Hervi: "Es una pena que nuestros gobernantes lleguen a estos niveles de bullying nacional"
El humorista gráfico, que recibirá en México el premio La Catrina por su aporte al género, admite que a veces se siente superado por los políticos a la hora de hacer reír.
La publicación reciente de Hervi et orbi (Mandrágora ediciones) era motivo suficiente para alegrar a Hernán Vidal, el nombre del destacado artista gráfico de más de cincuenta años de carrera. Pero ahora está en México, donde recibirá el 1 de diciembre, durante el desarrollo de la Feria del Libro, el premio La Catrina, que entrega la Universidad de Guadalajara a las personalidades destacadas en el humor ilustrado, y que anteriormente recibieron Quino, Fontanarrosa y el chileno Palomo, entre otros. Por eso, explica, "esto viene siendo el Oscar dentro de este tipo de distinciones. Uno revisa la lista de gente que ganó y se siente Gulliver en el país de los gigantes".
Debe ser un reconocimiento importante para alguien que lleva más de 40 años de trayectoria.
En verdad son mucho más de 40 años, porque empecé a hacer colaboraciones espontáneas desde que tengo 12; son 56 años en esto.
En esa época Pepo tuvo un rol clave, ¿no?
Por supuesto, fue mi maestro indiscutiblemente, porque comencé ayudándole con ilustraciones de Condorito, desde que estaba en el colegio hasta que entré a la universidad.
¿No tuvo problemas para sobrellevar los estudios y además tener un oficio desde tan pequeño?
En absoluto, al contrario, porque al haber empezado tan chico significó que ganaba plata a una edad que nadie lo hace, así que no tenía problema para la mesada y esas cosas. Pude ayudar en la casa desde joven, fue muy bueno.
¿Y esta afición a la ilustración tuvo que ver con la decisión de estudiar arquitectura?
No sé si directamente. Creo que es más bien una herencia genética, porque mi mamá pintaba de joven y mi papá siempre construyó y por eso estuve en eso hasta hoy. He hecho cosas muy profusas y de mucho volumen pero nada muy vistoso: departamentos, poblaciones y arquitectura industrial para mineras y cosas así, pero nada para revistas especializadas o para ser del jet set de la arquitectura.
¿No tuvo las complicaciones habituales de que un quehacer le quitara tiempo al otro?
Creo que siempre tuve el espacio de hacer ambas pero en determinados momentos opté por priorizar. A fines de los 60 y comienzos de los 70 me exigió mucho tiempo el trabajo de caricaturas y abandoné los estudios por un tiempo, pero después del 73 los retomé porque no me quedaba otra.
Esa era la época de La Chiva y La Firme (revistas de sátira política), debe haber sido muy demandante.
Terrible, una vorágine, pero además de dibujar era el director de arte de la Editorial Quimantú, por lo que estaba a cargo de muchas publicaciones en el trabajo del diseño gráfico. De esa época lo que más se extraña es la vida comunitaria, el sentido colectivo, que era mucho más intenso aunque de a poco se está recuperando con algunos movimientos sociales. Después de la gran farra de la economía de mercado, en que la gente se dedicó a pensar en lo suyo, en la comodidad y en consumir, muchos empezaron a notar que había que pensar en proyectos que favorecieran a todos: en la salud, la educación, la previsión social, etcétera.
Buena parte de eso suele verse en sus chistes publicados en La Tercera, ¿cómo hizo la selección para el libro "Hervi et orbi?
Elegí con cierta rapidez una buena cantidad de las cosas que han salido en La Tercera y otras que no están y el editor hizo una pequeña selección, más bien guiado por la cantidad de páginas. Diría que es un salpicón o una cazuela de todo lo que ha pasado en el último tiempo, pero lo fundamental es que parece que el libro no es tan gracioso como la vida misma. Es difícil superar el humor que despliegan los políticos, hay que ser demasiado genial para batir ese nivel de ridiculez. El último caso, de los diputados que representan al partido que actúa como custodio de la moral y lo pillan mirando payasadas es para morirse: cómo competir con eso, es difícil dibujarlo. En esos casos es mejor dedicarse a Obama y Evo Morales.
Y en el caso de Sebastián Piñera, ¿se le ha retratado lo que corresponde para la cantidad de burlas que ha recibido?
