El villano del año
En la cinta Matar a un hombre, la carta nacional al Oscar, Daniel Antivilo es el Kalule: un malvado de antología, que se ha transformado en la revelación de la pantalla grande de la temporada.
Su primer papel: hacer de fantasma, que está en un ascensor, en El día menos pensado de TVN, hace unas dos décadas. Su último papel, que lo tiene por estos días en los cines nacionales, es también un ser que pena, que atormenta, y que se convierte en una presencia terrorífica, incluso cuando los créditos de la película Matar a un hombre ya han terminado de pasar por la pantalla. Daniel Antivilo (50) interpreta en esa cinta al Kalule, el malo del barrio, el villano que persigue a una sencilla y honrada familia, por el simple hecho de poder hacerlo impunemente.
"Es un pedazo de lumpen. No tiene conciencia de clase. Es capaz de robarle al vecino. No tiene compromiso con nadie. Le falta el respeto a todo. Y sólo se satisface a sí mismo", enumera sin detenerse Antivilo, satisfecho, pues, como él mismo dice: "Mi carrera está hecha con papeles de malo".
El Kalule debutó cuando Antivilo lo representó por primera vez para el director Alejandro Fernández, en su casa: "Me puse odioso. Pesado de sangre. Un insoportable. Y provoqué desagrado. Después le pregunté a Alejandro, 'bueno y qué te pareció'. Y me dijo: 'Esto es lo que yo quería'".
De casi dos metros de estatura, trato cordial y rasgos toscos, Antivilo ha sido un rostro intermitente, pero presente, en series y películas chilenas. Algo que repite también este año, aunque en ligas más grandes. Consiguió su primer rol estable en una teleserie -Secretos en el Jardín de Canal 13- y se convirtió en el antagonista de Matar a un hombre, el tercer largometraje de Fernández, cuyas grabaciones se realizaron en Tomé hace tres años, y el mismo que va ahora a buscar el cupo de nominación por un Oscar como mejor película extranjera y también por un Goya.
Antivilo estudió actuación en los 80, a los 25 años, en el extinto Instituto Superior de Arte y Cultura Bertold Brecht. Desde su fantasmagórico debut en televisión, no ha parado de filmar, a pesar de que él se define a sí mismo como un hombre de teatro. Quizás del entrenamiento en las tablas es que hoy cree que un actor debe ser propositivo en sus improvisaciones. Y ese estilo de trabajo es el que usó en Matar a un hombre, en escenas tan angustiantes y complejas como el abuso a la hija de la familia protagónica, liderada por Daniel Candia.
Su trabajo llegó a los ojos de Fernández, a través de un alumno que tenía este director en el Instituto Arcos: "Con los estudiantes uno puede generar muy buenos proyectos, porque están más cerca de la realidad. Y en términos artísticos uno puede sorprender". Y agrega: "Esa sorpresa con la realidad, es lo que tiene también esta película. Sencilla, de bajo presupuesto, con pocos efectos especiales. ¿Para qué tanto adorno? ¿Para qué tanto actor-besador?" -dice, y bromea sobre los galanes de teleseries- "Díganles a ellos que se están llevando todos los proyectos, que dejen de besar", agrega riendo.
Antivilo es un actor que, para bien o para mal, intenta alejarse de los caminos más masivos del arte. Pero también hay una falta de contactos en el medio o su reconocida incapacidad para hacer lobby. "Uno espera que lo reconozcan por su trabajo. Recuerdo que cuando estudiaba teatro, los maestros me decían: 'Es extraño que estés acá. Esta pega no es para personas de origen obrero. Es para clase más alta. Necesitas una tía para que te mantenga'".
La cinta, estrenada hace una semana en nuestro país, ya ha tenido un exitoso paso por festivales, como Sundance, Rotterdam y La Habana. Antivilo cree saber, por qué Matar a un hombre ha resonado tanto: "Porque se mete un tipo a tu casa. Y las instituciones no te ayudan a resolverlo. Estás sólo contra eso. Así de simple. La película muestra una realidad más bien cotidiana y nos pone en situación: ¿Qué haría yo? Y ese es un gesto artístico, porque provoca, sirve para algo.
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