antecedentes genéticos: su madre y hermana sufrieron de lo mismo. Para el médico, el riesgo de esta operación es "como volar en avión. Los aviones se caen poco, pero cuando se caen se mueren todos. En la cirugía cardíaca es muy raro que algo grave pase, pero cuando pasa, es muy grave. La mortalidad es del 1%". 

Carcuro, sin dramatismo, cuenta que él se puso en el escenario de estar en ese 1%.

Despertó de la anestesia pasadas las tres de la tarde. Amigos suyos que también han sido operados de órganos vitales le habían  advertido que al despertar iba a llorar a mares. Pero a Carcuro nada de eso le pasó.

-Lo primero que pensé fue: dónde cresta estoy. Pegué un salto y estaba conectado entero. No entendía nada. Estaba entubado, y empecé a hinchar las pelotas para poder hablar. Me sentí despertando de un sueño.

El 29 de septiembre fue el alta médica y el regreso a casa. Lo primero que hizo fue almorzar y salir a caminar. Con los días ha tratado de ver televisión y leer dos libros que tiene pendientes: la biografía de Josep Guardiola y el best seller Inferno, de Dan Brown. Pero se queja de que no le dan las energías.

Carcuro, que es un lector empedernido, no ha podido pasar de la página 4 de la biografía del DT del Bayern Münich.

***

El año pasado, El Semanal entrevistó en dos ocasiones a Pedro Carcuro. En ambas tocó el tema de la muerte. Para la sección "Mi manifiesto", dijo que "me gustaría creer que después de muerto uno se encuentra con esas personas que has querido y ya se fueron". Luego, a propósito del fallecimiento de Sergio Livingstone, lo llamamos a Nueva York donde estaba de vacaciones. El estaba emocionado  y enojado: "Me da mucha rabia que esto haya pasado. Las zancadillas que me han pasado con la muerte. Cuando murió mi papá, en 2007, yo estaba en Toronto en el campeonato mundial juvenil. El 2009, cuando murió Franco, mi hijo, yo estaba en Buenos Aires en la Copa Libertadores. Y ahora, cuando estoy tomando vacaciones, pasa esto".

Le recordamos ahora esa frase, y él medio en broma dice: "Siempre me tocó la muerte de lejos, ahora me tocó de cerca".

Pero quienes lo conocen dicen que Carcuro no festina con la muerte.

Marcelo Hernández cuenta que "con todo lo que le ha pasado, para él no hay muerte en broma. El no podría hacerlo, ha tenido dolores grandes". Michael Müller agrega: "Pedro pensó que se podía morir en la operación. Por eso escribió y dejó un testamento. Por eso dejó todo listo. Derechamente, pensó que se podía morir. A él le han tocado muertes importantes e inesperadas estando muy lejos. Puede tener un poco de rabia con la muerte, y tiene razón para eso".

Hoy, cuando Carcuro piensa en la muerte, lo ve desde una mirada distinta: "Claramente, me avisó. Esta vez no me hizo una zancadilla".

Se queda un momento en silencio. Luego dice: "Pero este capítulo está lejos de ser el más duro de mi vida… Tú sabes cuál ha sido". Es claro que se refiere a Franco.

***

Es miércoles 9 de octubre y Pedro Carcuro llega a la primera de las 10 sesiones de kinesiterapia que realizará en la Clínica Las Condes. El kinesiólogo a cargo dice que serán más: el tratamiento de rehabilitación durará tres meses. Es indispensable para fortalecer el corazón. Después deberá ir al gimnasio tres veces por semana.  

El especialista le toma la presión y dice que está bien. Carcuro, de pantalón de buzo gris, polera  y zapatillas amarillas, se sube a una bicicleta estática. Pedalea por 20 minutos. Siguen 10 minutos de caminata y 20 de trote suave, que realiza sin problemas. El médico que lo operó llega a verlo y lo molesta: "No me diga que usted es operado del corazón". Carcuro sonríe.

Al fin de la sesión luce cansado. Nuevamente siente frío. "Ese es mi problema", dice. Aparece su hijo Giovanni, que en esta clínica es el doctor Carcuro. Mientras su padre toma agua, él explica que "el frío que siente es porque perdió mucha sangre en la operación". Por eso también la piel y los labios se le ven casi blancos.

Tras la cirugía, Pedro Carcuro debió sumar a sus cuidados una dosis de fierro, dos hipotensores y un anticoagulante. Al llegar a la casa, descansará un poco, mirará fútbol y, como todas las tardes, saldrá a caminar. Un amigo, la nana o su señora lo acompañarán. No puede andar solo. "Lo veo tranquilo, cumpliendo como niño bueno todo lo que le han mandado hacer", dice Michael Müller.

Si todo sale bien, el primer día hábil de noviembre Carcuro volverá a TVN.

-El Sapito trabajó hasta los 92 años, ¿usted se ve así también?

-No, me proyecto a un plazo corto. No quiero trabajar mucho más. Ir paulatinamente bajando la intensidad, y todo depende de cómo me voy a sentir finalmente. Yo no me siento a un 100%, me siento a un 50%. Yo estoy permanentemente arriba de la pelota, pero ahora estoy cansado.

Su amigo Milton Millas está seguro: "Todo esto va a marcar en Pedro un antes y un después, sobre todo en cómo va a relacionarse con lo laboral". Hasta antes de la operación, su jornada comenzaba a las 5.20 am e iba a la radio Agricultura o al canal de lunes a domingo. Carcuro sabe que debe bajar las revoluciones. "Evidentemente, el cambio que registré es que tengo que intentar aprovechar mejor los momentos de la vida. Ser feliz con lo que tengo y postergo por el trabajo. Yo lo que me ponen al frente en materia laboral me lo como, y después me siento mal. Ahora quiero probar algo rico de una cosa y de otra, pero no comer nada más".

Sentado en la silla del restorán del hotel, Carcuro se arregla la camisa. Van a sacarle una fotografía. Intenta sentarse en un sillón de cojines blandos, pero al encogerse el pecho le molesta. Tiene una cicatriz a la altura del esternón, con puntos de acero que impiden que la herida se abra. Aunque ver esa cicatriz frente al espejo por primera vez puede resultar impactante, él dice que no le provocó nada. Que una marca es lo de menos.

Bien abrigado, mirando el sol que cruza la ventana, se atreve a hablar del futuro más próximo. Dice que si Chile clasifica para el Mundial, le gustaría ir al sorteo de los grupos que se realizará en Brasil en diciembre. 

"Pero lo más importante para mí es volver a sentirme bien, no estar a media máquina. Además, es peligroso y esto hay que tomárselo en serio. Eso antes no me había pasado, sentir que me tenía que cuidar así, y eso que soy bien preocupado de la salud. Los médicos me dijeron que estoy como si me hubiese atropellado un camión. Es una enfermedad que en la recuperación te sientes dentro de un ascensor, subes y bajas a cada rato".S

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.