La vida en un ring: la noche en la que la "Crespa" retuvo su campeonato

El boxeo tuvo su jornada de ensueño y con Carolina Rodríguez cumpliendo su anhelo de pelear en Santiago y defender el título del mundo.




"Su único delito es tener talento", dice la canción Bandolero, de Don Omar y que usó Carolina Rodríguez para entrar al Polideportivo del Estadio Nacional, lleno con cinco mil personas para ver a la que encarna la futuro de una actividad que intenta reflotar, aunque aleguen carecer del apoyo de la federación.

Fue un público variado, con viejos seguidores del pugilismo que se dieron maña de alegar por las tarjetas y algunos que, por primera vez, estuvieron en una velada.

De estos últimos era la ministra  del Deporte Natalia Riffo, quien sufre con todos los movimientos. Mira con atención el combate y, cuando puede, habla con Martín Vargas, al lado suyo y homenajeado en la previa. Tras la campana, suspiros de alivio. "Estaba súper tensa, nerviosa con la pelea", dice Riffo a la salida.

No es la única. El resto del público también vibra. En ring side, un hombre se levanta con cada acierto de la "Crespita". "Eeeso, pégale, sigue así, trabaja los tiros", grita. Pero la "Crespita" no escucha. Está tensa. Ella misma y su entrenador Claudio Pardo lo reconocen. "No me hizo caso", dice.

Arriba del ring, Rodríguez y su rival, la colombiana de 18 años Dayana "Diamante" Cordero, se dan con todo. Está el título mundial de la FIB en peso gallo entre medio y no hay tregua en los 10 asaltos del combate y que sólo se detiene cuando sube con el cartel del round un joven pifiado por varones, acostumbrados a ver a mujeres en ese rol, y aplaudido por damas. Claro, en una pelea femenina, ¿por qué no cambiar?

Aunque se pueda ver al boxeo como una barbarie porque hay dos tipos (o tipas, en este caso) pegándose mientras afuera celebran cada impacto y exigen mayores dosis de lo mismo, al menos el público es respetuoso.

El himno colombiano de la "Diamante" es escucha con solemnidad, hasta que el sonidista se olvida detener la pista de audio. En la tercera estrofa (de las 13 que tiene), la música baja y las pifias cesan. Hasta el embajador Mauricio Etcheverry, que tampoco ha visto boxeo, se ve incómodo.

Tal como la "Crespita". Es que Cordero la pone difícil. Sus golpes no conectan arriba, así es que Pardo y su PF Johan Carter piden "buscar abajo". Pero cuesta. La chilena mete una mano buena, la gente grita y pide otro más. Y otro. Y no darle respiro a la rival. Pero ésta se defiende. Y pelea. "Era buena esta chica", dicen a la salida y uno se acuerda de la imagen de Cordero, quien a veces parece una niña esperando los embates de Rodríguez, pero que cambia a una mujer cuando va al ataque.

Pero la local gana. Por puntos, con la tarjeta nacional ocho arriba y con incredulidad de algunos por la diferencia. Después eso se olvida y todos se van a celebrar, unos al ring y otros abajo, como su madre Alicia Solorza. "Es primera vez que la veo pelear", dice. "No es porque no me guste el boxeo, era porque no me gustó que dejara su trabajo por esto. Pero vi que era buena y que ganó y cambié mi parecer".

Ese parecer es el que quiere cambiar Rodríguez. "Sufrimos con el prejuicio del boxeo y por ser mujeres", dice la "Crespita". Para muchos seguirá siendo una barbarie; para ella es su "forma de vida".

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