Por la razón o la fuerza: Tucídides por Torretti
El reconocido filósofo de la ciencia es también un apasionado de la cultura clásica. Publica su versión de un episodio del libro sobre la Guerra del Peloponeso escrito por uno de los "padres" de la historia.
En un epigrama anónimo de la Antología Palatina habla la propia obra del historiador griego Tucídides: "No soy accesible a todos", dice, y agrega que son pocos los que admiran a su autor.
Pasados los años y los siglos, los entusiastas de Tucídides reconocen su dificultad, pero ya no son pocos. Han destacado sus excelencias literarias e históricas, al punto de considerarle, por su exigencia de imparcialidad, algo así como el iniciador de la "historia científica". Vivió en el siglo V a. de C., fue miembro de una familia aristocrática y participó en la guerra que enfrentó a atenienses y espartanos entre los años 431 y 404, de la que conoció el aspecto militar (como general) y sufrió la peste que asoló a Atenas. Sobre la base de su propia experiencia, se propuso escribir la crónica del conflicto en la Historia de la Guerra del Peloponeso.
Entre los admiradores de Tucídides se cuenta el filósofo chileno Roberto Torretti (1930), quien además de su distinguida carrera dedicada a la filosofía de la ciencia, es un aficionado a los estudios clásicos. A fines de los años noventa, en paralelo al trabajo de su libro The Philosophy of Physics, una síntesis de la historia de la física moderna y sus derivaciones filosóficas, realizó una edición y traducción al inglés del Filoctetes, de Sófocles, que aparecería en castellano en Ediciones Tácitas en 2011. En la misma editorial aparece ahora Por la razón o la fuerza, su versión del diálogo entre los gobernantes de la isla de Melos y los embajadores atenienses, que forma parte del libro V de la Historia de la Guerra del Peloponeso. Allí, los atenienses intentan demostrar a las autoridades melias que les conviene someterse a su dominio con una opción clara: o se alían con ellos contra Esparta o serían destruidos.
Además de la traducción, en una introducción y un conjunto de notas Torretti plantea diversos aspectos filológicos e históricos del pasaje traducido y de Tucídides en general. En sus notas a veces hace referencias irónicas al Chile actual. Por ejemplo, en una elección de la palabra "diálogo", dice que en Chile es la voz preferida para designar conversaciones inconducentes entre adversarios.
¿Por qué optó por traducir este texto?
Cristóbal Joannon me había pedido que tradujera algo, tal vez algunos textos de Nietzsche; pero habría tenido que seleccionarlos. En cambio, el diálogo melio saltaba entero a la vista, en el centro mismo de la obra de Tucídides y aparentemente desconectado de lo que le precede y le sigue. Además, se me ocurrió un título que le venía de perillas.
Tucídides tiene fama de complejo. ¿Un texto difícil impone una traducción difícil?
La prosa de Tucídides es en efecto muy difícil. Pero una vez que el traductor ha logrado recombinar sus palabras de modo que tengan para él un sentido viable, no tiene por qué verterla a una prosa difícil. No sé si la mía le ha parecido tal. (Otros lectores me han dicho que es fluida). En todo caso, me he esforzado en preservar la concisión y sobriedad del original, y esto puede hacer que desentone con la escritura más habitual en nuestra lengua.
El "diálogo de Melos" se ha considerado una demostración de la "política de la realidad", la imposición de los intereses o la voluntad del más poderoso, lo que suele tener mala prensa...
Es así si por "demostración" entendemos "exhibición": el episodio ilustra admirablemente esa forma -no solo realista, sino realísima- de conducir las relaciones entre estados. Me sorprende que tenga mala prensa en Chile, cuya civilización y bienestar deben tanto a las riquezas conquistadas en la Guerra del Pacífico.
Usted ve una ejemplificación del lema del escudo nacional.
¿Y usted no lo ve?
Aparentemente está lejos de escandalizarse por la amenaza de fuerza como factor político decisivo.
¿Qué sacaría con escandalizarme? ¿Perder de vista las cosas como son?
Y se declara alérgico a los alardes de indignación moral en torno a ella.
"En torno a ella" lo agrega usted. Mi alergia a tales alardes es general. En la parábola del publicano y el fariseo, simpatizo enteramente con el publicano.
Hace años algunos parlamentarios plantearon la idea cambiar el lema a "por la fuerza de la razón". ¿Qué le parece la idea?
Si esta fuera una conversación entre los dos, le diría la chilenada que me viene a la cabeza para calificar la idea. Como la entrevista va a publicarse en Chile, me parece más correcto dejar que el lector la adivine. En todo caso, es un hecho evidente que la razón de Estado a veces no puede prescindir de las fuerzas armadas.
Señala, con aprobación entiendo, que Tucídides está empeñado en entender las acciones humanas y no ríe ni llora por ellas.
Me entiende muy bien. El pasaje que usted cita del Tratado político de Spinoza ha sido para mí desde hace muchos años la máxima suprema del pensamiento político.
Además de la imparcialidad de Tucídides indica que "en historia, como en cualquier otro ámbito del saber, objetivo es lo que los sujetos certeros articulan como tal".
El texto citado es obvio e incluso trivial: todo saber humano se expresa en palabras articuladas por sujetos humanos; lo que dicen es objetivo si y solo si es acertado, esto es, si y solo si el sujeto que las articula es certero. Pero ese texto está ahí para introducir al que le sigue y que usted omite: "En la conversación de la humanidad no hay ni habrá nunca un juez último e infalible de sus aciertos". Aunque no es menos obvio, no lo llamaría trivial, ya que a la gente le cuesta mucho aceptarlo.
En una nota apunta que en los griegos, como hoy en Chile, ser tenido por tonto era más deshonroso que ser tenido por servil, cobarde u oportunista.
¿Le parece a usted que no es así?, ¿hay algo que corregir en esa nota mía?
Entiendo que pretende traducir otro pasaje de Tucídides.
Me propongo publicar en la misma serie, bajo el título goyesco Desastres de la guerra, otros tres trozos de Tucídides, que describen la peste sin precedentes que sufrió Atenas (2.47-58), la horrenda lucha de facciones en Córcira (3.70-85), y la masacre de Micalesos por un regimiento de mercenarios tracios (6.27-30). Ayer mismo terminé la traducción, pero pasarán meses antes de que vaya a la imprenta, pues tengo que revisarla y anotarla.
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