Leila Guerriero: "Hay algo medio punk en Mistral que hace que hoy los chilenos la lean distinto"
Para la más reciente reedición de Desolación (1922), de Ediciones UDP, Guerriero tuvo la misión de perfilar a la poeta.
Se lo pregunta una, dos y hasta tres veces: "¿Quién era esa mujer?". Para mediados de marzo de 2014, la periodista y cronista argentina Leila Guerriero (1967) se encontraba aislada en su Junín natal, al noroeste de Buenos Aires, escarbando entre las biografías de un personaje que, hasta entonces, desconocía. Se lo había encargado meses antes Matías Rivas, de Ediciones UDP, cuando le habló sobre la nueva reedición de Desolación, el poemario con que la profesora rural Lucila Godoy Alcagaya se dio a conocer como poeta, bajo el antifaz de Gabriela Mistral. En 1922, el libro apareció en Nueva York, y recién al año siguiente fue lanzado en Chile, editado por Nascimiento. Era su primera obra íntegra, y aunque en Chile no fue bien acogida, en Norteamérica hicieron oídos sordos para luego encumbrar su nombre, aún desconocido, en las grandes ligas. A Mistral, quien entonces dirigía el Liceo N°6 de Temuco, le restaban 23 años para alcanzar la gloria.
Acostumbrada a volverse la sombra de los personajes a los que perfila, Guerriero, autora de Los suicidas del fin mundo (2005) y editora de Los malditos (2011), debió esta vez meter la cabeza entre cientos de biografías de la poeta, que, entrelazadas, le dieron material de sobra para esbozar el prólogo titulado Hazte olvidar. Parte así: "Podría empezar diciendo que hay, en el planeta, pocos vientos amargos -vientos de las brujas, vientos locos- capaces de producir trastornos en el ánimo: euforias, depresiones, alteraciones enigmáticas. El mistral, un viento del sur de Francia, frío y violento, es, al parecer, uno de ellos".
Tras releer cientos de veces sobre su enigmática y lejana presa, a Guerriero aún la rondaba una sola pregunta: ¿quién era esa mujer? Desde su nacimiento en 1889, hasta su muerte en 1957, lo que Lucila Godoy Alcagaya hizo, según Guerriero, fue cubrirse el rostro con Gabriela Mistral. Así, repasa varios hitos de su vida: la violación que sufrió de niña, el suicidio de un amor, la desgarradora muerte de Yin Yin en 1943 y la indiferencia de un país por sus letras. "Cuando me ofrecieron escribir sobre ella, me asusté. Apenas tenía la idea del Nobel, de la eterna comparación con Neruda, de la madre de América que decían que era. Para ser honesta, no sé si eso me resultaba tan atractivo. Rivas y Adán Méndez, el editor, querían un perfil suyo enfocado en el libro. Y eso fue lo que escribí", dice Guerriero al teléfono desde Buenos Aires.
Si sabía poco de la vida de Mistral, ¿al menos la había leído?
Muy poco, y de manera muy desprolija. No era de los poetas chilenos que más me fascinaran. Sí me atraía su musicalidad, tenía un oído de puma y una métrica increíble. La oscuridad en su escritura siempre me pareció atractiva, tanto en sus rondas infantiles, como en las cientos de cartas que dejó.
Quienes han estudiado su obra, creen que Desolación da pistas de quién fue y todo lo que se supo tras su muerte.
En efecto, la primera vez que lo leí en crudo, creí que se trataba del séptimo libro de una autora de 70 y tantos años, en vez del primero de una de 33. Es muy oscuro y su discurso asoma qué pensaba sobre el rol de los maestros, de los indios, las mujeres, de la Reforma Agrícola y la distribución de la riqueza. Por otro lado, los rumores sobre su sexualidad, hayan o no sido ciertos, no le restan mérito alguno a su obra, que no es solo literaria. Sus ponencias y discursos te dejan de una sola pieza, pues no parecen ideas de su época, sino las de una mujer muy progresista en tiempos actuales. Creo que nos haríamos un gran favor en leerla con seriedad, pero me consuela saber que hay algo medio punk en Mistral que hace que hoy los chilenos y el mundo la lean distinto, como una señora poeta.
¿Halló la respuesta a su pregunta: quién era Gabriela Mistral?
Fue una mujer compleja, alejada de los estereotipos que conforman la imagen de la Mistral que se consume en Chile. Era de un mundo interno muy sensible y demandante de afecto y reconocimiento. Creo que además fue consciente de haber fabricado un personaje público fascinante y contradictorio: en sus cartas, podía relatar 14 versiones de un mismo hecho. Era simplemente inteligentísima.
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