Yo lo dibujo cada vez que puedo, pero en realidad ya me da un poco de pena. El pobre hombre está haciendo su mejor esfuerzo y no le resulta nada; lo desprecian, lo ridiculizan. Es una pena que nuestros gobernantes lleguen a estos niveles de bullying nacional. Siento que, en el fondo, lo que le falta es ser un mejor político, porque es un genial empresario pero como político está lleno de contradicciones y los tics le vienen de ahí: se le cruza el empresario con el tipo que quiere ser un gobernante óptimo, el militante de Renovación Nacional que tiene una formación en la DC y que además pasa peleando con los partidos. Debe ser difícil para él.
¿No ha sido difícil para usted plasmar todas estas opiniones en un medio como La Tercera?
Para nada, afortunadamente creo que me tienen algún respeto porque jamás se me ha puesto alguna dificultad, y usted ha visto que mis dibujos son bien ácidos con el poder, el gobierno, las autoridades. Como está en las páginas de opinión creo que se asume como eso. En lo único que yo he tenido ciertas precauciones ha sido en temas como el del abuso infantil por parte de personeros de la iglesia, y he preferido no incluirlos en el diario porque puede ofender a un gran sector de lectores y no es bueno herir tantas susceptibilidades. Sin embargo están en el libro, porque ahí no hay drama: al que no le gustan mis dibujos no lo compra y listo.
En los '80 usted creó a Supercifuentes, un superhéroe proletario al que todo le salía mal en medio de la recesión. Después lo resucitó en los 90, ¿ha cambiado tanto el país como para no hacerlo ahora?
Creo que podría seguir funcionando perfectamente porque son tan grandes las contradicciones de la sociedad que es un superhéroe que hace falta. Él ayudaría a retratar muy bien toda esta escenografía de país moderno y pujante con unas bambalinas que se caen solas, con unas pobrezas humanas increíbles y una chatura de gran parte de la sociedad que piensa sólo en el consumo. Junto al progreso económico se echa en menos un progreso en otros ámbitos y por eso ocurren reacciones como lo que ha pasado con los estudiantes.
¿En qué pie cree que se encuentra el humor gráfico en Chile? ¿Le inquieta que haya menos revistas del ramo que antes?
Chile tiene una tradición muy grande, es de los países de Latinoamérica donde hay más publicaciones de humor político y social. Jorge Montealegre lo ha estudiado con mucho detalle y la cantidad de revistas que ha habido es increíble, casi desde el inicio de la república. Es difícil que exista en otra parte otra revista como Topaze, que duró tantos años y que sólo se dedicó a la política. Ahora hay menos publicaciones pero los jóvenes tienen otros medios como los blogs o los sitios web. Hay muchas cosas interesantes, de gente muy talentosa, que quizás esté dispersa pero habrá un momento en que las cosas decantarán y harán un camino común.
¿Alguno que le parezca particularmente interesante?
Hay montones, no quisiera nombrarlos porque son muchos pero se me vienen a la cabeza Christiano, Rodrigo Salinas, Pedro Periano y muchísimos más, como el que hace Tolerancia Cero en comic (Malaimagen) es genial, me muero de la risa con él, porque el formato es muy novedoso además. Hay para quedarse tranquilos, el tipo de humor cambia pero hay mucho talento.
Varios de esos artistas jóvenes, como Salinas, le han demostrado su admiración como en las publicaciones que ha hecho con Feroces Editores
Desde luego, y creo que este reconocimiento que tendré ahora se debe a ellos, porque hicieron recopilaciones y las dieron a conocer de buena forma, con publicaciones de buen nivel técnico. Por ellos mi trabajo, de alguna forma, está quedando en la memoria colectiva y eso es algo que me alegra porque no ocurre en muchas partes de nuestra cultura, muchas cosas desaparecen en el hoyo de la historia y no se conocen. Si Condorito no fuera editado en el exterior creo que nadie conocería a Pepo en Chile, siendo que tiene una obra enorme y genial hasta en ámbitos como la publicidad. Me atrevería a decir que Condorito ni siquiera es su obra más lograda. Eso mismo pasa con la poesía o el cine. A Raúl Ruiz nadie lo valoraría si no hubiera triunfado en Europa y a Gabriela Mistral la premiaron en Suecia antes que en Chile. Yo me siento muy agradecido porque se hayan editado mis dibujos y por el aporte de Rodrigo Salinas o el que acaban de hacer Marcelo Mendoza y Pía Errázuriz, ya que gracias a Mandrágora Ediciones puedo lanzar este libro.
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