Grateful Dead: vuelve la banda que inventó el culto y las grabaciones piratas
Sus sobrevivientes darán en julio tres shows en el mismo lugar donde cerraron su historia.
No contaron con un éxito real hasta 20 años después de su creación -Touch of grey, de 1987-, pero Bill Clinton, Al Gore y Steve Jobs aparecen entre sus fieles más fervorosos, Martin Scorsese alista un documental con su historia para este año y, hasta los 90, sus giras escalaban entre las más rentables del rock estadounidense.
Está claro: la huella del grupo Grateful Dead no se calcula en cifras, sino que en uno de los legados más particulares en el cancionero del siglo XX, apenas un eco que resuena lejano para el resto del planeta, pero que aún late en varios de los modelos vigentes en que se desarrolla la música.
Un patrimonio que se alista para su resurrección en julio, cuando sus cuatro sobrevivientes ofrezcan tres conciertos en el estadio Soldier Field de Chicago. Además, se trata del lugar donde en ese mismo mes, pero de 1995, dieron su último recital con su líder y cantante, el legendario Jerry García, fallecido un mes después y encarnación de la mística espiritual y comunitaria inmortalizada por el conjunto. "Estamos todos encantados con la noticia", fue una de las primeras reacciones, propiedad de Patrick Leahy, el miembro más veterano del Senado estadounidense.
Nacidos en 1965 en la escena hippie de San Francisco que también vio despegar a Janis Joplin y Santana, los Grateful Dead asumieron desde su origen un canon sellado a fuego en la historia posterior del rock de EE.UU.: la verdadera fortaleza de una banda está en sus shows, incluso sí sus álbumes no están a la altura. De hecho, el dogma, extendido desde The Doors y Jimi Hendrix hasta Bruce Springsteen y Pearl Jam, apunta a que las grabaciones en estudio son incapaces de capturar el fluir eléctrico y emotivo que representan los conciertos.
"Mientras la cultura rock norteamericana ha puesto más énfasis en las actuaciones que en los discos, en Inglaterra ocurre lo contrario", ha apuntado el crítico musical Simon Reynolds, situando el hito en los inicios de Grateful Dead. De hecho, gran parte de la fijación actual de la industria por las presentaciones en vivo tiene su cuna en los estadounidenses.
Ante ello, y adscritos a una química visceral que cruzaba blues, psicodelia, jazz e improvisación, el grupo de García montó sus espectáculos como verdaderos ritos, como ceremoniales irrepetibles, tejiendo un vínculo único con su grupo de seguidores. A ellos se les bautizó como Deadheads, una de las primeras tribus musicales en la historia del rock y que entregó a los norteamericanos un estatus de banda de culto que hasta entonces no se conocía.
Como vuelta de mano, los integrantes de Grateful Dead dejaron que su comunidad de devotos comenzara a grabar libremente sus conciertos, tanto en audio como en video, con el fin de intercambiarlos de manera gratuita con fanáticos de otras ciudades. A tanto llegó el ritual que el conjunto debió habilitar en sus shows un área especial donde sus seguidores pudieran agacharse y concentrarse en el registro artesanal del espectáculo, con pleno derecho a retar al público que chocaba con los equipos mientras cantaba, bailaba o disfrutaba lo que sucedía en escena.
Las grabaciones detonaron la circulación de miles de cintas piratas que la fanaticada intercambiaba por correo a través de todo EE.UU.. Era fines de los 60 o principios de los 70, hace más de 40 años, pero el flujo ya avizoraba la masiva cultura de intercambio de archivos propia del nuevo siglo, a través de plataformas como Napster y Kazaa, y, sobre todo, la obsesión actual por registrar conciertos en los más diversos aparatos, desde cámaras hasta celulares, para luego difundirlos vía YouTube.
"Nunca hubo un plan maestro", ha dicho Phil Lesh, uno de los sobrevivientes de la agrupación, aunque sus modos para encarar el negocio han sido analizados por expertos en marketing y en libros de economía no convencional. De hecho, el volumen inagotable de grabaciones hizo que sus fans -barbudos, amantes de los colores chillones y sobreestimulados con LSD- levantaran en torno a los conciertos verdaderas ferias con todo el merchandising imaginable. Incluso, para muchos se volvió más atractivo lo que empezó a rodear las presentaciones, que lo que transcurría bajo las luces. Un espíritu único que en julio próximo tendrá un nuevo capítulo.
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