La última mañana de Allende según Littín
El director filmó ayer, en La Moneda, escenas finales de Allende en su laberinto. La cinta que se estrena en noviembre posee hasta ahora dos finales: en uno, Allende se suicida y en el otro, es asesinado.
El salón tiene mil ojos. Desde la principal pared, un óleo majestuoso del propio Allende observa lo que pasa frente a sus narices. Un poco más hacia la izquierda, el que mira es Simón Bolívar, en un retrato que lo hace parecer a Diego Portales. Y en una esquina, humilde y oscuro, un busto del abate Molina atisba lo que pasa en ese salón. Pareciera saber que lo que ve es asunto serio. Desde hace 41 años sus mejillas y su frente de metal están agujereadas por las balas del Golpe.
El ilustrado cura, junto a los cuadros del ex presidente y el caudillo americanista son algunos de los fantasmas del Salón Blanco, donde ayer se filmó parte de las últimas escenas de la película Allende en su laberinto, de Miguel Littín. En el rol principal de Salvador Allende está el actor Daniel Muñoz, quien ya viene rodando la cinta hace dos años, pasando por territorio chileno y venezolano, país donde se recrearon los exteriores de La Moneda. En otro de los personajes principales interviene Aline Kuppenheim, que es la Payita, secretaria y amante de Allende. La película juega en los descuentos, con un estreno programado para el 6 de noviembre y con un montaje al que sólo falta añadir las últimas tomas, como la de ayer.
Situados en el salón que lleva como subtítulo el nombre del ex presidente, Muñoz y Kuppenheim saben que es ahí donde se encontró su cuerpo sin vida el 11 de septiembre de 1973. También saben que por muy en carácter que estén, son profesionales ante todo y no se van a intimidat. "Ya llevo mucho tiempo haciendo esto. Dos años. No sentí de inmediato el vértigo que podría haber experimentado. Llegamos al salón, filmamos y, claro, uno le va tomando el peso a las cosas, pero de a poco", cuenta Muñoz, en una pausa de la filmación.
El ritmo del rodaje es lento y el director se toma sus tiempos. Miguel Littín repite tres, cuatro y hasta diez veces la misma toma y los dos actores acatan las órdenes. "Sólo digo que hay cosas que parecen imposibles de hacer. Sólo eso, nada más", le confiesa la actriz al director en una pausa, cuando aún nadie está conforme con nada. El aire de los salones está cargado de vapor de utilería, pues ya los militares entraron al recinto y el realizador pide que la escena también refleje cierta urgencia. "¡Hay humo y mierda por todos lados, que se note todo eso!", grita desde unos 10 metros de distancia de la toma que tanto cuesta.
La película recreará las últimas siete horas de vida de Allende, desde que sale de su casa en la mañana del 11 de septiembre hasta su muerte. Ya en La Moneda, uno de los principales personajes es Miria Contreras, la secretaria personal del ex presidente, conocida como Payita. Relacionada sentimentalmente con Allende, el rol a cargo de Aline Kuppenheim tiene una gravitación inusitada. Ubicada oficialmente a la sombra de Hortensia Bussi, la esposa del ex mandatario, acá es un torbellino de acciones y, claro, emociones. "Para mí no es la mujer que acompaña en forma clandestina al presidente. No la veo como la amante escondida, sino como una persona fuerte, con convicciones claras, que además tiene una relación de complicidad con Allende. Lo ama, pero también lo ama como presidente. Lo suyo es más bien una pasión", dice Aline Kuppenheim.
EL DILEMA DE LA MUERTE
Aunque Daniel Muñoz posee su particular opinión sobre la muerte de Allende ("pienso, cómo lo dicen varios testigos, que se suicidó"), tiene bastante claro que Allende en su laberinto es la visión de Miguel Littín sobre el ex presidente. "El no cree en la tesis del suicidio. Cree que lo mataron. Pero en cualquier caso, asesinato o suicidio, su acto sigue siendo un ejemplo noble", dice el actor. El guión del filme es del realizador y se ha ido armando a pulso, a medida que pasan los meses. "Tenemos dos finales: en uno, a Allende lo matan; en el otro, se suicida. No sé cuál quedará", agrega Muñoz, que no cree en caracterizaciones miméticas: "He trabajado en la voz, he estudiado mucho, pero finalmente lo que queda es cómo nosotros asimilamos la figura del ex presidente. No es un documental".
Para Miguel Littín, las tomas de ayer en el Salón Blanco son sólo una instantánea de un proceso de varios años. "Es la película que más me ha costado en mi vida. Fuimos a Venezuela, pero era un sinsentido no poder rodar acá, en el lugar de los hechos. Es un sueño", cuenta el director, que reconoce que su película es personal y puede causar controvesia.
Durante estos días se recreó el momento en que el ex presidente se entera del suicidio del periodista Augusto Olivares, su asesor personal. Ayer, específicamente, se filmó el momento en que la secretaria de Allende atiende el teléfono, corta y se entera de una de las muchas malas noticias del día. "Me dicen que se llevaron a mi hijo a un regimiento. Parece que lo fusilaron", dice en la escena. Luego llora. Allende, en la piel de Muñoz, se contiene: la mira, no le habla, la sigue mirando, respira hondo y da la vuelta. Hace rato que lleva el fusil AK-467 en sus manos y hace más tiempo aún que el destino de Enrique Ropert, el hijo de la Payita, está definido. Lo encontrarán muerto con seis impactos de bala a orillas del río Mapocho, el día 19 de septiembre. A Allende, se sabe, lo hallarán con el cráneo destrozado en el salón donde ayer se filmó parte de esta película.
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