El triángulo soñado

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El equipo destacó como un conjunto, pero en el cuadro campeón subcontinental destacaron los números de tres jugadores. Sus historias se parecen en algunas cosas y difieren en otras. Las metas son casi las mismas.




Maxwell Lorca, un hijo de Nueva York

Pocos ambientes deben ser más prósperos para el desarrollo de un basquetbolista que Estados Unidos. Y, tal vez, Nueva York más que ninguno. En esa ciudad creció (hasta los 2,07 metros hoy) Maxwell Lorca Lloyd, el hijo de un chileno que se fue a vivir el sueño americano, que se integró a la policía de ese estado y que pasó por el ejército norteamericano. Con una guerra incluida.

Buen ambiente, aunque no necesariamente lo encantó desde el principio. De hecho, Max apenas comenzó a jugar baloncesto a los 13 años, impulsado por sus educadores y en atención a la altura que estaba consiguiendo.

Maxwell Lorca se hizo conocido con las autoridades del básquetbol chileno y sus entrenadores casi por casualidad, pero en cuanto se supo de su potencial fue llamado a la Selección. No sin antes cerrar sus trámites y conseguir los papeles necesarios para ser considerado un criollo más.

Hace un año, Maxwell tomó parte del equipo que jugó el FIBA Americas (Premundial) disputado en Valdivia. Había sido considerado por primera vez en la Roja pocos meses antes. Allí no destacó especialmente, pues el titular era Felipe Haase, pero cuando se le dio la confianza, ante los poderosos estadounidenses, respondió.

Ahora, en el Sudamericano de Lima, donde la titularidad era suya, sus números también destacaron: estuvo entre los goleadores y lideró a todos en rebotes conseguidos.

Los ojos de los estadounidenses están ya puestos en su desarrollo. De hecho, estuvo junto a Arroyo en el Básquetbol Sin Fronteras. Desde Lima voló a Estados Unidos, para seguir jugando por el colegio Northfield Hermon. La NCAA aparece inequívocamente como su futuro.

Kevin Rubio y el premio de goleo

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El goleador del Sudamericano Sub 17 fue un chileno. No de los que tienen ya un presente internacional, sino de un esforzado puertomontino: Kevin Rubio.

Como muchos, comenzó a jugar en el colegio y fue el legendario Carlton Johnson, que era profesor en su escuadra, quien se fijó en él y lo instó a no alejarse jamás de las canchas. Y así lo ha hecho, pese a que el camino se ha visto complicado en más una oportunidad.

Kevin, ya alto a los siete años, disfrutaba de jugar torneos escolares, sin mayores pretensiones, representando muchas veces a su ciudad en Nacionales.

A los 13 años arrasó en la Liga Saesa, donde fue subcampeón de la categoría y fue el Jugador Más Valioso del equipo ideal.

Promediando 30 puntos por partido se hizo un nombre en el básquetbol joven del sur, gatillado por la polifuncionalidad que comenzó a adquirir. Primero jugaba de pivote, pero los técnicos comenzaron a sacarlo para evolucionar a alero, para aprovechar su lanzamiento.

A los 16, el año pasado, fue considerado en la preselección con miras al Premundial. Su carrera era ascendente y en el Campioni del Domani (Sub 19) batía marcas y leventaba la copa reforzando a Sportiva Italiana.

Hizo también la gira a Estados Unidos, pero dos días antes de la nómina definitiva lo bajaron.

El asunto no lo desmoralizó, sino que lo hizo tomarse más en serio todavía sus entrenamientos. Kevin Rubio entrena con regularidad con el equipo Sub 17 de CEB, pero después sigue con las prácticas junto al equipo adulto. Un trabajo en silencio de entre cuatro a seis horas diarias de que dio sus frutos en Lima. El de ser goleador y el de cumplir un sueño: ganarle a Argentina.

España espera a Ignacio Arroyo

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Ignacio Arroyo Varela fue uno de los puntales de Chile en el título sudamericano. En el certamen anotó 16 puntos por partido, el tercero mejor del campeonato, y el más destacado en asistencias, con 6,6 unidades por juego.

Hijo del ex basquetbolista Patricio Arroyo, su camiseta reza Varela, el apellido de su madre, pues no tiene contacto con su padre. Ella y su hermano Patricio (20) han sido los principales cimientos de la carrera del jugador, que conoció Estados Unidos y se irá a España.

Arroyo ha sido seleccionado desde 2014, cuando jugó el Sudamericano Sub 15 y destacó especialmente en el FIBA Americas 2016 de Valdivia, donde fue el quinto anotador por partido.

Pero su carrera había comenzado mucho antes. El día que decidió que su altura (un metro y 87 centímetros, hoy) era útil para el puesto de arquero que había elegido para jugar fútbol, pero mejor le iría buscando canastas.

Cuando era pequeño, por motivos familiares, Nancy Varela y sus dos hijos debieron irse a vivir a Copiapó, lejos de cualquier polo de baloncesto. Allá los hermanos entrenaban juntos, hasta que un llamado de Ancud lo cambió todo: Ignacio iría a jugar los fines de semana. De Ancud salió por una polémica decisión, por lo que se le identifica con Castro, donde fue campeón Sub 13 en 2008, cuando tenía apenas ocho años.

Con experiencia en el primer equipo, el año pasado estuvo dos veces en Estados Unidos, primero en un entrenamiento en Utah y después con media beca en el colegio San Diego Catholic. Fue al Básquetbol Sin Fronteras Americas de la NBA, hace unas semanas en Bahamas, pero su destino está en Madrid, pues Estudiantes de Madrid lo vino a buscar a Chile. Firmó por cinco años.

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