Eugenio Tironi: "Bachelet cambiará el libreto y el funcionamiento del gabinete"

El analista defiende el anuncio televisivo de la mandataria. "Es obvio que habrá una reestructuración y no un ajuste", agrega.




La Presidenta volvió a aludir a su intuición por el caso de los negocios de su hijo, ¿eso refuerza su tesis de que debería escuchar más seguido su instinto?

Creo que sí. La intuición encierra un profundo conocimiento acumulado, tanto por uno mismo como por las millones de generaciones que nos han precedido. Solo que preferimos reprimirlo, cohibidos por el culto que en estos tiempos profesamos por el cálculo y el conocimiento científico.

¿Pero no es riesgoso que en decisiones importantes un Presidente se mueva más por las tincadas que por información objetiva? 

¿Qué es la "información objetiva"? ¿La que le dieron sus asesores que le recomendaron no volver de Caburgua? La "información objetiva" no existe. Es el nombre que le damos a la información que confirma lo que creemos. Y lo que creemos nace de la intuición.

¿No siente que a esta altura lo de la intuición es más bien una excusa para eludir la responsabilidad de fondo?

Al revés: es asumirla enteramente. La crisis de credibilidad de las elites, en parte, surge de una actuación que en vez de fundarse en convicciones (o intuiciones, si se prefiere) se funda en la "información objetiva" que les proveen los expertos, sean los economistas de turno o la OECD.

Usted celebró el anuncio de cambio de gabinete por TV, ¿ahí también operó la intuición o hay algo más planificado?

La intuición no implica irracionalidad ni falta de planificación, como supone la pregunta. Implica, uno, reconocer aquello adonde "lo lleva el cuerpo"; dos, buscar comprenderlo racionalmente; tres, atreverse a verbalizarlo; cuatro, compartirlo; y cinco, definir a partir de ahí un plan de acción. No es algo espontáneo ni automático. La intuición exige un duro trabajo sobre uno mismo. En este caso se ve que la Presidenta lo hizo. Lo reveló su rostro y su emoción. Habló desde ella misma. Vale decir, se reencontró con su intuición.

¿Corresponde que un Presidente anuncie por televisión un cambio de gabinete, eso no es menoscabar y farandulizar la institución de la Presidencia de la República?

¡Por favor! En tiempos en que se exige transparencia y hablar a la ciudadanía mirándola a la cara, hacer un anuncio de este tipo en TV me parece obvio.  Eso de que "menoscaba y faranduliza la institución de la Presidencia" es una afirmación típicamente elitista, de otra época, cuando la autoridad surgía de la distancia. Ya no es así: ahora nace de la cercanía. Y desde este punto de vista, que más cercanía con los chilenos que Don Francisco, aunque esto no le guste a los otros canales y a los otros medios.

La propia Presidenta había dicho hace sólo tres semanas que cuando hiciera un cambio de gabinete no lo anunciaría en una entrevista.

Seguramente cambió de opinión. ¿Tiene esto algo de malo? En todo caso el anuncio de pedir la renuncia al gabinete es un gesto político, que es típico de los regímenes parlamentarios. No es una evaluación uno a uno de sus ministros. Eso habría sido denigrante.

¿Y la sensación de desgobierno al tener por un par de días un Poder Ejecutivo con ministros renunciados?

¿Pero cree acaso que el país se va a paralizar? ¿Que la gente no llevará a sus hijos al colegio y no irá a la pega porque los ministros están renunciados? Hay países, como Bélgica o Italia, que pasan meses en esta situación -y para algunos son los meses mejores-. O empresas que anuncian con gran anticipación el cambio de sus ejecutivos, y no por ello se paralizan.

Se presume que el cambio de gabinete va ser profundo, ¿debería involucrar al comité político en su totalidad?

Me parece obvio que si la Presidenta pidió la renuncia a todos, y lo hizo de la forma como lo hizo, es que no estamos ante un ajuste sino ante una reestructuración. Esto hace prever que cambiará muchas piezas, tanto en el campo político como económico y sectorial. Y que cambiará el libreto y la forma de funcionamiento del gabinete. Llegó la hora de darle más autoridad al primer piso (los ministros), y restarle peso al segundo y al subterráneo.

¿Y después del cambio qué debería venir?

Creo que, ojalá antes del cambio, debe decirse la verdad. Seguir con estas explicaciones que ya nadie cree le han hecho un daño enorme a la intención de la Presidenta de colocar en la agenda el informe Engel. Si esto no se enmienda el efecto del nuevo gabinete será flor de un día. Respecto a las reformas ya planteadas (educación y laboral), deben seguir adelante. Abandonarlas produciría frustración y una crisis de la Nueva Mayoría. Pero la número uno es la reforma pro transparencia y anticorrupción. La principal fuente de la desigualdad son los privilegios, y estos no se fundan en el dinero sino en las asimetrías de acceso al poder. Aquí se juega el legado de la Presidenta, como ella misma lo dijo. Para sacar adelante las reformas en las circunstancias actuales debe promover el acuerdo. Lo mismo debe hacer la oposición si quiere recuperar protagonismo. Los chilenos, creo, no soportarían que la clase política se vea envuelta en una confrontación como la del 2014. Hacerlo sería suicida.

¿Hay espacio para que vuelva la Concertación?

No. Tampoco para que vuelvan los carreristas ni los pipiolos.

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