El rey Felipe VI y el reto de América Latina
Su padre fue el primer monarca español que pisó América Latina y Felipe se encargó de representar a su país en las tomas de posesión de los jefes de Estado desde 1996.
La Cumbre Iberomericana de Veracruz, en México, será en diciembre el gran estreno del rey Felipe VI ante los socios latinoamericanos de España. Pero no por ser la primera de estas citas que preside le resultará un ámbito extraño.
Felipe, que será proclamado rey en dos semanas, conoce a todos los mandatarios latinoamericanos porque desde 1996 se encargó de representar a España en las tomas de posesión de los jefes de Estado del otro lado del Atlántico. Volvía de una, la del nuevo presidente de El Salvador, el día que su padre anunció su abdicación.
Como príncipe de Asturias realizó numerosos viajes a América Latina. Su prestigio allí es grande. La aclamación que le otorgaron en noviembre junto a Letizia los poderosos de la comunidad hispana en Miami, capital del poder latino en Estados Unidos, da una idea.
Su padre, el rey Juan Carlos, fue el primer monarca español que pisó América Latina. Jamás, tras la conquista, un rey español lo había hecho. Visitó todos los países, entre otras cosas promoviendo el modelo de éxito de la transición española, mediando en diferendos y abriendo camino a las empresas españolas.
Potenciar allí la presencia de esas empresas es una de las tareas del nuevo rey. Y ayudar a cerrar los conflictos empresariales y económicos que pueda haber.
"El rey Juan Carlos supo construir una política nueva con la América Latina", escribía esta semana el ex presidente de Chile Ricardo Lagos en el diario español El País.
"Tiró al pasado el concepto de la hispanidad -tan impregnado de franquismo- para construir lazos nuevos y modernos donde la Península Ibérica convocaba a sus contrapartes hermanas no solo a conmemorar el Quinto Centenario, sino a dar un sentido de siglo XXI a los valores compartidos", añadió.
La relación que la Corona de la España democrática tiene con América Latina da a la abdicación de Juan Carlos y a la proclamación de Felipe VI una dimensión regional latinoamericana.
"Juan Carlos y Felipe fueron claves en la construcción de un puente ultramarino que se ha resquebrajado. Restaurarlo es uno de los tantos desafíos que deberá superar Felipe VI", escribía el columnista político Carlos Pagni en el diario argentino La Nación.
La última Cumbre Iberoamericana, celebrada en octubre en Panamá, fue la primera en la historia de estos encuentros a la que faltó el rey Juan Carlos. El monarca, uno de los impulsores principales de estas citas, se recuperaba de una de sus operaciones y no pudo ir a la que, ahora se sabe, hubiera sido su última cumbre como rey.
Estuvo el príncipe Felipe, estando sin estar, porque no podía participar en las sesiones al no ser jefe Estado. Pero simbólicamente cubrió parte del vacío que dejaba su padre.
El rey no fue el único que faltó. No estuvo más de la mitad de los mandatarios de la comunidad iberoamericana, un gran fracaso en un encuentro que además estaba llamado a ser el de la renovación de un foro que fue perdiendo cada vez más importancia.
Impulsarlo siguiendo el trabajo de su padre es uno de los retos a los que Felipe VI se enfrenta en América Latina.
"El futuro Felipe VI conoce a Latinoamérica como pocos", escribía esta semana en el diario español "El País" el ex presidente de Uruguay Julio María Sanguinetti. "Nos conoce a todos. Sabemos de su interés por lo que aquí ocurre. Tenemos clara su sólida formación y apreciamos su talante abierto y comunicativo".
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