La primera gran apuesta diplomática del Papa Francisco

El Pontífice reunió a los presidentes de Israel y Palestina para un encuentro marcado por la oración.




"Será un encuentro de oración, no servirá para encontrar una mediación o buscar soluciones. Sólo nos reunimos para rezar". Con estas palabras, el Papa Francisco había explicado a los periodistas que volvían con él de Jerusalén a Roma, el pasado 26 de mayo, el significado del encuentro que ayer organizó en el Vaticano con los líderes de Israel y Palestina, Simón Peres y Mahmoud Abbas.

Las especificaciones del Papa intentaban trasladar la atención del campo de la política, compleja y atormentada desde hace más de cinco décadas, al puro ámbito de comunión espiritual. El obispo de Roma intentó así amortiguar el aterrizaje mediático de un encuentro que los analistas percibían como la cita diplomática más significativa de 2014.

La reunión de ayer fue el primer encuentro público entre Peres y Abbas en más de un año y tuvo lugar a un mes del colapso de las negociaciones promovidas por Estados Unidos. Ayer, los presidentes israelí y palestino se dieron un abrazo en vestíbulo del hotel donde vive el Papa Francisco, bromearon y se sentaron a ambos lados del Pontífice para una hora de oraciones judías, cristianas y musulmanas en los jardines del Vaticano.

"El logro de la paz requiere de valor, mucho más que la guerra. Requiere del valor para decir sí al encuentro y no al conflicto. Sí al diálogo y no a la violencia. Sí a las negociaciones y no a las hostilidades", dijo el Papa. El Pontífice habló después de que rabinos, cardenales e imanes leyeron y cantaron extractos del Antiguo y Nuevo Testamento y del Corán en italiano, inglés, hebreo y árabe.

"Espero que este encuentro sea el comienzo de un camino nuevo en busca de lo que une, para superar lo que divide", expresó el Pontífice. Al final de acto, el Papa Francisco, Peres, Abbas y el patriarca de la Iglesia de Constantinopla, Bartolomé I, plantaron un olivo y posteriormente los cuatro sostuvieron conversaciones privadas por 20 minutos antes de que los presidentes abandonaran el Vaticano.

A pesar de las cautelas vaticanas, la cumbre organizada por el Pontífice levantó más expectación para la paz en Medio Oriente que las cansadas negociaciones en Ginebra o los vanos viajes de John Kerry a Jerusalén. La foto del Pontífice, Peres, Abbas y Bartolomé I rezando juntos, cada uno en su idioma y cada uno con su fe, fundamenta una nueva esperanza.

"Esta es una invocación de la paz. El Papa no entra en el conflicto, su intención es la de levantar la mirada, mirar al cielo, no a la tierra... Nadie espera que, de repente, explote la paz entre Israel y Palestina", aseveró el sacerdote franciscano Pierbattista Pizzaballa, custodio vaticano de Tierra Santa y encargado de organizar el encuentro de ayer.

Sin embargo, Pizzaballa no pudo negar el enorme calado práctico de esta "cumbre religiosa": "El objetivo es volver a abrir el camino del diálogo, también con un gesto de fuerte impacto en la opinión pública, porque la paz no la construyen sólo los políticos, sino todos los hombres". "Y la oración es un instrumento poderoso, más fuerte que cualquier diplomacia", pareció hacerle eco, durante una clase en la Universidad Pontificia, Georg Gaenswein, prefecto de la casa pontificia y ex secretario particular de Benedicto XVI. El mismo secretario de Estado, cardenal Pietro Parolin, negando el perfil bilateral del encuentro, confirmó, sin embargo, su indudable efecto práctico: "La oración tiene una fuerza política que no conocemos aún y tenemos que explotar hasta el fondo".

El protocolo estableció un saludo del Papa Francisco a los presidentes israelí y palestino y a las respectivas delegaciones, que estaban compuestas por unas 15 personas de cada país, sin políticos ni miembros del gobierno. Sólo exponentes de la sociedad civil y religiosos. El grupo se desplazó por los jardines. "Es una zona apartada, con céspedes altos que crean un ambiente de familiaridad y recogimiento", según había explicado el portavoz de la Santa Sede, padre Federico Lombardi.

Los textos sagrados se leyeron en hebreo, italiano y árabe, "porque cada uno de los presidentes representa a un país y a tres religiones: cristianos, judíos y musulmanes comparten territorio cada uno con su fe", detalló Pizzaballa. "Por eso, no se trata de una oración interreligiosa: los cuatro no rezan juntos, sino que están juntos para rezar".

El Papa del diálogo, de la Iglesia que se abre al mundo, tiende la mano con equilibrio a las dos partes. Con igual cuidado y delicadeza se movió respecto del conflicto sirio, según argumenta el vaticanista del Huffington Post, Piero Schiavazzi: "Con sus 'cumbres espirituales' -comenta el especialista-, el Papa Francisco comenzó una nueva fase de la diplomacia, que busca el gesto penetrante y el consenso de amplio alcance. Como cuando hace algunos meses proclamó la jornada de oración para la paz en Siria y supo mantener la triangulación perfecta entre Moscú y Washington, sin excluir a nadie y responsabilizando, a la vez, a todos los hombres, de cualquier religión o ateos".

El vaticanista Marco Tosatti habló del tema en la Universidad de Santa Croce y también relevó cómo "la diplomacia de Francisco está hecha de actos. La potencia del gesto es enorme. Aún más en nuestra época, donde la comunicación parece aferrarse cada vez más a la imagen en detrimento de las palabras". Pero añadió: "Un gesto tiene impacto inmediato y sugestivo, aunque mantiene libres a sus testigos".

Simplificando: los frutos de esta nueva diplomacia de los gestos no se pueden prever. Pero el Papa Francisco no tiene el horizonte de unas próximas elecciones. Es un Jefe de Estado que se puede permitir lanzar la semilla y esperar los frutos.

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