El vuelo eterno de Green Cross
Cincuenta y tres años atrás, el fútbol chileno vivió su mayor tragedia. Ocho jugadores y el DT fallecieron; otros miembros se salvaron por cosas del destino. Aquí, algunos testimonios.
Héctor Toledo quería a toda costa cambiar su vuelo de regreso a Santiago. El y sus compañeros habían jugado dos días antes, el 1 de abril de 1961, ante la selección de Osorno, por la segunda fase de la Copa Chile. Su equipo, Green Cross, había caído 1-0 y dividió su retorno a Los Cerrillos en dos vuelos por la sobreventa de boletos por Semana Santa: uno con escalas en Temuco, Pucón y Concepción; y el otro con una sola parada en la capital de la Araucanía.
Para lograr su propósito, Toledo se puso de acuerdo con el delantero Alfredo Gutiérrez, quien tenía el boleto para el vuelo más rápido. "El me pidió cambiar el pasaje, porque conocía más gente en el otro avión. Y yo, como los conocía a todos, no tuve problemas en cambiárselo. Entonces, cuando él subió dio mi nombre, y yo di el de él", recuerda Gutiérrez, a quien esta decisión le terminaría salvando la vida.
El DC-3 Nº 210, de la Línea Aérea Nacional (LAN) nunca llegaría a su destino. Toledo y 23 personas se estrellarían en la ladera nordeste del Cerro Lástimas, en el cordón de Los Nevados del Longaví, en la Séptima Región.
En el fatídico viaje iban a bordo otros siete jugadores del "Pije" (Manuel Contreras, Dante Coppa, Berthe González, David Hermosilla, José Silva, Alfonso Vega y Eliseo Mouriño); el técnico Arnoldo Vásquez; los árbitros Gastón Hormazábal, Roberto Gagliano y Lucio Cornejo; el kinesiólogo Mario González; el control de la Asociación Central de Fútbol, Pedro Valenzuela; el representante de la Asociación Nacional de Fútbol Amateur (ANFA), Luis Medina; el ex diputado Moisés Ríos y los pasajeros Armando Hita, Guillermo Schade y María y Gabriela Andrade. A ellos se sumaron el piloto Silvio Parodi; el copiloto Carlos Jorquera; el radioperador Evaristo Casanova y el sobrecargo Hernán Etchebarner.
Broma macabra
Los tripulantes del vuelo "caletero" (por sus escalas) partieron una hora antes que el LAN 210. Sin embargo, antes del despegue hubo diversas bromas. "Nuestros compañeros que iban en el avión que cayó nos empezaron a decir 'los ocho sentenciados: Manchester United, Torino y Green Cross', en alusión a los accidentes aéreos que tuvieron esos clubes. Quién iba imaginar que ellos iban a ser los sentenciados", confiesa Santiago García, lateral derecho, hoy de 79 años.
En Temuco ambos aviones coincidieron. "Mientras estábamos abasteciéndonos de combustible, pasó el vuelo de ellos. Por eso, me pareció extraño el retraso en su llegada. La gente estaba muy nerviosa en Los Cerrillos. Algo pasaba", agrega.
El itinerario fatal
A las 18.28, el LAN 210 salió desde Temuco; 42 minutos más tarde, el piloto tomó contacto con la torre de control, cuando sobrevolaba Los Angeles. Ahí informaba de algunos chubascos y una prominente formación de hielo en las alas y en la hélice.
Cuando el reloj marcaba las 19.35, Silvio Parodi pidió autorización a la torre del aeropuerto de Hualpencillo para abandonar la ruta y desviarse hacia la costa, para evitar el aumento del hielo. Ese fue el último diálogo. Luego, testigos aseguraron ver a la aeronave sobre el Faro Carranza y, posteriormente, a la altura de Constitución.
Esa misma noche, García se presentaba en el diario La Nación para ingresar a su turno habitual como linotipista. "Cuando llego al taller se me abalanzaron mis compañeros y me mostraron la portada del diario, que decía 'desaparecido avión de Green Cross, no hay sobrevivientes'".
El caso de Gutiérrez es más extremo: "Como yo di el nombre de Toledo, todos pensaban que me había muerto. De hecho, cuando hablé con mi madre, que vivía en Villa Alegre, no me creía que estaba vivo", rememora.
Otros jugadores, como Carlos Al-Konr, se salvaron porque no viajaron. "Estaba estudiando en el Físico y tenía un control de natación. Así que pedí permiso para no ir y, como en ese momento no era un jugador imprescindible, me autorizaron", señala el ex futbolista, quien luego sería director del Instituto de Criminología.
El crack
Una de las historias más terribles es la de Eliseo Mouriño, ex seleccionado argentino, mundialista en Suecia 1958 y campeón de los Sudamericanos de 1955 y 1959.
Con 34 años, el mediocampista, que brillara en Banfield (una de las tribunas del estadio del "Taladro" lleva su nombre) y Boca Juniors, había llegado a Green Cross por recomendación de su ex compañero Gustavo Albella. Durante esa semana había entrenado con sus compañeros, pero no estaba para jugar, por lo que sólo decidió acompañar al plantel en aquel fatídico viaje.
"Estaba muy contento cuando le surgió la oportunidad de trabajar en Chile. El choque del avión contra una alta cumbre de la Cordillera fue un choque también para sus hermanos y su madre. Perdían a un ser que les había dado mucho", lamenta su sobrino Francisco Martoccia.
En señal de solidaridad, Boca prestaría a cuatro jugadores sin costo, donde destacaba el arquero Julio Musimessi.
Tras una semana de búsqueda, la destruida nave fue encontrada en el Cerro Lástimas un 11 de abril. Junto a ella se hallaron algunos cadáveres; en ciertos casos, sólo restos; y en otros, no hubo noticias. Una bandera de guardalíneas y un disco fonográfico fueron los únicos objetos intactos.
Los funerales fueron el 17 de abril y, como homenaje, la Copa Chile de ese año pasó a llamarse Copa Green Cross.
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