Germán Marín: "Soy un outsider a la maraña literaria"
El escritor publica Notas de un ventrílocuo, una novela sobre un solitario artista de la desaparecida bohemia de Santiago.
Acompañado de Don Beto, Hilario, Tonino o cualquiera de sus muñecos, se paseó por los escenarios del Tap Room, del Burlesque, del Tropicana Club, el Bim Bam Bum, el Lucerna, etc. Alumno del profesor Valero, fue el ventrílocuo de la noche chilena. No fue una estrella, pero si alguna vez hubo glamour en la bohemia santiaguina, él la conoció por dentro. Como es un personaje de Germán Marín (79), termina aguantando el paso del tiempo, prácticamente solo, durmiendo en pensiones de barrios oxidados. Se llama Notas de un ventrílocuo y, como dice su autor, es "una novela de un Chile perdido y de oficios perdidos".
Sin una trama lineal o una historia clásica, el libro está formado por los apuntes dispersos del ventrílocuo sobre su vida: un solitario nocturno de edad conjetural, que desde los 40 hasta los 90, incluso hoy, estuvo activo con sus muñecos. Primero en las boat de moda, al final en show municipales para niños de escasos recursos. Menos amargo de lo que nos ha acostumbrado, Notas de un ventrílocuo es un Marín crepuscular.
Historia de un hombre que se apaga, es el séptimo libro que publica Marín en cinco años. Aparece después de El guarén, que va en su tercera edición. Como en esa novela, acá también atrapa un oficio de segunda fila. En este caso, casi extinto. "Escribir sobre un ventrílocuo es inédito en la literatura chilena. Desaparecieron, como los afiladores de cuchillos, los compradores de ropa usada", dice Marín, soportando una fría mañana en la terraza del Tavelli: quiere fumar. "Y, como sabes, el escritor es un ventrílocuo", dice.
Cada tanto, la conversación se detiene: Marín saluda a Roberto Merino, a Leonardo Sanhueza y Rafael Gumucio. Todos ellos, de uno u otro modo, lo han apuntado como uno de los principales escritores chilenos de hoy. Otros también. "En realidad, soy un outsider a la maraña literaria cotidiana. No participo en concursos, no voy a los largos viajes en el extranjero, no acepto invitaciones del gobierno. Prefiero quedarme acá. Si no fui a la Feria de Guadalajara es porque no quería recibir ni un cinco, no quería deber nada a nadie. Me estoy quedando solo. Perceptiblemente solo", agrega.
Ese Santiago iluminado por boat legendarias de la novela, ¿le gustaba más que el actual? ¿Es nostálgico?
No es nostalgia lo del libro, Santiago era así. Aunque superficialmente, yo lo conocí. Ahora, este Santiago de hoy ya no lo habito. A veces paso un año, un año y tanto, de que ni paso por la Alameda. De repente, la veo desde un taxi. Veo que algo ha cambiado. Todo ha cambiado mucho.
Pasa encerrado escribiendo como nunca antes en su vida, por eso no habita Santiago.
Antes no podía. Me estaba ganando olímpicamente la vida como editor, dedicando mi tiempo y mi esfuerzo a los otros. Ahora estoy con una libertad que nunca había tenido, gracias a mis hijos, porque no soy un best seller.
En la última década ha publicado 10 de sus 20 libros. Novelas, cuentos, memorias. ¿Vive su mejor momento literario?
No sé. Quizás fue cuando hice esos tres ladrillos (Círculo vicioso, Las cien águilas, La ola muerta). Quizás fueron esos los momentos de plenitud. Con escasísima resonancia: aparecieron, les gustaron a la crítica y ahí quedaron. Esos libros han tenido una historia lenta, pero ya van en tres ediciones. Y escribirlos fue lágrimas y sangre. En cambio, Notas de un ventrílocuo fue placentero.
"Cada vez ante el progreso, me siento cada día más un perro fantasma", dice el ventrílocuo. ¿Cómo se lleva con el progreso?
Me incomoda. La modernidad me cae gordo. Todo ese mundo nuevo es desconocido para mí y no tengo intención de conocerlo.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.